Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
'Me duele la pobreza’
2013-08-01 | 09:11:15
“Acúsome, Padre, de haber cometido un grave pecado de la carne”. Así le dijo en el confesonario la linda novicia al joven cura. “¿Cómo dijiste? –exclamó ansiosamente el novel sacerdote-. ¡Cuenta, hija mía, cuenta!”. Le dice ella: “La comí en viernes”…
Una tortuga macho percibió la presencia -a 100 metros de distancia- de una tortuga hembra. Inmediatamente encaminó sus pasos hacia ella. Después de siete días llegó por fin a donde estaba. Subió a la tortuga, empresa en la cual tardó otro día, y luego de acomodarse convenientemente para la ocasión -12 horas más empleó en eso- le hizo el amor durante 6 horas y media. Al terminar el trance la tortuga hembra acudió ante el juez de los animales y presentó una denuncia por violación contra la tortuga macho. “¿Cómo estuvo eso?” –le preguntó el juzgador a la tortuguita. “No sé, su señoría –respondió ella-. ¡Todo sucedió tan aprisa!”…
Este hombre les dijo a sus amigos en el bar: “¿Saben ustedes lo que significa para mí llegar en la noche, después de trabajar duramente todo el día, y encontrar a una mujer dulce, amorosa, tierna y comprensiva? Significa que me metí en una casa que no es la mía”…
La República se me presentó en sueños la otra noche y me dijo con voz suave en que no había tono de queja o de reconvención: “Hace mucho tiempo que no me orientas”. Es guapa la señora, lo que sea de cada quién, más que la morenaza de bandera que aparece en la portada de los libros escolares. Su mirada es de ésas con que una mujer te dice sin palabras: “Date preso”.
Aun sin saberlo sabes que en su corazón estás como estuviste una vez, seguro y cálido, en el seno amoroso de tu madre. Pues bien: la otra noche se me presentó en sueños México y me dijo esto: “Lo que me duele más es la pobreza de mis hijos”. Yo guardé silencio. Tan bien lo guardé que ahora no lo encuentro, por eso estoy aquí hablando tanto.
Más de la mitad de los mexicanos viven en situación de pobreza, algunos de pobreza extrema. Su situación se aliviaría si hubiera más fuentes de trabajo, pero ni los inversionistas mexicanos ni los extranjeros se animan a crear empleos por la situación de inseguridad que priva en el territorio nacional.
Tal es hoy por hoy el mayor problema del País. Con una cabal coordinación entre las fuerzas federales –Ejército y Marina-, los gobiernos estatales y municipales, y la ciudadanía en general, podría ganarse esto que ya es una verdadera guerra que el Estado mexicano ha de enfrentar empleando todos sus recursos, y en la cual no debe dar cuartel.
Estados enteros se han perdido ya: Tamaulipas y Michoacán son solo dos ejemplos entre otros que se podrían mencionar. El gobierno de Peña Nieto debe dar prioridad a este gravísimo problema. De otro modo, el sueño que tuve la otra noche, de un México bello, seguro y amoroso, se convertirá en una siniestra pesadilla. Para muchos lo es ya…
¡Uf, columnista mentecato! Tus palabras de ominoso arúspice me produjeron en la espalda un repeluzno que me corrió desde la nuca hasta no quiero decir dónde. Narra ahora algunos otros chascarrillos que hagan volver el perdido sosiego a la República…
Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, comentaba en su estilo de bellaco: “Hacer el sexo dentro del matrimonio es como ir a la tienda de conveniencia de la esquina: no hay mucha variedad, pero siempre está ahí”…El violinista callejero se disponía a dar por terminada su jornada cuando al volver la vista al callejón que tenía a su espalada vio a un perro y una perrita que hacían lo que las perritas y lo perros suelen hacer en la vía pública. Le dice el perro al violinista: “No te quedes ahí parado, güey. Tócanos ‘Strangers in the night’”…
El muchacho no andaba sobrado de dinero, y la chica era en extremo pretenciosa. La invitó a cenar en restorán. Ella, para escoger su platillo, observó primero la parte derecha del menú, la de los precios. Le preguntó el apurado galán: “¿Qué vas a pedir?”. Respondió la chica: “Estoy pensando en la langosta a la champaña”. Le dice él: “¿Por qué no piensas otra vez?”…
Con evidentes intenciones amorosas don Chinguetas se acercó en el lecho conyugal a su esposa doña Macalota. Ella lo detuvo: “Hoy no, querido. Me duele la cabeza”. “Esto te va a ayudar –le dijo don Chinguetas-. Me puse polvos de aspirina en el extremo superior de la alusiva parte”… FIN.

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