Por Raymundo Jiménez
Columna: Al Pie de la Letra
¡No se hagan bolas!
2013-08-22 | 21:30:26
De todos los gobernadores de Veracruz que han intentado dejar como sucesor a un político local cercano, sólo Fidel Herrera Beltrán logró hacerlo en 2010 con Javier Duarte de Ochoa, exsecretario de Finanzas y Planeación y exdiputado federal.
En 1974, por ejemplo, Rafael Murillo Vidal estuvo a punto de ser sucedido por el subsecretario de Gobierno, Manuel Carbonell de la Hoz, pero el tuxpeño Jesús Reyes Heroles, a la sazón presidente del CEN del PRI, echó abajo la fugaz precandidatura del desaparecido político xalapeño al día siguiente de haber sido “destapado” en la capital veracruzana por algunos grupos del Revolucionario Institucional.
En 2004 Miguel Alemán Velasco también quiso dejar en la gubernatura a su secretario de Salud, Mauro Loyo Varela, un afamado neurocirujano con quien le unía una amistad fraternal, pero finalmente se impuso el senador Fidel Herrera con el apoyo del dirigente nacional del partido tricolor, Roberto Madrazo Pintado, quien aspiraba a la candidatura presidencial del 2006 y que por ese entonces se la disputaba al tabasqueño el bloque de gobernadores priístas, entre ellos el de Veracruz y Arturo Montiel Rojas, del Estado de México.
Seis años después, Herrera Beltrán llegó a su sucesión en circunstancias similares a las de Alemán Velasco –sin un priísta en la Presidencia de la República y tentado por la misma aspiración presidencial de su antecesor, no obstante que desde esas fechas ya se perfilaba el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto como el precandidato más fuerte del tricolor–; empero Fidel logró tener éxito en su caso porque echó mano, primero, de todo su oficio político y relaciones con influyentes factores de poder como la aún lideresa magisterial del SNTE, Elba Esther Gordillo Morales, y el expresidente Carlos Salinas de Gortari para sacar la candidatura de Duarte, y luego hizo gala de toda su experiencia en ingeniería electoral para hacer ganar al joven extitular de la Sefiplan, quien resultó toda una revelación al vencer consecutivamente a dos candidatos del PAN impuestos por el presidente Felipe Calderón: en la elección federal de 2009 al exfutbolista y ex titular de la CONADE, Carlos Hermosillo, el cual fue enviado a contender por la diputación al distrito electoral de Córdoba, y luego, en la sucesión estatal de 2010, al exdirector general del ISSSTE, Miguel Ángel Yunes Linares.
Ahora, con los cambios recién operados en su gabinete, se ha dado rienda suelta a la especulación de que los nuevos titulares de las secretarías de Gobierno, de Finanzas y Planeación, y de Desarrollo Social, principalmente, serían las cartas del gobernador Duarte para sucederlo en el 2016.
Y que a esa tercia de funcionarios duartistas –a la que algunos incluyen también al secretario particular del Ejecutivo estatal, Jorge Carvallo Delfín– estaría por sumarse el exalcalde de Boca del Río, Salvador Manzur Díaz, quien próximamente será reivindicado como presidente del Comité Directivo Estatal del PRI.
Nada más absurdo, pues si algo parece molestarle sobremanera al gobernador Javier Duarte –como en su momento también lo llegó a expresar públicamente Fidel Herrera en una entrevista de televisión efectuada en el segundo año de su administración– es precisamente que lo ande “zopiloteando” un desbocado aspirante a sucederlo, cuando apenas está por llegar a la mitad de su sexenio.
Además, Duarte de Ochoa ha de tener muy claro que con Peña Nieto en la Presidencia de la República, su margen de maniobra para imponer a un sucesor en la gubernatura está mucho más acotado que el de Herrera Beltrán en 2010. Por si fuera poco, dentro de dos años, inmediatamente después de la elección de diputados federales de 2015, seguramente comenzarán a perfilarse los prospectos más fuertes del gabinete peñista para la sucesión presidencial de 2018, los que obviamente intentarán colocar peones en el Congreso de la Unión y alfiles en las gubernaturas de los estados.
Eso sí: Duarte quizá no llegue a tener voto absoluto para elegir a su sucesor, pero al menos el mandatario veracruzano sí podría hacer valer su derecho a veto en el proceso interno ante la cúpula nacional de su partido.
