Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Ausencias políticas
2013-07-29 | 22:09:11
Simpliciano, joven candoroso, se iba a casar por las tres leyes (por el civil, por la iglesia y por indejo) con Pirulina, muchacha dueña de bastante ciencia de la vida. Le ofreció extático y frenético en metafórico arrebato lírico: “¡Voy a construirte un palacio, amada mía, para que hagamos el amor como el príncipe y la princesa de los cuentos!”. Respondió Pirulina, expeditiva: “Mejor constrúyeme un manicomio, para hacerlo como locos”…
Don Valetu di Nario, viejo rabo verde, le dijo con acento salaz a la guapa mesera de la taquería: “¡Me traes de cabeza, mamacita!”. Le contestó ella: “Tomando en cuenta su edad, señor, mejor le traeré de lengua”. (No le entendí)…
Doña Tebaida Tridua, lo saben mis cuatro lectores, funge como presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, agrupación encargada de velar por la moral de quienes no pertenecen a la organización.
Envié un ocurso o memorial a tan ilustre dama, escrito en 12 fojas útiles y vuelta en papel vergueteado –así se llama, sin perdón-, con caracteres elzevirianos, para solicitarle su Nihil Obstat a fin de publicar aquí el execrable chascarrillo conocido en el bajo mundo de la sicalipsis con el extraño nombre de “Incompatibilidades”.
Doña Tebaida no solo negó el Imprimatur a ese cuento, sino además amenazó a su autor con denunciarlo ante la Liga de la Decencia por andar publicando “mahomías”. Esa palabra inconveniente –está peor que “vergueteado”- usó dicha señora al calificar la historietilla mencionada ut supra. Léanla mis cuatro lectores al final…
Alguna vez hice memoria de aquel gobernador de cierta entidad norteña, hombre rústico pero bien intencionado, que antes de hacerse cargo de su “alta embestidura” –así decía- estudió detenidamente la Constitución de su estado, a fin de no apartarse de ella “ni la mitad de un jeme”, según dijo. Un jeme es la distancia que media entre los dedos índice y pulgar, separados lo más posible.
El mismísimo primer día que tomó posesión del puesto, el buen señor hizo llamar al secretario general de Gobierno y le dijo con solemnidad: “Entiendo, licenciado, que la ley máxima de nuestro estado prescribe que en las ausencias temporales del gobernador se hará cargo del despacho el secretario general”. Confirmó el letrado: “Así es, señor Gobernador”.
Con el mismo tono solemne le indicó el gobernante: “Pues bien, señor secretario: ha llegado el momento de poner en efecto dicha prescripción”. “No entiendo, señor” –se desconcertó el funcionario. “Sucede –explicó el ejecutivo- que he de ausentarme temporalmente del desempeño de mi cargo. En términos de ley, por tanto, debe usted ocupar mi puesto. Le ruego que lo ocupe durante el tiempo que dure mi ausencia”. El otro se asustó.
¿En su primer día iba el gobernador a separarse de su cargo? ¿Qué poderoso motivo lo obligaba a tomar tan extremada decisión? Le preguntó, vacilante: “¿Puedo saber, señor Gobernador, cuál es el motivo por el cual va usted a separarse en forma temporal del puesto?”. Respondió el gobernante: “Voy a echar una meadita”…
Con motivo de la intervención quirúrgica que le será practicada al Presidente de la República algunos han miccionado en la parte exterior de la vasija redonda de buen tamaño y gorda, que sirve para calentar agua o cocinar. Quiero decir, en términos más llanos, que algunos han meado fuera de la olla, y han elucubrado acerca de si el mandatario debió pedir licencia a la Cámara Baja o a la bajísima antes de ir al hospital.
Unos cuantos días durará la ausencia de Peña Nieto, pero no faltan nunca quienes quieran dar brincos, aunque esté el suelo parejo. Burocratismo y politiquería son dos forúnculos de los cuales debería ser operada la República. Y ya no digo más porque estoy muy encaboronado…
Viene ahora el cuento que arriba se anunció: “Incompatibilidades”. Personas con tiquismiquis de moralina, no lo lean… Doña Frigia y don Fofó se divorciaron por motivos de alcoba, a pesar de que en cuestión de sexo ella era una mantequilla, y él un hierro al rojo vivo. En efecto, en el momento del amor ella se ponía como la mantequilla: fría y dura, y él como hierro al rojo vivo: caliente, pero blando… FIN.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018