Por Catón
Columna: De política y cosas peores
De nuevo joven monarquía
2014-06-20 | 10:01:57
El esposo entró entró en la recámara y vio
en el lecho conyugal a su mujer en compañía
de un sujeto. Antes de que el marido pudiera
abrir la boca le dijo la señora: “Tú tienes
la culpa, por dejarme sola tanto tiempo”.
Clamó el marido: “¡Pero si nada más fui a
la cocina a traer un vaso de agua!”...
Un león le comentó a otro: “Debo estar
volviéndome loco. Cada vez que lanzo un
rugido empieza una película”...
Se casaron don Calendaro y doña Pasita,
él de 85 años, de 80 ella. A la mañana siguiente
de la noche de bodas la desposada
oyó correr agua en el lavabo del baño donde
estaba su flamante maridito. Le preguntó
con voz dulce: “¿Te estás lavando los dientes,
vida mía?”. Él respondió con tono igualmente
melif luo: “Sí, mi amor. Y de paso
aproveché para lavar también los tuyos”...
El gatito llegó tarde a su casa. El gato y la
gata, sus papás, lo reprendieron duramente.
Gimió el gatito: “¿Por qué no me dejan vivir
mis siete vidas?”...
Dos señoras de la comunidad judía de
Nueva York estaban platicando. Le comentó
una a la otra: “¿Supiste que el Papa hizo
una declaración diciendo que los judíos no
fueron culpables de la muerte de Cristo?”.
“¿De veras? -se interesó la otra-. ¿Quiénes
tuvieron la culpa?”. “No sé -responde la
primera-. Supongo que ahora culparán a
los irlandeses o a los italianos”...
Solicia Sinpitier, madura señorita soltera,
le preguntó al apuesto boy scout:
“¿Ya hiciste tu buena obra del día, joven?”.
Respondió el muchacho: “Sí”. Inquirió la
señorita Sinpitier: “¿Y tu buena obra de la
noche?”...
En medio de un ominoso augurio -la
decepcionante salida del equipo español
de la Copa del Mundo- subió al trono de
España el nuevo rey, Felipe VI. Su discurso
de asunción fue al mismo tiempo prudente
y conceptuoso. Dijo lo que tenía que decir, y
lo dijo muy bien. El uso de un lenguaje conciliatorio
no le impidió dejar claras sus ideas
y convicciones, sobre todo en lo relativo a la
unidad de la nación.
Prometió dar dignidad a la corona con su
conducta, pero en ningún momento pareció
estar haciendo algún reproche a su padre
o a cualquier otro miembro de la anterior
familia real.
Aunque soplan ahora vientos de fronda
sobre la institución monárquica, el nuevo
monarca, su esposa y sus pequeñas hijas tuvieron
muestras de cariño que hacen pensar
que su llegada al trono fue en general bien
recibida, y que la oportuna abdicación del
rey Juan Carlos hizo que quedaran atrás
pasados resquemores.
Nunca me cansaré de repetir que amo
profundamente a España y a todo lo español.
Me nutrí en la cultura de la España
Madre; su influjo es el mayor en mi pensamiento
y en mi sentimiento. Desde ese amor
declaro que me dolería profundamente la
fragmentación de España, la ruptura de
cualquiera de sus partes.
Por encima de cualquier nacionalismo,
legítimo por lo demás, está la unidad de la
nación, fincada en el respeto a la diversidad
de lenguas, culturas y tradiciones, y fortalecida
con el reconocimiento de la autonomía
de las comunidades. España debe ser una.
Por eso es importante la institución monárquica,
única que por su neutralidad y
sus raíces puede convocar a todos los españoles
a mantenerse unidos, pues cualquier
secesión lastimaría lo mismo al miembro
amputado que al cuerpo del cual se separó.
Por eso deseo todo bien al nuevo y joven rey;
por eso deseo todo bien a España.
Advierto, sin embargo, que mis cuatro
lectores me están haciendo señas desesperadas.
Ahora caigo: mi deber es orientar a
la República de mi país, no a la monarquía
de algún otro, aunque me sea muy querido.
Suspendo en este punto, pues, mis meditaciones
sobre España, y procedo a narrar un
cuentecillo final que aligere la gravedumbre
de las pasadas reflexiones.
Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la
concupiscencia de la carne, estaba yogando
con una mujer casada en el domicilio conyugal
de la mujer. En eso llegó el marido.
Afrodisio saltó por la ventana sin siquiera
cuidarse de tomar su ropa (en esos casos se
ponía siempre la más viejita, por si se veía
en la necesidad de dejarla).
El marido tomó una pistola y le disparó
un tiro. “Oí la bala dos veces” -contaba después
el lúbrico galán. “¿Cómo dos veces?””
-preguntó alguien sin entender. Explicó
Afrodisio: “Una cuando la bala me pasó a
mí, y otra cuando yo pasé a la bala”. FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
“Santa Bárbara doncella, líbrame de una
centella”.
Las niñas del catecismo oían eso y completaban
por lo bajo señalando a una compañerita:
“Que no me caiga a mí, que le caiga
a ella”.
Los jerarcas de la Iglesia asumieron alguna
vez el papel de historiadores, y pasaron
sobre la fe y las tradiciones de la gente. Decretaron
entonces la expulsión del santoral
de muchos santos y santitas que -repentinamente
lo descubrieron- jamás habían
existido. Entre las santas exiliadas estuvo
Santa Bárbara.
Hace unos días los expertos mundiales
en cosas de electricidad celeste dieron a conocer
un extrañísimo fenómeno que les ha
llamado mucho la atención: están cayendo
más rayos que antes, y más personas mueren
fulminadas.
Ellos no conocen la explicación. Yo sí la sé.
La ausencia de Santa Bárbara es la causa de
la multiplicación de las centellas y de sus víctimas.
Háganla venir los científicos; pídanle
perdón los eclesiásticos; rezémosle nosotros
una novena en desagravio de la ofensa, y ya
se verá cómo las estadísticas vuelven a su
nivel normal. En el estado actual del mundo
nada como lo sobrenatural para nivelar las
estadísticas.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“...Sigue Croacia”.
Aunque el suspenso es atroz
el horizonte no es magro:
si tuvimos un milagro
¿no podremos tener dos?

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