Por eso suena bastante verosímil la versión de que en una comida convocada en la Casa Veracruz a principios de este mes, diez días antes de que se consumaran los cambios en la Segob, Sefiplan, Sedesol y Secom, el Gobernador les habría dicho a los nueve comensales invitados –Erick Lagos, Fernando Charleston, Alberto Silva, Gerardo Buganza, Marcelo Montiel, Marlon Ramírez, Salvador Manzur, Jorge Carvallo y Mauricio Audirac– que no se hicieran bolas y que nadie se acelerara porque su decisión de reubicarlos o incorporarlos a su gabinete no era para proyectar a nadie para la próxima gubernatura.
El propósito primordial de Duarte de Ochoa es cerrar a tambor batiente su administración para generar las mejores condiciones políticas, de desarrollo social y de gobernabilidad que le reditúen electoralmente al candidato de su partido, sea quien sea, pues lo que menos desea el mandatario priísta es entregarle el poder a un opositor.
Y es que desde el inicio de su gestión, el exdiputado federal cordobés fue diseñando una serie de reformas a la Constitución Política del estado y al Código Electoral vigente en la entidad que pudieran pavimentarle mejor el camino al correligionario que en 2016 lo vaya a suceder; modificaciones legales, revisadas y avaladas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que acaban de estrenarse en los comicios locales del pasado 7 de julio, en los que la alianza “Veracruz para adelante”, del PRI, PVEM y Panal, obtuvo triunfos en 26 distritos electorales, por lo que con las 9 diputaciones de Representación Proporcional legalmente asignadas, le asegurarán la llamada “mayoría constitucional” en la LXIII Legislatura entrante; en cuanto a la elección de Ayuntamientos, la coalición del tricolor ganó en 93 municipios que concentran el 70 por ciento de la población veracruzana.
Las nuevas administraciones municipales, de acuerdo con la reforma constitucional impulsada por Duarte de Ochoa, serán a partir de ahora de 4 años por lo que la elección de los siguientes alcaldes, tradicionalmente un proceso muy complicado y desgastante para el PRI, ya no coincidirá con la del próximo Gobernador.
Por eso, en una comida convocada en la Casa Veracruz a la semana siguiente de las elecciones locales, el mandatario estatal, visiblemente optimista, dijo al grupo de periodistas invitados que al candidato que en 2016 sea postulado por su partido, le iba a dejar el camino a la gubernatura no sólo bien pavimentado sino hasta con guarniciones, banquetas, alumbrado y jardineras.
Eso explica también lo dicho en el discurso que pronunció en la ceremonia de toma de posesión de los nuevos secretarios de despacho el pasado lunes 12, en los que remarcó que “inicia una nueva etapa” en la que además de que “el Gobierno de Veracruz refuerza áreas estratégicas para alinear objetivos y compartir tareas con el Gobierno de la República”, el propósito esencial es el “de impulsar y dar mayor eficacia a las acciones, programas y políticas públicas” de esta administración.
“Los nombramientos realizados forman parte de la estrategia de esta nueva etapa, que se irá reflejando en las acciones de mi gobierno. Se trata de mucho más que un simple cambio de personas y de nombres. Es la decisión de llevar a cabo profundas transformaciones en beneficio de los veracruzanos (...) Quienes integran este gobierno representan un solo proyecto. A él, deben lealtad y los obliga a actuar con responsabilidad y eficacia en sus funciones. Quedan obligados a entregar buenas cuentas (...) Contamos con colaboradores que tienen experiencia probada y capacidad para dar resultados. A cada uno le exigiré todo su esfuerzo y compromiso para servir al pueblo de Veracruz. Mi compromiso es continuar con la modernización de Veracruz. Hacer realidad ese Veracruz de enorme potencial que se traduce en oportunidades para su gente”.
A cada uno les deseó “la mejor de las suertes en sus proyectos por venir, pero sobre todo –les puntualizó–, los instruyo a trabajar y dar resultados en favor de Veracruz y de los veracruzanos”.
Si Javier Duarte deveras estuviera maniobrando para que el próximo candidato del PRI a gobernador saliera de su gabinete, entonces se supondría que su prospecto favorito no sería uno de los secretarios de filiación priísta sino el extitular de la Segob y actual encargado de la Secom, Gerardo Buganza Salmerón, un exmilitante del PAN que en 2004 le habría sido “arrebatada” la gubernatura y al cual, en la reingeniería administrativa que está por aprobarle el Congreso local, el Ejecutivo del estado decidió crearle al exsenador y exdiputado federal cordobés la súper Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas.
Así que nadie se haga bolas. Y es que tal como lo reiteró sobre la sucesión de la Rectoría de la Universidad Veracruzana, Duarte de Ochoa tampoco tiene candidato para la gubernatura. Al menos por el momento.

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