Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
La culpa la tiene el comunismo
2013-07-15 | 10:59:06
Esta columneja debería llamarse hoy “La importancia de mirar a un
perro”. Para fundarla hará una lapidaria declaración inicial: Marx,
Engels y Lenin nunca vieron mear a un perro.
De esa omisión fatal nació el comunismo.
Explicaré mi afirmación, pues reconozco que a primera vista puede
sonar audaz y peregrina.
Partamos de un hecho conocido: los perros mean postes, troncos
de árboles y otros sitios igualmente estratégicos.
Los mean no porque traigan la vejiga llena, sino porque así marcan
y acotan un territorio que consideran suyo.
Con esas aspersiones odoríferas avisan a otros perros que están en propiedad privada. Si Lenin, Engels y Marx hubiesen salido a la
calle en vez de sumergirse en sótanos infectos para inventar sus tremebundas teorías, de seguro habrían visto a un perro meando, y
así habrían aprendido lo que hasta un niño de pecho sabe bien: que la propiedad no es invención humana, sino instinto que brota
de la naturaleza.
No habría nacido el comunismo, entonces.
Por consecuencia, no habrían existido las purgas estalinistas,
ni la Guerra Fría, ni el Muro de Berlín, ni Corea, ni la guerra de
Vietnam...
Por culpa del comunismo casi todo el siglo veinte fue un desmadre. Todo por no haber visto un perro meando. Rousseau dijo que
los males del mundo comenzaron el día en que un hombre fue lo suficientemente imbécil para decir:
“Esto es mío”, y los demás hombres fueron lo suficientemente
imbéciles para creérselo.
Tal teoría es falsa, digo yo. La propiedad privada no se aprende: se mama, con perdón sea dicho. Y si no, haga usted una pequeña
prueba. Cuando tenga cerca a un bebé golpee suavemente con el dedo índice la palma de una de las pequeñas manos del infante. De
inmediato el bebé la cerrará.
Los paidólogos llaman a esto “instinto prensil”.
Yo lo llamo instinto de propiedad.
Tampoco los fundadores del comunismo pusieron jamás su dedo en
la palma de la mano de un bebé.
Por eso -y por no haber visto a un perro haciendo de las aguas- se
les ocurrió el enorme desatino de negar la propiedad privada.
El problema es que todo hombre quiere ser un propietario, tanto los Rockefeller como los posesionarios. Si algún país niega a sus
ciudadanos el derecho -derecho natural- a ser dueños de una cosa, esos ciudadanos buscarán la primera oportunidad para largarse a
donde puedan convertirse en propietarios, es decir tener con
exclusividad algo para sí.
Por eso tantos cubanos se van a Miami, ciudad que es una
prolongación de Cuba. (Decía un cubano: “Lo que más me gusta de
Miami, chico, es lo cerca que está de los Estados Unidos”).
Los mueve el anhelo de la libertad, pero también el de la propiedad
privada, que es uno de los más apreciados frutos de la libertad.
Conservador es el que tiene algo que conservar.
Muy bien decía Churchill: el que a los 18 años no es comunista es
un idiota. El que a los 40 años es comunista es un idiota…
El jefe vikingo y su ayudante iban pasando por un campo cuando fueron violentamente atacados por dos descomunales toros que no
los cornearon, pero hicieron con ellos algo que desde el punto de vista del honor de un guerrero es aún peor. Masculló el ayudante
sacudiéndose el polvo después del atentado: “Mil veces le he dicho, jefe, que deberíamos dejar de usar esos cuernos que llevamos en
el gorro. Por causa de ellos los toros nos confundieron”...
El yerno le dijo a su suegra que le tenía reservado un alto honor: ella
sería la encargada de inaugurar la nueva alberca de su casa.
Llegado el día le dijo el tipo: “Ande, doña Gorgolota: suba al trampolín
de los 10 metros y haga el clavado inaugural”. (Como se ve, el honor era realmente muy alto).
“Pero, yerno -vaciló la señora-. La alberca no está llena. Tiene sólo
30 centímetros de agua”.
“Precisamente, suegrita -responde el ruin sujeto-. No queremos que se nos vaya a ahogar”...
Los papás de Pepito cerraron por dentro la puerta de la alcoba
conyugal.
El hermano menor de Pepito se asomó por la cerradura y exclamó
sorprendido: “¡Están jugando a las luchas!”.
Le dice Pepito: “No voy a sacarte ahora de tu error, pequeño, pero
debes saber que si no fuera por esas luchas ni tú ni yo estaríamos
aquí”...
Entró un tipo en la cantina y dijo con tono retador: “¿Quién tiene los
éstos más grandes que yo?”.
Un sujeto mal encarado y fortachón se levantó desafiante.
“Yo, -le dijo al otro encarándolo-. Yo tengo los éstos más grandes que usted”.
“Ah, bueno -responde el tipo-. Entonces cómpreme unos calzones
que me regalaron, y que me quedan grandes”...FIN.

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