Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Mancera y la legalización de la marihuana
2013-07-09 | 22:30:41
Don Cornulio llegó a su casa, y al entrar en la recámara vio a su esposa tendida en el lecho conyugal, sin ropa y en estado de gran nerviosidad. Escuchó ruidos en el clóset del pasillo, fue hacia él y lo abrió. Ahí estaba un individuo de la raza negra, desnudo también. “¿Qué hace usted aquí? –le preguntó don Cornulio hecho una furia-. ¡Éste es el clóset de blancos!”…
Un borrachín llegó a una tienda departamental. Cae que no cae se dirigió a la sección correspondiente y le preguntó a la encargada, frondosa chica de mucha pechonalidad: “Perdone usted, amable señorita. Con todo respeto: ¿aquí es la sección de objetos perdidos?››. «Sí, señor –respondió la muchacha-. Aquí es”. “Pues recójame por favor -le pidió el temulento al tiempo que se reclinaba como en un refugio en el generoso busto de la joven-. Mi mujer dice que soy un perdido”…
“Reverendo –le confió la curvilínea muchacha al predicador-, no puedo ver a un hombre sin sentir deseos de entregarme a él. ¿Cree usted que me libraré del pecado?”. “Sí, hermana -le aseguró el pastor-. Pero nada más porque en este momento debo predicar mi sermón”...
La Ciudad de México es de izquierda. Cualquier observador extranjero diría eso al conocer las posiciones de avanzada que en diversos temas comunitarios han asumido los habitantes de la Capital.
Quien tal dijera no se equivocaría.
En cuestiones tales como los derechos de la mujer y la lucha contra la homofobia el Distrito Federal ha señalado el camino al resto de las entidades de la Federación.
Volvió a hacerlo con la reciente declaración del Jefe de Gobierno en el sentido de que debe abrirse un debate formal sobre la posibilidad de dar un marco legal más amplio a la venta y consumo de la marihuana.
Espero que las razonables palabras de Mancera no queden en eso, palabras solamente, sino que se concreten en actos tendientes a establecer un ámbito mayor de despenalización a una sustancia cuyo uso ya está en buena parte despenalizado.
Cada vez en mayor medida se escuchan en el mundo voces autorizadas que señalan el absoluto fracaso de la guerra contra las drogas y proponen que se discuta su posible legalización. En el caso de la mariguana se han hecho avances considerables, según se ha visto en Estados Unidos y en varios países europeos.
También en la Capital del país debe discutirse el tema, con participación de los diversos sectores involucrados y dando voz a los consumidores, que mucho tienen que decir sobre el asunto.
Algo se debe hacer al respecto. Lo peor sería no hacer nada…

El vendedor de ropa íntima para dama compartió con su peluquero una preocupación que lo asediaba. “Se me está cayendo el pelo, maestro -le dijo-. Dentro de poco estaré completamente calvo, como usted”. Le informó el fígaro: “Tengo un tónico magnífico que evita la caída del cabello”. “¡No me diga! –se burló el otro-. ¿Siendo calvo vende usted tónico para el cabello?”. “¿Y por qué no? –se defendió el peluquero-. Usted vende brassiéres ¿y a poco tiene lo que llevan dentro?”...
La esposa de Ovonio Grandbolier, el hombre más perezoso del condado, comentó en la merienda con sus amigas: “Mi marido está enfermo de mal de criadillas”. Preguntó una de las presentes: “¿Las comió y le hicieron daño?”. “No –explicó la señora-. Es muy güevón”...
El administrador del cementerio municipal se indignó al ver que un borracho hacía de las aguas sobre una tumba recién abierta. “¿Qué hace usted?” -le preguntó, irritado-. “Perdone, mi estimado –contestó el ebrio-. Mi compadre Empédocles acaba de pasar a mejor vida. Tenía en su casa una botella del mejor whisky que hay, finísimo, muy caro. Como le gustaba mucho me pidió que regara el contenido de esa botella sobre su tumba. Pero no me dijo nada acerca de que no pudiera yo pasarlo primero a través de mis riñones”...
Don Ignario, señor muy rico pero poco cultivado, ofreció una fiesta en su casa, e invitó a los estirados vecinos de al lado, doña Panoplia de Altopedo y su esposo don Sinople. La empingorotada señora tenía un perro collie escocés muy fino, y no perdía ocasión de hablar de él.
Así, en el curso de la cena doña Panoplia declaró con afectada voz: “Debe haber plaga de pulgas en la ciudad. Ya no hallo qué hacer con mi collie”. “Por nosotros no pase cuidados, Panoplita –le dijo con afabilidad el anfitrión-. Rásquese, rásquese”... FIN.

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