Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Enseñar al que no sabe
2013-08-28 | 22:07:15
“Cuando estoy haciendo el amor con una mujer pienso en ti”. Así el dijo el hombre divorciado a su exesposa. “¿Me extrañas?” –le preguntó ella entre vindicativa y halagada. “No –replica el tipo-. Pero así no termino tan pronto”...
“Enseñar al que no sabe”. Tal es una de las siete obras espirituales de misericordia que el buen Padre Ripalda enunció en su hoy olvidado catecismo. Obra de bien haría quien llevara a Oaxaca escuelas particulares que suplieran la falta no ya de una buena educación pública, sino de una absoluta falta de educación pública. Órdenes religiosas hay que realizan con excelencia tareas educativas: lasallistas, salesianos, maristas, franciscanos, jesuitas, por mencionar sólo algunas.
Hay igualmente congregaciones de hermanas dedicadas a la educación, y escuelas y colegios privados que ofrecen también instrucción básica. Con la ayuda de particulares de buena voluntad esos eficientes educadores podrían llevar su obra a los niños y jovencitos de Oaxaca, carentes hoy de educación –es decir de futuro- por obra y desgracia de una runfla de holgazanes que se dicen profesores y que son en verdad hombres y mujeres que por medio de la violencia y el desorden buscan mantener sus privilegios y obtener otros nuevos.
Sé que si se establecieran en Oaxaca esos planteles estarían sujetos al ataque de quienes se consideran dueños de la educación en el estado, y han hecho de ella su propiedad privada con ayuda de autoridades complacientes y medrosas.
Sé igualmente que las cuotas que tendrían que pagar los padres de familia serían una especie de nuevo impuesto para suplir lo que no les dan sus gobernantes, esos que les cobran los impuestos. Pero también sé que no es posible condenar a los niños y jóvenes de todo un estado a la ignorancia.
Sigan quienes integran esa banda insaciable que es la CNTE dedicados a la holganza y la violencia para defender las indebidas canonjías de que gozan –entre ellas la de vender sus plazas, o heredarlas-, y vayan verdaderos maestros y maestras a salvar a los niños oaxaqueños de ese tremendo mal que es la ignorancia, cuyos daños es imposible reparar...
En el museo de arte la señora y su hijita más pequeña quedaron bajo una copia del David de Miguel Ángel. “¿Qué es eso?” –preguntó la pequeña señalando la porción más de varón del personaje. Respondió la señora: “Es algo que los niños tienen, y las niñitas no”. Dijo la chiquilla: “Yo quiero una”. Le informó su mamá: “Si te portas bien, cuando seas grande tendrás una”. “Y si se porta mal -le comentó en voz baja el guardia de la sala a su compañero- tendrá muchas”…
Eglogio, rústico gañán, hizo un viaje a la ciudad. El cura párroco del pueblo le había dicho que “la urbe” –tenía 40 mil habitantes- era un sitio de pecado, y el mocetón sintió curiosidad por saber en qué pecado se especializaba la metrópoli. No tardó en saberlo: el taxista a quien le pidió que por favor lo llevara a un lugar donde hubiera pecados lo condujo a una manflota o casa de prostitución.
Ahí una musa de la noche lo hizo entrar en uno de los cuartos del local, le tomó la mano y se la puso en la parte donde obtenía sus ingresos. Le preguntó: “¿Esto es lo que buscas?”. Respondió el gaznápiro, alelado: “Realmente no lo sé, señora. Nunca he estado ahí”...
Don Casiano Campos, inolvidable señor de mi ciudad, hombre íntegro y sabio, me hizo escuchar en su casa la Fantasía Impromptu, de Chopin, y me describió, siguiendo las notas de la pieza, a un trovador medieval que galopa en su caballo hasta llegar al pie del balcón de su amada –se oye el caracoleo del caballo al detenerse-, y ahí le canta una canción de amor con su laúd, al terminar la cual se aleja otra vez al galope hasta perderse en la distancia. Yo sé le historia de un trovador igual, pero distinto.
Bajo el balcón de su amada, poseído de urgentes ansias, buscó el modo de escalarlo. No lo consiguió, pues no había asidero alguno para poder subir. La hermosa princesa advirtió las ansias urgentes que mostraba su galán. Soltó entonces su larga y undosa cabellera rubia, y por ella pudo subir el trovador hasta la hermosa. Cuando se vio a su lado le dijo sin poder aguantar ya las urgentes ansias que llevaba: “¿Me prestas tu baño?”...

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