Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Aliento y esperanza
2014-06-09 | 09:37:11
Naufragó el barco. Un hombre y una mujer
consiguieron llegar a una isla desierta, y
estuvieron ahí 20 años. En el curso de ese
tiempo tuvieron 15 hijos. Finalmente llegó
un navío a rescatarlos. Él se despidió de mano
de ella y le dijo: “Fue un gusto conocerte,
linda. Espero que alguna vez nos volvamos
a ver bajo mejores circunstancias”...
Don Astasio le envió un mensaje a un
amigo: “Estoy empezando a tener dudas
acerca de mi esposa. Por motivos de trabajo
nos mudamos de Tapachula a Ciudad
Juárez. Y ella sigue teniendo el mismo
repartidor de agua”...
El malandro y la malandrina caminaban
por una oscura calle. En eso se escuchó
la sirena de una patrulla policíaca. “¡Hamponio!
-exclamó ella extasiada-. ¡Están
tocando nuestra canción!”...
El gran violinista iba a dar un recital
en el teatro donde Babalucas trabajaba.
Le comentó: “Mi violín tiene 300 años”.
“No se preocupe -le dijo el tonto roque-. A
nadie se lo diré”...
Capronio, ruin sujeto, relató: “Llevé a mi
suegra al zoológico, pero no la quisieron”...
Un viajero iba por el campo en su automóvil
y el vehículo sufrió una descompostura.
Era de noche ya y llovía copiosamente,
de modo que el viajero se vio obligado a
pedir posada a un granjero. El hombre le
dijo: “Podrá usted dormir en la cama de la
nena. Pondré una almohada entre los dos
para que ella no lo moleste”. El visitante
pensó que la nena era una bebita, de modo
que se sorprendió al ver en el lecho a una
garrida moza de 18 abriles.
Respetuoso de las leyes de la hospitalidad,
sin embargo, no intentó nada en el
curso de la noche. Al día siguiente la chica
le mostró la granja. Una ráfaga se llevó el
sombrerito que lucía la muchacha y lo hizo
caer al otro lado de un muro. Dijo el viajero:
“Saltaré la barda y te traeré tu sombrerito”.
“¡Bah! -masculló ella-. ¡No saltó la almohada,
y dice que va a saltar la barda!”...
Me agradó la visita de Peña Nieto al Papa.
Atrás quedaron definitivamente las pugnas
que durante mucho tiempo impidieron
el trato diplomático entre México y el Vaticano,
y ahora hay relaciones normales entre
los dos Estados. Ojalá el Papa Francisco
visite pronto nuestro país. Sería recibido,
estoy seguro, con el mismo entusiasmo con
que lo fue Juan Pablo Segundo. En la hora
actual los mexicanos necesitamos aliento
y esperanza. Una visita papal nos traería
esos valiosos dones...
Bucolio, joven labrador originario y
vecino de San Juan de los Cabuches, juntó
dinero durante10 años para cumplir su
sueño de ir a la capital y visitar El Unicornio
de Oro, que así se llamaba, le habían
dicho, la casa de mala nota más notable de
la gran urbe. Ahí se gastaría en una sola
noche -era su plan- todo el dinero que en
esa década había logrado reunir a base de
trabajo y ahorro.
Sus amigos lo fueron a despedir a la estación
del tren, y le hicieron prometer que a
su regreso les contaría su experiencia, paso
por paso y con lujo de detalles. Hizo el viaje
Bucolio, en efecto, y llevó a cabo su propósito.
Cuando estuvo de vuelta se reunió
con sus amigos en la cantina del pueblo,
y después de brindar con ellos por el feliz
retorno procedió a relatarles su aventura.
“El burdel es de ensueño -comenzó-.
Mármoles, brocados, maderas preciosas,
bronces... No hay nada igual en San Juan
de los Cabuches”. “¿Y qué más?” -lo acuciaron
los amigos. “Había por todas partes
mujeres hermosísimas -prosiguió Bucolio-.
Negras, blancas, mulatas, orientales, de
todo. No hay nada igual en San Juan de
los Cabuches”.
“¿Y luego? ¿Y luego?” -preguntaron
ansiosamente los otros. “Me llevaron a un
cuarto que tenía alfombra roja; muebles
forrados en terciopelo del mismo color con
aplicaciones doradas; espejos en el techo y
las paredes, y una cama redonda con sábanas
negras de encaje y seda. No hay nada
igual en San Juan de los Cabuches”.
“¿Y qué sucedió después?” -preguntaron
los amigos, impacientes. “Llegó una mujer
bellísima -prosiguió Bucolio-. Encendió
un braserillo con incienso, puso música
romántica y disminuyó la intensidad de la
luz. No hay nada igual en San Juan de los
Cabuches.
En seguida se desnudó completamente
y subió al lecho. Yo hice lo mismo”. “¿Y
qué más? ¿Qué más?” -quisieron saber los
amigos. Dijo Bucolio: “De ahí en adelante
ya todo fue igual que en San Juan de los
Cabuches”... FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
John Dee era dueño de la mejor y
más grande biblioteca de su tiempo.
En ella había libros escritos en todos
los idiomas conocidos, y en otros que
apenas empezaban a conocerse.
De todas partes de la Europa venían
sabios a leer o consultar esos volúmenes.
Dee les abría las puertas de sus
colecciones, y los visitantes saciaban
en ellas su sed de sabiduría.
Cuando iban a regresar ya a sus
países John Dee les decía:
-Ven mañana, para que te muestre
mi libro mejor.
Acudían los sabios. El filósofo les
presentaba a su mujer:
-Ella es mi mejor libro, el más bello,
aquél donde más cosas he aprendido.
Algunos no entendían lo que John
Dee les decía. Y comentaba él:
-Si no entienden esto es que no entienden
nada.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“...De cuatro juegos de preparación el
equipo mexicano perdió tres”...
Alguien que de cuando en cuando
comenta con lucidez
dijo: “Lo de perder es
para irnos acostumbrando”.

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