Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Pacto por el bienestar social
2013-08-13 | 22:17:28
Don Chinguetas le comentó a su hija mayor: “No puedo recordar el nombre de una canción. Comienza así: ‘Poniendo la mano sobre el corazón...’’’. “¿Sobre el corazón? -repitió la chica-. Ha de ser una canción muy vieja’’...
Dijo Rosibel a propósito de su jefe: “Don Algón es un tesoro’’. “¿De veras?’’ -preguntó alguien. “Sí -confirmó ella con rencoroso acento-. Debería estar enterrado’’...
Babalucas le contó a un amigo: “Voy a cruzar el Canal de la Mancha nadando sin acompañamiento’’. “¿Sin acompañamiento? –se preocupó el otro-. ¿Qué harás si te cansas?’’. Respondió el pavitonto: “Me echaré agua en la cara’’...
Astatrasio Garrajarra, el borrachín del pueblo, acudió al velorio de un cierto amigo suyo a cuya esposa no conocía. Bajo la influencia del alcohol, que en ocasiones suele ser muy influyente, se metió en una casa de mala nota en vez de entrar en la agencia funeraria.
Fue recibido por una guapa hetaira que sin más lo condujo a una habitación donde puso en práctica con él su acabalado repertorio de erotismos. Al terminar el trance Astatrasio regresó a la sala del local. Iba feliz de la vida, complacido y satisfecho. Ahí se topó con la dueña del establecimiento, que por azar iba de negro hasta los pies vestida.
El temulento fue hacia ella, la abrazó y le dijo con tristeza más falsa que busto de vedette: “Siento mucho, señora, que nos conozcamos en estas dolorosas circunstancias’’...
Don Languidio padecía insomnio. Recurrió a la ayuda de un psiquiatra que usaba la técnica de la autosugestión. Le indicó el facultativo: “Al ir a la cama repita usted una y otra vez esta frase: ‘Abadaba, duérmete… Abadaba, duérmete...’. Con eso se quedará dormido’’.
A los pocos días el analista se encontró con la mujer de don Languidio.
Le preguntó: “¿Ya está durmiendo bien su esposo?’’. “No -respondió ella, mohína-. Lo único que se le duerme es la abadaba’’…
Yo casi nada entiendo.
Al igual que el poeta de Jerez no sé ni por qué encantan las hembras y las rosas.
Algo alcanzo a entender, sin embargo: quienes firman un pacto lo hacen de buena fe y con espíritu de buena voluntad.
Los pactos tiene relación con la paz: la establecen entre los firmantes, y los mueven a trabajar juntos a fin de conseguir un propósito común. Pienso que el Pacto por México representa una esperanza para los mexicanos.
Ofrece la posibilidad de revisar las caducas estructuras que frenan el progreso del país y estorban su modernización. La República, no cabe duda, se encuentra sumida en un marasmo. Yo mismo he sido contagiado por él.
Mírenme: estoy suspenso, paralizado, inmóvil. Tengo el cabello despeinado, turbios los ojos, perdida la mirada, lívido el semblante, secos los labios, las manos temblorosas.
Parezco diputado que no ha cobrado la dieta.
Y es que a pesar de que no hace frío abrigo un temor: que los partidos opositores -PAN y PRD- se valgan del Pacto para mantener como rehenes al presidente de México, al Gobierno y a la nación entera, aunque no sea necesariamente en ese orden.
Tal inquietud me hace sentir lo mismo que alguna vez sintió el poeta jerezano arriba mencionado: una íntima tristeza reaccionaria.
Me pregunto si para el caso no sería mejor una Presidencia con la capacidad suficiente para consensar con las partes interesadas, y con la sociedad, el contenido de las reformas requeridas, sin que éstas deban depender de la voluntad, caprichosa la más de las veces, de esos partidos que no son tales, sino grupos de poder que a fin de cuentas están formados por unos cuantos individuos, los cuales, si acaso llegan a ponerse de acuerdo entre sí, no es para ver por el bien de la comunidad nacional, sino por los intereses partidistas.
El Pacto debe ser oportunidad para progresar, no para chantajear. Y no digo más, porque estoy muy encaboronado…
Afrodisio, galán concupiscente, le dijo a la ingenua Dulcilí: “Los besos, mi vida, son el lenguaje del amor’’. Sugirió ella: “Entonces no me estés hablando tan abajo’’...
Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, llevó a su suegra a montar a caballo. “Yerno –le dijo la señora, temerosa, cuando vio la cabalgadura que el tipo le ofrecía-, tú sabes bien que no he montado nunca. Y me dicen que este caballo no está domado, que jamás ha sido montado por nadie’’.
“Usted móntele, suegrita –respondió Capronio con untuosa voz -. Aprenderán juntos’’...
Rosibel le dijo al maduro y rico galán que la asediaba: “Se equivoca usted conmigo, señor Crésido. Ni en 10 mil años accederé a su proposición’’. El salaz amador tenía el pelo completamente blanco, pero sacaba juventud de su cartera. Le informó a la muchacha: “Traigo conmigo 20 mil pesos en efectivo, linda. Te los daré si te portas bien conmigo’’.
“Caramba, don Crésido –dijo entonces ella al tiempo que empezaba a desabrocharse la blusa-. ¡Qué aprisa pasa el tiempo!’’... FIN.

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