Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Aquellos maestros que son rebeldes
2013-08-21 | 22:14:49
“Dos días antes de casarme -relató aquel hombre joven- tuve una discusión con mi novia que por poco da al traste con el matrimonio. Nuestro pleito se originó en aquella fiesta de despedida en la que de seguro iba a haber borrachera, sexo, desórdenes de toda clase. Después de mucho discutir, y para evitar que la boda se suspendiera, decidí ceder. Le dije a mi novia: “Está bien: ve a esa fiesta”...
La madura actriz de cine quería un papel en la película, de modo que accedió a tener trato carnal con el avieso productor. Al terminar el consabido trance declaró ella, muy digna: “Debo decirle, don Thalbergo, que no suelo hacer una práctica de esto”. “Ya lo sé, preciosa -contestó el sujeto-. De inmediato se ve que te falta práctica”...
Acnerio, muchacho adolescente, era estudiante de música. Cierto día su abuela, de visita en casa, le preguntó: “¿Qué estabas haciendo?”. Respondió el muchacho: “Me hallaba en mi cuarto, tocando mi tuba”. “Eso no es bueno, hijito -lo amonestó la anciana-. Pero en fin, estás en la edad. Lávate las manos y vente a comer”...
Yo, la verdad, no entiendo a los llamados maestros de la CNTE, principalmente los de Oaxaca y Michoacán. Pasan más tiempo en las calles y en el Zócalo de la Ciudad de México que en la escuela y en su casa. Mucho agradecería -lo digo con sinceridad, sin ironía ni sarcasmo- que alguien me explicara la razón o causa de sus continuos paros y sus huelgas; de sus plantones y manifestaciones; de los bloqueos de vías públicas y carreteras, acciones con las que tantos y tan grandes daños causan. Si algún motivo fundado hubiera para sus añejas y permanentes protestas yo sería el primero en darlo a conocer en este espacio. Señalaría con dedo flamígero, aun a riesgo de quemarme los demás, las injusticias de que son objeto, y apoyaría virilmente -toda proporción guardada- sus movimientos. Lo cierto es que por su causa cientos de miles de niños mexicanos se quedan sin escuela. ¡Cuántas cosas dejan de aprender en todos esos días que sus maestros no se presentan en el aula! Con su sempiterna holganza los supuestos profesores están robando algo muy valioso: el futuro de aquellos a quienes abandonan. Y ya no digo más, porque estoy muy encaboronado...
Se llamaba Facilda Lasestas. Digo “se llamaba” porque un día pasó a mejor vida. Quienes asistieron a su velación se sorprendieron al verla en el féretro con las piernas abiertas y dobladas. Explicó una de sus familiares: “La pobre Facildita nos pidió que la pusiéramos tal como sus amigos la recordaban”...
Dos amigos que hacía bastante tiempo no se veían se toparon en la calle. Le preguntó uno al otro: “¿Qué es de ti? ¿Qué haces?”. Respondió el interrogado: “Estoy experimentando un nuevo modelo de vida que consiste en vivir con una mujer sin tener sexo con ella”. Pensó el otro que su amigo practicaba alguna doctrina religiosa, espiritual o mística, de modo que le preguntó: “¿Cómo se llama ese modelo de vida?”. Respondió, mohíno, el amigo: “Se llama matrimonio”...
Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue a merendar en la casa de su amiguita Solicia Sinpitier, célibe otoñal como ella. Solicia fue a la cocina por los cafecitos, y en eso el teléfono sonó. Levantó el auricular la señorita Himenia y oyó acezos, jadeos, palabras soeces. “¡Solicia! -le gritó con alarma a su amiga-. ¡Tienes una llamada obscena!”. Desde la cocina responde la señorita Sinpitier: “Tómale el teléfono y dile que en seguida me reporto”...
El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite a sus feligreses el adulterio a condición de que no se consume el día del Señor), contrajo matrimonio con una de las hermanas de la congregación. La noche de las bodas el pastor fue al baño a fin de disponerse para la ocasión. Al salir se quedó estupefacto al ver a su esposita, a quien había considerado siempre mujer piadosa y recatada, tendida en el lecho, desnuda por completo, de espaldas, con las manos atrás de la nunca, sensual y voluptuosa, lúbrica, en la misma actitud de la Maja Desnuda, de Goya (1746-1828). “¡Pero, Husina! -le dijo consternado-. ¡Yo esperaba encontrarte de rodillas!”. “¡Ah no! -protestó ella-. ¡En esa posición de doggie style siempre me duele la cintura!”. (Nota: en Lilith, libro apócrifo, capítulo 985, versículos del 22,514 al 22,516, se lee que colocando tres o cuatro almohadas bajo el vientre se puede evitar tal indeseable efecto)... FIN.

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