Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
A los mexicanos nos gusta visitar al doctor
2013-07-24 | 22:33:07
El joven recién casado les dijo con acento sombrío a sus amigos: “Mi esposa está embarazada. Va a tener niña”. Le preguntó uno: “¿Y tú querías niño?”. “No –replicó, hosco, el individuo-. Yo lo único que quería era follar”. (Nota del autor: el protagonista de este cuento es de seguro hombre incivil y desconsiderado. Se parece al actor de cine Warren Beatty. Alguien le preguntó por qué no se casaba con una de sus incontables novias, y respondió en modo canallesco: “El hecho de que necesites un cuarto de litro de leche no significa que debas cargar con toda la vaca”. ¡Qué gran majadería! Las sociedades humanas tienen su basamento en esa sólida institución que es la familia. Desde los más remotos tiempos... (Nota de la redacción: nuestro estimado colaborador se extiende por 15 fojas útiles y vuelta en una serie de disquisiciones sobre la familia, el sentido de responsabilidad social, la moral pública y privada y otras interesantes consideraciones que desgraciadamente nos vemos en la precisión de suprimir por falta de espacio. Y si tuviéramos espacio igualmente las suprimiríamos)...
Don Hamponio, el delincuente de la esquina, experimentó los primeros síntomas de ese penoso mal que se conoce como orquitis: inflamación de los testes, dídimos o compañones. Le dijo a uno de sus canchanchanes: “Voy a ver a un urólogo”. Le preguntó el guarura: “¿Por qué, jefe?”. Contestó don Hamponio: “Porque se me hinchan los uebos”. “No se enoje, jefe –se azaró el contlapache-. Yo nada más estaba preguntando”. El diccionario de la Academia define la palabra “uebos” como “cosa necesaria”. Su uso aquí, por tanto, no es escatológico. Ahora voy a ver cómo define el diccionario de la Academia la palabra “escatológico”...
Conforme nos volvemos democráticos los mexicanos nos hacemos antidemocráticos. Esa aparente parajoda –la parajoda es el grado extremo de la paradoja- tiene explicación. En el reciente proceso electoral los estados en que se registraron votaciones altas fueron por regla general aquellos con menor índice de educación y más pobreza. ¿Qué significa eso? Al parecer los votantes instruidos, de clase media y alta, están dando la espalda a las urnas; se abstienen de votar como muestra de repudio a los excesos de la clase política, a la irritante y machacona propaganda que los partidos hacen a través de la radio y la televisión, y al insultante gasto del enorme aparato electoral. Votan, en cambio, aquellos que son acarreados a las casillas por los diversos partidos; los que aún pueden ser objeto de manipulación. Se observa una tendencia preocupante: cuanto más pobre es un distrito, y menos educación tienen sus habitantes, mayor es el número de votos que en él se recaban. Desde luego estoy generalizando, lo cual es más indebido aún que sargentizar o coronelizar, pero un estudio serio -que no se ría- podría confirmar esos datos. Al paso que vamos, en las próximas elecciones sólo votará el que sea llevado a votar. Vuelvo a señalar la parajoda: el bienestar económico y la educación alejan a los mexicanos de las urnas en vez de acercarlos a ellas. Eso entraña un grave riesgo para la democracia...
¡Estólido escribidor calamocano! Con tus lucubraciones pretendes orientar a la República, y lo único que logras es poner en ella zozobra e inquietud. ¿Quién eres tú para andar poniendo inquietud y zozobra en las repúblicas? Déjalas en paz; que tus penseques no las turben. ¡Tan bonita que es una república tranquila! En vez de ominar calamidades narra un último chascarrillo y después toma el portante. Cuando al término de tu columnejilla inscribas las tres letras de la palabra “Fin” (efe, i, ene. Sí, son tres), entonces la República respirará tranquila...
La esposa de Afrodisio Pitongo dio a luz. En la habitación que la señora ocupaba en la clínica de maternidad el salaz individuo le preguntó al obstetra: “Dígame usted, médico: ¿cuánto tiempo debo esperar antes de volver a hacer el sexo con mi esposa?”. La señora se adelantó a la respuesta del facultativo: “¡Por favor, doctor! –le pidió al galeno, suplicante-. ¡Dígale que por lo menos se espere a que salga usted del cuarto!”... FIN.

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