Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Sobre los dramas y otras tragedias
2013-08-30 | 22:14:22

Don Cálamo Cano, poeta municipal, hizo un sensacional anuncio en la tertulia de la rebotica, anuncio que al punto corrió por todo el pueblo: había decidido suspender la confección –esa palabra usó- de la oda en versos ferecracios que estaba escribiendo sobre la bicicleta (en homenaje a ella, quiero decir, no montado en ella), poema que el alcalde le había pedido para que se dijera en el acto de entrega de bicicletas a la gendarmería.
La razón por la cual el poeta interrumpió su oda, es que después de concienzuda reflexión había decidido participar en el concurso de obras teatrales a que convocó el Iculo (Instituto de Cultura Laboral y Obrera) en la capital del Estado.
La gente se llenó de orgullo y entusiasmo: en su poeta iban a tener ahora un dramaturgo. Le preguntaron a don Cálamo cómo se llamaría la obra que se proponía escribir, y cuál sería su argumento. Él dijo que estaba vacilando entre dos títulos: “Tierno amor” o “¡Muere, maldita desgraciada, muere!”.
En cuanto a la trama, la esbozó a grandes rasgos: el marqués de Montesaltos asedia con deshonesto fin a la institutriz francesa de sus hijos, mademoiselle Grandpompier, quien está secretamente enamorada del joven Ataúlfo, el señorito de la casa, que a su vez ama a la condesa de Pitiminí, sacrílega amante del abate Duveteux, el cual sostiene una relación adulterina con la marquesa de Montesaltos.
Se aplicó don Cálamo, en efecto, a la escritura de su drama. Todos los días los contertulios de la rebotica le pedían informes sobre el avance de la obra, y él se los iba dando a conocer.
La institutriz se negaba a acceder a los infames propósitos del marqués, y reprobaba en aritmética a sus hijos; Ataúlfo, enterado de la pecaminosa relación de la condesa de Pitiminí con el abate, se vengaba del infame clérigo dejándole caer desde el balcón el contenido de una bacinica; la marquesa reprendía con acritud a su hijo, quien la amenazaba con atraer la deshonra sobre la familia lanzándose como candidato a diputado.
¡Qué argumento! El pueblo, ansioso, aguardaba a conocer el desenlace de aquella tremenda lucha de pasiones. Luego de seis semanas de ardua labor, don Cálamo llegó por fin a la escena cumbre del último acto.
En el comedor del palacio del marqués se han reunido todos los personajes de la obra. Montesaltos le reclama a la marquesa su traición con el abate, y éste le arroja a la cara una copa de vino tinto, por cierto de baja calidad.
Ataúlfo saca un revólver y va a dispararle al eclesiástico. Su madre se lanza sobre él y le desvía el brazo. “¡No lo mates! –le grita con desgarrado acento-. ¡Es tu padre!”.
La condesa de Pitiminí le dice al abate que caerán sobre él todos los castigos infernales. La institutriz rompe en lágrimas, y Ataúlfo la toma en sus brazos para consolarla. El marqués abofetea a su hijo y lo llama “descastado”. Todos gritan, juran y amenazan.
La gente no acertaba a imaginar en qué forma don Cálamo remataría su drama. Alguien le hizo la pregunta: “¿Cómo termina la obra, señor Cano?”. Respondió él, imperturbable: “Entra un oso y se los come a todos”…
Los primeros días de septiembre se ven tan llenos de enredos y complicaciones como la trama ideada por don Cálamo. Solo que aquí no habrá un deus ex máchina que en forma de plantígrado venga a cortar el nudo gordiano con que la CNTE tiene atada y rendida a sus pies a la Ciudad de México.
Días de vergüenza son éstos, ciertamente, en que las instituciones de la República claudican frente a la ilegalidad y la violencia, y en que los Poderes de la Unión andan a salto de mata buscando cuándo y dónde cumplir sus deberes constitucionales, aunque sea en manera vergonzante, y entre sobresaltos y susidios.
Sobre todo susidios; los sobresaltos como quiera. Mejor contaré un chascarrillo final, a ver si se me recoge la bilis…
El ginecólogo examinaba a la curvilínea fémina. Le dice: “Señorita: los odontólogos están acostumbrados a encontrar una cavidad en el diente, pero ésta es la primera vez que yo encuentro un diente en la cavidad”. (No le entendí)… FIN.


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