Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Cambios de fondo
2013-08-12 | 22:29:10
Se celebró en el pueblo un baile de disfraces, y Babalucas acudió prácticamente en peletier, o sea en cueros. Llevaba solo una breve pampanilla que alcanzaba apenas a cubrirle las pudendas partes.
“¿Qué significa esto, señor mío?” –le preguntó en la puerta don Sinople, el presidente del casino, quien por haber leído en la preparatoria “El secreto del bien y del mal”, de don José Romano Muñoz, se sentía obligado a indagar el significado de las cosas.
“Es mi disfraz” –respondió con firmeza Babalucas. “¿Ah sí? –frunció las cejas y otras partes don Sinople-. No puede usted entrar así. Su disfraz es demasiado corto. ¿De qué viene usted disfrazado?”. Respondió muy ufano Babalucas: “De la crisis económica de México”. “Ya entiendo –replicó el señor-. En ese caso tampoco puede entrar. Su disfraz es demasiado largo”.
Este cuentecillo ilustra la idea contenida en el vocablo “parajoda”, ciertamente no admitido por la Academia de la Lengua. La parajoda es algo mucho más paradójico que la simple paradoja.
La paradoja es mera figura retórica; en cambio con la parajoda hay que joderse, si me es permitida la expresión. Digamos que la parajoda es el extremo más extremado y extremista de la paradoja. Pondré un ejemplo.
En México –paradójico país abundoso en parajodas- quienes se ostentan como revolucionarios son en verdad profundamente reaccionarios. Pongamos por caso a López Obrador.
Se presenta como el gran renovador de la vida nacional, como la única esperanza que hay de cambio, pero en cuestiones como los derechos de la mujer y de los homosexuales, o de la legalización de las drogas, se muestra más conservador que el más reaccionario miembro del Yunque, más rígido que el más episcopal de los obispos.
Igual sucede con el PRD. Supuesto abanderado de las transformaciones económicas, sociales y políticas, cuando se trata de hacer el cambio más leve a la herencia de “los gobiernos emanados de la Revolución” –o sea del PRI- los perredistas ponen el grito, si no en el cielo, por cosas de su ideología, sí en la tierra y en todo lugar.
Esgrimen la bandera del nacionalismo, y amenazan –lo mismo que AMLO- con salir a la calle, que es precisamente donde estamos por causa de la nociva preservación de un statu quo hace de los mexicanos perpetuos cuidadores de criptas y mausoleos ideológicos.
(Permítanme un momentito, por favor. Voy a anotar eso de “los mexicanos, perpetuos cuidadores de criptas y mausoleos ideológicos”, no sea que se me olvide. Quizá puede usar esa frase en alguna declaración a la prensa nacional. Lucirá mucho, sobre todo si la palabra “mausoleo” aparece bien escrita).
Lo cierto es que este país, sumido en la pobreza y el atraso, necesita cambios de fondo, y de más abajo aún.
Cuando mi abuela Liberata aconsejaba a sus hijos varones que escogieran como esposa a una muchacha de buen fondo, mi ingenioso tío Rubén, padre de mi primo Rubén Aguirre, el queridísimo Profesor Jirafales de la televisión, le preguntaba: “Pero, mamá: el fondo ¿quién se los ve?”.
Los sedicentes revolucionarios de México, tan conservadores en el fondo, tan reaccionarios, se mantienen aferrados al ayer. Eso no les permite ver en el presente el hoy, ni diseñar un mañana para el futuro. (Nota: Esto último no lo voy a anotar)…
Doña Frigidia, ya se sabe, es la mujer más fría del planeta. En cierta ocasión pasó frente a una agencia de viajes, en cuyo escaparate había un cartel que anunciaba un crucero por los Mares del Sur, y en ese mismo instante la cosecha de piña en Tahití quedó congelada.
Rarísimas veces la señora accedía a cumplir el débito conyugal, lo cual mantenía a su esposo, don Frustracio, en perpetuo estado de insatisfacción. Si el infeliz no recurría a la autoayuda es solo porque estudió en el colegio de los maromianos, y ahí adquirió la convicción de que si hacía “eso” le saldrían pelos en la correspondiente mano, se quedaría ciego y se iría al infierno, en ese orden.
Aun así don Frustracio no dejaba de celebrar los cumpleaños de su mujer. Una vez la llevó a cenar en restorán, y ahí le regaló un aderezo de brillantes. Las joyas, ya se sabe, son, para cierto tipo de mujeres, una especie de Viagra femenino.
Tras recibir el obsequio doña Frigidia le dijo a su marido: “Esta noche podrás hacer conmigo lo que quieras”. Don Frustracio fue y la dejó en casa de su mamá… FIN.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018