Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Integrar a la sociedad
2013-07-30 | 22:29:12
El Papa me ha sorprendido, lo mismo que a todos. Igual que a muchos, me ha encantado. Y a la par de algunos me inquieta saber si su carisma -que ya se anuncia mayor que la de Juan Pablo- servirá para que la Iglesia haga los cambios que están reclamando tanto el espíritu cristiano como el mundo de hoy. Atrae Francisco por su franciscana sencillez, por su llaneza.
Se comentan y elogian sus rasgos de humildad. La visita que hizo a Brasil fue un resonante éxito: el Vicario se mostró experto hombre de Estado, hábil conductor de multitudes, estrella de los medios de comunicación y cautivador guía espiritual. No cabe duda: Habemus Papam. ¿Será temprano todavía para pedir que el Santo Padre añada a lo franciscano lo jesuita?
En efecto, muchos nos preguntamos si a su bondad humilde juntará la audacia y energía necesarias para renovar lo que en la Iglesia debe renovarse, o si, por el contrario, se mantendrá sujeto a los esquemas de ortodoxia de su predecesor y a las rígidas prescripciones eclesiales, en temas como el celibato sacerdotal o el trato que la Iglesia da a los divorciados, a la mujer y a los homosexuales.
En lo que hace a esta última cuestión, fue causa de alegría y esperanza la declaración que hizo el Pontífice en el avión que lo llevaba de regreso a Roma: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?”. Añadió que el catecismo de la Iglesia dice que no se debe marginar a esas personas, y que hay que integrarlas en la sociedad.
Pero traslademos la pregunta del Papa a otro contexto y digamos, por ejemplo: “Si una persona es de raza negra y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?”. Quiero decir que en las palabras de Francisco se percibe todavía ese involuntario tono discriminatorio, que no somos aún capaces de dejar atrás, hacia las personas homosexuales.
Lejos de mí la temeraria idea de disentir del Santo Padre. Me agrada mucho su modo de ser; veo en él una luminosa promesa para la Iglesia a la que pertenezco. Sin embargo, alguien dijo que también los laicos tenemos derecho a decir nuestro sermón, y yo pienso que no se trata de integrar los homosexuales a la sociedad, sino de integrar la sociedad a los homosexuales.
Se trata de hacer que la sociedad abandone ya su hostilidad hacia ellos; que les reconozca la misma calidad y condición humana que a los heterosexuales, y los mismos derechos. Las personas homosexuales no son un grupo aparte, como lo fueron en tiempos de la Biblia, los lazarinos o leprosos. Son personas como todas -¡qué absurdo es tener qué decirlo!-; son parte de la sociedad.
No se les debe ofrecer como generosa dádiva integrarlos a ella; antes bien se debe luchar por una sociedad más informada, más humana, menos atada a prejuicios nacidos de la ignorancia. La sociedad está desintegrada; a ella es a la que hay que integrar en la justicia y el respeto a todos por igual.
Espero que el nuevo Papa aplique sus riquísimos carismas, su personalidad tan atrayente, su talento y bondad a la tarea –impostergable ya- de poner a tono a la Iglesia no solo con nuestro tiempo, sino sobre todo con lo que pide el cristianismo, doctrina de verdad, de justicia y de amor…
¡Bravo columnista! Esas palabras, en labios de otro que no fueras tú, habrían sido grabadas ya en bronce eterno o mármol duradero. Dichas por ti no alcanzan ni siquiera a ser inscritas en plastilina verde. Haré lo que aquel virrey que declaró nula y sin efectos una corrida de toros por haberse llevado a cabo sin su autorización, y daré tus palabras por no escritas. Si no quieres dejar este día sin línea pon aquí algunos de tus inanes chascarrillos, y luego pasa a retirarte como los merolicos de barriada…
Capronio, sujeto ruin y majadero, les comentó a sus amigos: “Siempre hago gritar a mi mujer durante el sexo”. Preguntó uno, admirado: “¿Cómo le haces?”. Respondió el bellaco: “La llamo por el celular y le digo que lo estoy haciendo”…
Un individuo de nombre Celerino Precocio fue a un hotel con la sinuosa dama a la que conoció en un bar. Terminado el correspondiente trance la perendeca le dijo a Celerino: “¡Y pensar que por estos 10 segundos te van a cobrar toda la noche!”…
Babalucas estaba en el departamento de una linda chica, viendo con ella la televisión. De pronto hubo una interrupción eléctrica y todo quedó a oscuras. “¡Aprovéchate, Baba!” –le dijo con anheloso tono la muchacha. El tonto roque cogió el televisor y salió a todo correr… FIN.

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