Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
2013-08-27 | 21:51:12
Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, dijo a sus invitados: “En nuestro último viaje mi marido y yo hicimos un recorrido por el río Mingitorio”. “Orinoco, mujer; Orinoco” -la corrigió el esposo-...
Los plantones de la CNTE habrán de ser para Miguel Mancera lo que la toma de Reforma fue para López Obrador: su némesis. En la mitología de los griegos la diosa Némesis era la encargada de llevar a los humanos el castigo de los dioses. Se complacía especialmente en abatir a los poderosos que dañaban a la comunidad, ya por sus acciones, ya por sus omisiones. Muy activo anduvo AMLO al cometer aquel atropello, y su castigo fue perder la elección presidencial, por el enojo que causó a los ciudadanos ese culpable exceso. Por su parte Mancera se ha visto muy poco activo en el cumplimiento del deber que tiene de proteger a su ciudad ante embestidas como las que usa la tal CNTE para imponerse sobre la autoridad y obligarla a claudicar.
Es una vergüenza que los legisladores hayan debido pedir en alquiler un local particular para reunirse. El hecho de que el presidente de la Legislatura abriera la sesión golpeando con una cucharilla el vaso de cristal en que bebía pasará la historia -o a la historieta- nacional como uno de los sucesos más risibles acontecidos en la Cámara, y al mismo tiempo de los más patéticos. Resulta igualmente bochornoso que el presidente de la República deba rendir su informe en una instalación militar. Hemos tocado fondo en lo que se refiere a la civilidad y a la política, y eso se debe en buena parte a la actitud omisa, remisa y sumisa -¡bófonos!- de la autoridad local. Contrariamente a lo que dice el Jefe de Gobierno, la disyuntiva no es tolerancia o represión. La disyuntiva es orden y respeto a la ciudad o aplicación recta de la ley. Muchas formas hay de frenar un abuso como el que cometen los mal llamados profesores sin obsequiar el deseo que ocultamente tienen quienes los dirigen de contar con un mártir -o mejor varios, si se puede- para fortalecer y dar bandera a sus permanentes algaradas. La actitud pasiva de Mancera, su lenidad, irritan a los ciudadanos, que se preguntan cómo pudieron elegir a alguien que muestra tanta debilidad como él. “Eso no es prudencia -me dijo hace unos días un defeño-. Es falta de lo que el pastel debe llevar”. No entendí la frase -expresión capitalina ha de ser ésa, y yo soy del interior de la República-, pero puedo decir que si el Jefe de Gobierno del Distrito Federal mantiene con la CNTE esa actitud de complacencia ya podrá despedirse aún de la más remota esperanza que tenga de que la gente vea en él a un posible candidato a la Presidencia. Y más no digo, porque estoy muy encaboronado...
El cuento que ahora sigue es desaconsejable. Lo leyó doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y le salieron huras que su médico tuvo que tratarle con émbrocas y una dieta a base de talvina. (Caón , no entendí ni mádere. ¿Qué es eso de “huras”, “émbrocas”, “talvina”? Huras son bubas o forúnculos; émbrocas son cataplasmas, y talvina es un alimento blando elaborado con leche de almendras y masa de harina. El escribidor sacó esos extraños voquibles de antiguas lecturas de Pérez Galdós). He aquí la execrable narración que le causó a doña Tebaida su penoso mal...
Llegó un extraño tipo a un bar de lujo. Vestía con elegancia, iba rodeado de hermosas chicas, y llevaba colgado al cuello un silbato de unos 30 centímetros de largo. El individuo ordenó varias rondas de bebidas para todos los presentes, y brindó alegremente con ellos. Luego pidió la cuenta, la pagó en efectivo y le dio al cantinero una propina de mil dólares. En seguida se dispuso a retirarse. “Perdone usted, señor -le dijo el barman-. Me ha llamado la atención su esplendidez, lo mismo que las bellas mujeres que lo rodean. ¿Cuál es la explicación de su buena fortuna?”. Respondió el sujeto: “Mire usted. Hace unos días iba yo por la playa, y las olas arrojaron a mis pies una lámpara de forma extraña. La recogí; la froté para limpiarla, y apareció un genio del oriente que me dijo que podía cumplirme tres deseos. Le pedí mucho dinero, y un harén de hermosas mujeres. Ése es el origen de mi ventura”. “Ahora caigo -dijo el cantinero, que también leía novelas españolas-. Pero dígame: ¿y ese silbato grande que trae colgado al cuello?”. Contesta mohíno el individuo: “Le dije al genio que mi tercer deseo era tener un pito de 12 pulgadas”... FIN.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018