Por Catón
Columna: De política y cosas peores
El quehacer de escribir
2013-07-23 | 22:34:48
Un individuo llegó el sábado por la noche a la casa de mala nota. Con disgusto la encontró cerrada, y con mayor desazón aún leyó el letrero que en la puerta había hecho poner la mamasanta (así llama García Márquez en sus memorias a la dueña de una mancebía o lupanar). Decía el tal letrero: “Cerrado por vacaciones. Sírvase usted mismo”…
La foca se veía ojerosa, insomne, pálida. Explicó: “Es que tuve el foco prendido toda la noche”…
Comentaba un señor: “Mi esposa y yo dormimos en camas separadas, en habitaciones separadas; salimos a divertirnos separadamente, y tomamos vacaciones separadas. Todo con tal de mantenernos juntos”…
La gallina madre les dijo a sus gallinitas: “Somos afortunadas, hijas mías: los huevos que ponemos son redondos, no cuadrados, y menos aún -¡Dios guarde la hora!- en forma de pirámide”…
La esposa de Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, se vio en el espejo y le pidió luego a su marido: “Dime la verdad: ¿estoy muy gorda?”. Respondió el majadero: “Si te lo digo ¿prometes no comerme?”…
El doctor Ken Hosanna fue a una convención de médicos. En el lobby bar del hotel conoció a una atractiva rubia. Entabló conversación con ella, y le invitó una copa. Ella la aceptó, y luego pidió dos o tres más.
Animado por esa acogida, el facultativo pensó en otra y le propuso a la muchacha ir con él a su habitación. Le dijo ella: “Si perteneces a la seguridad social, te daré cita para dentro de seis meses. Si eres particular, te cobraré mil pesos por 15 minutos”…
Astatrasio Garrajarra manifestó en una cantina: “Yo con una copa tengo. El problema es que nunca recuerdo si es la número 15 ó la 16”…
¿Cuál es el animal más verriondo que hay? Es el canguro. Puede pasarse varios días sin beber agua ni comer, pero no puede estar ninguno sin echar varios brinquitos…
Hoy la tierra y los cielos me sonríen; hoy llega al fondo de mi alma el sol. Sucede que recibí dos mensajes de esos que bastan para justificar toda una vida de escritor. De escribidor es la mía, pero aún así quedé ungido con el precioso bálsamo de la bondad humana. El primer correo me lo envió la señora Ana María Zavala Aguirre de Solórzano.
He aquí su texto: “Soy una de sus múltiples admiradoras. No acostumbro mandar mensajes, pero le envío éste para decirle que acabo de renovar mi suscripción a Reforma solo por usted. Desde hace varios años lo leo. Con la enfermedad de mi marido, su fallecimiento, mi cáncer y mi recuperación, mi yo interno me pedía sonreír todas las mañanas. Usted me ha dado y me sigue dando cada día motivo para hacerlo con su columna de Catón, y temas de reflexión en su otro artículo, Mirador.
¿Recuerda cuando escribió que el Padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia? (Año uno, número uno del Reforma). Gracias por escribir. Y una súplica: siga escribiendo. Alivia mi soledad y anima mis días. ¡Muchas gracias!”.
El segundo mensaje es de otra generosa lectora, María Rosa Salas Rosas. Dice así: “Queridísimo Catón: Mi mamá acaba de morir a los 99 años. Su gran ilusión de todos los días era que se le leyera el artículo de Catón. Lo más sorprendente es que siempre nos contaba uno o dos chistes de sus personajes. Las compañeras de casa iban a que les contara el chiste de ese día, y créame que se armaba la chorcha, todo alrededor del cuento.
Tengo una deuda emocional con usted, y quiero darle las gracias de todo corazón, ya que gracias a su gran ingenio mi mamá encontró momentos de diversión, interés y alegría en sus últimos años. Dios lo bendiga”.
El quehacer de escribir es solitario. Al hacerlo está uno solo y su alma, y a veces completamente solo. Quien vive de esto muere mucho, por la inseguridad que acompaña siempre a aquel que escribe. Algunos temen ser la voz que clama en el desierto; yo temo no ser ni siquiera voz.
De pronto, sin embargo, me llega un mensaje como esos dos que transcribí, y entonces siento que soy algo; que mi vida vale tanto como la del hombre o la mujer que hacen el pan, el vestido, la silla o la casa, o como la de aquellos que enseñan, curan, siembran, cuidan o aconsejan.
Doy gracias, entonces, a quienes me dan las gracias; en esta ocasión a esas dos gentiles damas cuyas palabras pusieron tanto sentido en las mías. Su bondad me ayudará a seguir escribiendo. Quiero decir que me ayudará seguir viviendo… FIN.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018