Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Buen remedio
2013-08-04 | 09:22:13
La mujer es mujer desde que es niña. El hombre es niño siempre, aunque sea viejo ya. Rosilita contaba 6 añitos. Una tía suya le preguntó por broma: “¿Tienes novio?”. “Sí –contestó muy segura la pequeña-. Es Pepito”. Poco después llegó el chiquillo. Le dijo la tía, sonriendo:”Tú eres el novio de Rosilita, ¿verdad?”. “¡Ni loco! –respondió enojado Pepito-. Yo no tengo novia”. Y se fue, encalabrinado. Rosilita le dice entonces a su tía con tono de conmiseración: “¡Pobrecitos los hombres! ¡Ellos son los últimos que se enteran!”...
Murió don Salacio, viejo ricachón y rabo verde. El notario que dio fe de su última voluntad hizo llamar a la secretaria del lascivo y adinerado carcamal y le informó: “Me permití llamarla, señorita Nalgarina, porque es usted una de las legatarias de don Salacio”. “¡Oh, no, licenciado! -protestó la muchacha-. Es cierto que pasé varios fines de semana con él en Acapulco, pero nunca fui eso que usted dice”...
Se conocieron en el bar. Ella era mujer fácil de cuerpo, según la expresiva expresión del clásico; él era amigo del bureo, el chocarreo, el cachondeo, el regodeo, el candongueo y el vergueo, que sin perdón de nadie así llama el diccionario de la Academia al escándalo o desorden. Convinieron en pasar juntos la noche, y se refocilaron competentemente hasta quedar dormidos por la fatiga que viene después del amoroso espasmo, esa pequeña muerte que dijo Maupassant.
Al despertar por la mañana ella le preguntó a su lúbrico amador: “Dime, Libidiano: después de lo sucedido anoche ¿me respetarás?”. Contestó él: “Solo si no me cobras”. (Creo advertir que a más de lúbrico Libidiano era cachuchero. Así se llama en lengua de truhanes a quien disfruta el trato de las meretrices sin pagar por él)…
Don Cornicio iba a salir de viaje, y su esposa andaba inquieta. “No te preocupes, Mesalinia –procuró tranquilizarla él-. Regresaré cuando menos lo esperes”. Replicó, sombría, la mujer: “Eso es precisamente lo que me preocupa”...
En cierto exclusivo club se celebraba un baile. Era una noche sin vanidad de luna, quiero decir oscura, y el vigilante hacía su acostumbrada ronda por el campo de golf. De pronto escuchó acezos, jadeos y ayes contenidos. Fue hacia el lugar de donde provenían aquellos ruidos sospechosos, y dirigió hacia el sitio el haz de luz de su lámpara de mano.
Cuál no sería su sorpresa –desusada frase- al ver ahí a una pareja en pleno trance de fornicación. “Señor –le dijo el guardia al hombre-, aquí no se pueden realizar actos contra la moral”. Replicó el sujeto: “Éste no es un acto contra la moral, amigo. Para su información, la señora es mi esposa”. “¡Perdone, caballero! -se aturrulló el otro-. ¡No lo sabía!”. “Yo tampoco –reconoció con franqueza el individuo-, hasta que usted nos echó usted luz”...
Iba a empezar la noche nupcial. El novio le hizo una confesión a su flamante esposa: “Pirulina, quiero que conozcas un oscuro secreto de mi vida. Antes de conocerte cometí el error de casarme tres veces”. “No te mortifiques -le respondió ella-. Antes de conocerte yo cometí más de 300 errores sin casarme ni una sola vez”...
La linda secretaria le comentó a su compañera de oficina: “Voy a enviarle un mensaje al jefe. ¿Cómo crees que debo firmarlo: ‘Suya atentamente’ o: ‘Suya cordialmente’?”. Le sugirió la otra: “¿Por qué no firmas: ‘Suya frecuentemente’?”...
La llorosa viuda recibía el pésame por el óbito de su querido esposo. “¡Era tan bueno! -dijo gemebunda-. ¡Cuarenta años de matrimonio, y nunca tuvimos una discusión!”. “¡Qué bonito! -se emocionó un doliente-. ¿Cómo lograron eso?”. Explicó la señora entre sus lágrimas: “Es que me tenía miedo”…
El señor y la señora llevaban quince años de casados y no habían encargado familia. Alguien le aconsejó al marido: “Haga que su esposa se bañe en aceite oliva inmediatamente antes del acto del amor. Eso hará que la señora quede en estado de buena esperanza, vale decir embarazada”.
Pasados unos meses la persona que dio el consejo le preguntó al señor: “¿Quedó embarazada ya su esposa?”. “No -respondió con tristeza el individuo-. Y ahora menos va a quedar: cada vez que intento hacerle el amor me resbalo”... FIN.
Mirador
Armando Fuentes Aguirre.
Historias de la creación del mundo.
No somos capaces de abarcar todo lo que el Creador ha creado.
Hay infinitos mundos más allá del que vemos cada día, y ni siquiera conocemos todo lo que en este que conocemos creó.
Ahí donde suponemos que acaba el universo otro universo empieza. Y después comienza otro, y luego hay incontables universos más, algunos quizá llenos de vida –llenos de vidas- que no alcanzaremos nunca a comprender ni a comprender.
Pues bien: lo que en seguida voy a relatar es cierto.
El 23 de abril de 1564, Dios, el Supremo Creador, dijo admirado estas palabras:
-¡Caramba! ¡Ya me salió un competidor!
Y es que ese día nació Shakespeare.
¡Hasta mañana!...
Manganitas
por afa
“…Período extraordinario de sesiones en la Cámara…”.
¿Período extraordinario?
Eso me sorprende, sí,
porque lo que hacen ahí
es siempre muy ordinario.

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