Por Catón
Columna: De política y cosas peores
No habrá reforma que valga
2014-06-21 | 10:08:51
Un hombre fue enviado al infierno por sus
pecados. Le dijeron: “Tendrás que pasar la
eternidad en compañía de un demonio que
te atormentará día y noche”.
Al bajar por la senda que conducía a la
oscura mansión de la desesperanza, el réprobo
vio a un diputado que llevaba al lado a
una guapísima rubia. “¡Qué injusticia! -exclamó
con enojo-. Aquí estoy yo, un simple
pecador, con este horrible demonio que no
me deja en paz, y en cambio ese diputado va
con una hermosa rubia”. Oyó una voz que le
decía: “¿Por qué cuestionas el castigo que
le impusimos a la rubia?”.
Lejos de mí la temeraria idea de ser un
aguafiestas político. Muchos políticos
aguafiestas tenemos ya como para añadir
uno más al excesivo número. Dejaré, sin
embargo, que otros exalten las ventajas que
en la reforma política puedan encontrarse,
y diré por mi parte que no habrá en México
reforma política que valga mientras no se
acote el inmenso poder que los partidos
tienen, y se disminuyan las insultantes
prerrogativas de que gozan.
No me cansaré de decirlo: México es un
país inmensamente pobre con partidos
inmensamente ricos. (¡Miren! ¡Lo acabo
de decir una vez más y no me cansé nada!).
Padecemos una casta política más numerosa
que las estrellas del cielo, las arenas
del mar, o los requerimientos de Hacienda.
La nueva reforma no ha emanado tanto del
Poder Legislativo como de los partidos, y
por tanto no obedece al interés de la nación,
sino a la conveniencia partidista.
¿Llegará el día, pregunto, en que los
ciudadanos seamos más importantes que
los partidos? Y otra pregunta me conturba,
desasosiega, inquieta, agobia, af lige,
desazona y mortifica: ¿cuál es la capital
de Dakota del Sur?...
Una nueva línea aérea ofreció un viaje
gratuito a ejecutivos con sus esposas. Días
después del regreso la línea envió mensajes
a las esposas preguntándoles qué les había
parecido el viaje. El 90 por ciento respondió:
“¿Cuál viaje?”.
¿Qué le dijo la elefanta al elefante cuando
estaban haciendo el sexo? Le reclamó
con enojo: “¿Cuándo llegará el día en que
lo hagamos poniéndome yo arriba?”.
Don Valetu di Nario celebró 50 años de
haber salido de la universidad, y asistió a
la reunión con sus antiguos compañeros.
Fue también su esposa, que les contó luego
a sus amigas: “Todos se la pasaron hablando
de sus achaques: que del corazón, que del
hígado, que del riñón, que de la próstata,
que de los pulmones. Aquello no parecía
una reunión del recuerdo: parecía más bien
un recital de órganos”.
La mujer de Capronio le pidió: “En mi
cumpleaños regálame algo que tenga diamantes”.
Él le regaló un juego de naipes.
“Tengo la esposa perfecta -declaró Afrodisio-.
Y ni siquiera tengo que mantenerla,
porque no es la mía”.
Simpliciano, joven candoroso, conoció a
una mujer llamada Avidia, y se prendó de
ella. Le dijo: “Sé que no soy nada agraciado.
Tampoco soy simpático, ni buen conversador.
Además carezco de dinero propio.
Pero me atrevo a pedirte que te cases
conmigo porque mi padre es inmensamente
rico: su fortuna se calcula en 500
millones de dólares. Tiene 102 años de
edad; está sumamente enfermo, y yo soy
su único y universal heredero. Sabiendo
eso ¿te casarás conmigo?”. Sabiendo eso,
una semana después, Avidia se convirtió
en la madrastra de Simpliciano.
En el parque de atracciones doña Jodoncia
le ordenó a don Martiriano, su marido:
“Vamos al pozo de los deseos. Quiero pedir
algo”. Le dijo él: “¿Para qué perdemos el
tiempo? Tú sabes bien que eso del Pozo
de los deseos no funciona”. “Nadie te está
pidiendo tu opinión -replicó doña Jodoncia
secamente-. Vamos”.
Fueron, pues. Doña Jodoncia echó una
moneda al pozo, y en silencio formuló su
deseo. Luego le ordenó nuevamente a su
marido: “Vámonos”. Y así diciendo echó
a andar.
Don Martiriano se quedó pensando un
momentito. Luego volvió al pozo de los deseos,
arrojó una moneda y pidió su deseo. En
eso se abrió el cielo y de lo alto cayó un rayo
que fulminó a doña Jodoncia.“¡Caramba!
-exclamó don Martiriano boquiabierto-.
¡Sí funciona!”.
Bucolito, niño campesino, llegó tarde
a la escuela esa mañana. La maestra le
preguntó: “¿Por qué vienes a esta hora?”.
Explicó el muchachillo: “Tuve que llevar
el toro a que cubriera a la vaca”. Le dijo la
maestra: “¿Y qué eso no lo puede hacer tu
papá?”. “No -respondió el niño-. Tiene que
ser el toro”.
FIN.

Armando Fuentes
Aguirre
¿Tú entiendes a las rosas?
¿Entiendes a las estrellas?
¿Entiendes al mar con su sosiego,
sus repentinas cóleras, su eterno ir y
venir?
¿Entiendes al arco iris?
¿Entiendes a las nubes?
¿Entiendes la infinitud del cielo?
¿Entiendes el crepúsculo y el amanecer?
¿Entiendes la eternidad?
¿Entiendes el amor?
Dime: ¿entiendes todo eso?
Si no lo entiendes ¿entonces por qué
me pides que entienda yo a esa mujer?
¡Hasta mañana!...
manganita s
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Mundo”
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