Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Los que fueron ya se fueron
2013-08-19 | 21:42:47
“Muévete, linda” –le dijo don Madano, obeso señor, a la muchacha de tacón dorado con la que estaba yogando en la tradicional posición del misionero. Ella empezó a parpadear rápidamente. Le preguntó extrañado el rollizo galán: “¿Por qué parpadeas así?”. Respondió ella: “Con usted encima lo único que puedo mover son los párpados”...
Avaricio Cenaoscuras, hombre ruin y cicatero, cortejaba a una chica. La llamó por teléfono y le propuso: “¿Qué tal si vamos hoy en la noche a pasear por el parque?”. “Está bien” –dijo ella no muy convencida. Volvió a inquirir el cutre: “Y ¿qué te parecería una buena cena antes del paseo?”. “¡Fantástico!” –se entusiasmó la chica. “Muy bien –le dijo entonces Avaricio-. Pasaré por ti a las 9. A esa hora seguramente ya habrás terminado de cenar”...
Un vendedor de seguros fue a buscar a don Algón. No vio a su secretaria en el escritorio, de modo que llamó a la puerta de la oficina del ejecutivo. Asomó por ella la muchacha. Para sorpresa del agente la atractiva asistente llevaba las bubis al descubierto. Le dijo al visitante: “Don Algón no puede recibirlo ahora. Es su hora del lunch”. (No le entendí)...
Todos vamos cargando a nuestros muertos. Esa forma de la fatalidad que son los genes nos hace ser lo que ellos fueron. Yo soy mis padres, y mis abuelos, y mis bisabuelos. Quién sabe en qué palabra mía, o en qué pensamiento, o en qué acción, vuelve a vivir algún remoto antepasado mío cuya imagen y nombre se han perdido.
Somos la casa de los que ya no tienen casa; viven y moran en nosotros. Guardamos su memoria para guardarnos del olvido. Conozco algunas canciones mexicanas muy tristes: “La barca de Guaymas”, por ejemplo, o las llamadas “Golondrinas yucatecas”.
Pero una canción infantil me pone siempre un nudo en la garganta. Es aquella en que un niño –o una niña- le pregunta a su abuelita: “Di por qué junto al ropero / en que hay tantos retratos, / di por qué lloras a ratos; / dime, abuelita, por qué”.
Recordamos a los que se fueron para que cuando nos vayamos nosotros nos recuerden los que vienen. Pero una cosa es la recordación y otra muy diferente es la atadura. Los que fueron ya se fueron. Su tiempo y circunstancia pasaron ya. Pretender revivir su época y la forma en que actuaron es tan absurdo como querer resucitarlos a ellos. Les debemos respeto permanente, pero no perpetua sumisión. Hicieron lo que debían hacer. Igual deber nos toca.
Todo esto lo digo a propósito de la reforma energética. Particularmente en el tema del petróleo nadie debe pensar únicamente en lo que hizo su padre: debe pensar también, sin egoísmos personalistas, con generosidad y verdadero patriotismo, en lo que se ha de hacer para que sus nietos y los nuestros vivan en un México mejor, más moderno, más libre de dogmas y tabúes; una nación que no mire al pasado, sino al porvenir, y que no haga de sus próceres un tótem pétreo, sino un ejemplo de renovación.
Lo que se hizo hace 75 años fue muy bueno, pero se hizo hace 75 años. Cambian las épocas y el mundo cambia. Si no cambiamos nosotros nos joderemos. (¡Uh, mentecato columnista! ¡Tan bien que ibas!)...
El astroso vagabundo le dijo en la calle a la preciosa chica: “¿Me da 50 pesos para una taza de café?”. Le respondió ella fríamente: “Una taza de café cuesta 25 pesos”. “Sí –admitió el pedigüeño-, pero esperaba que usted me acompañara”...
Quién hubiera tal ventura sobre las aguas del mar, y también en la tierra y bajo el cielo, como hubo don Potencio, señor que a pesar de su avanzada edad -andaba ya en los 70- conservaba íntegras sus facultades de varón.
El doctor que le practicó un examen médico se sorprendió al saber que el maduro caballero gozaba todavía los placeres de la cama. Le preguntó, admirado: “¿Cuántas veces al mes hace usted el amor?”. Respondió el viripotente másculo: “Lo hago cinco veces por semana, de modo que saque usted la cuenta”. El facultativo se asombró aún más. Le dijo, inquieto: “Señor: cuando se está en los 70 años es peligroso tener sexo 20 veces al mes. Hágalo cuando mucho 4 veces”.
“Muy bien, doctor –suspiró don Potencio, resignado-. Esperaré a estar en los 80 para volver a hacerlo nuevamente 20 veces al mes”. (Nota del autor: Solo tomando diariamente las miríficas aguas de Saltillo es posible llegar a esa cifra, y aun superarla. Eso sí: los domingos se descansa)...
FIN.

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