Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Se piratea lo que se va a vender
2013-06-16 | 21:42:52
Por azar me tocó ver / en el templo, una ocasión, / que decía una mujer / el acto de contrición. / “¡Por mi culpa!”, recitaba / con sentimiento sincero. / Mas los golpes se los daba / no en el pecho: ¡en el trasero! / Miró aquello el sacristán / y fue hacia ella derecho. / “Oiga: los golpes se dan / no en las pompas: en el pecho”. / Le dijo ella al aprontado: / “Mujer pecadora soy, / y los golpes me los doy / ahí por donde he pecado”…
Ese picoso chascarrillo en verso se debe a la prima Celia Rima, como también el que cierra el telón de esta columnejilla. Ya nadie en este tiempo escribe versos. Y qué bueno, pues una cosa es hacer versos y otra muy diferente es hacer poesía. (¿Qué es poesía? dices mientras clavas / en mi pupila tu pupila azul. / ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía, según la definición de la Academia, es la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra escrita o hablada. ¿Satisfecha?).
En la vida hay más prosa que poesía. Digamos que el porcentaje es de 99 a uno, a favor de lo prosaico. Con prosa se gana el pan, y hay que ganarlo. Pero como decía José Martí: “Ganado el pan, el verso sale solo”. Y yo modestamente digo: después de dormir vienen los sueños. No podemos, sin embargo, desasirnos de la realidad. ¡Es tan real! por doquier está la desgraciada. Y no solo por doquier: también por dondequiera, en cualquier parte. A mí me sigue como si fuera mi sombra, incluso cuando ya no hay luz. En vano le espeto el grito de Bola de Nieve: “¡Vete de mí!”. No me hace caso. Yo quisiera vivir en un planeta ideal, donde no hubiera cosas feas: odio, rencor, política, impuestos...
Pero ese mundo de idealidad no existe, y debo entonces conformarme con este donde vivo, que por fortuna tiene niños, perros, amaneceres, bosques de pinos, eterno mar de vida, amigos buenos, canciones para cantarlas, y libros para releerlos, y espléndidos discos y películas, la fritada de cabrito que prepara mi señora, tan señora, y muchas cosas más que son bellas y sabrosas –como el amor, por ejemplo-, que hacen que valga la pena meterse en el lecho por la noche y salir de él en la mañana (o al mediodía, según).
Digo todo esto para preparar el terreno a una reflexión sin importancia, como todas las que se hacen en este inane espacio mío. La envidia es un homenaje que el envidioso rinde inconscientemente al envidiado. Del mismo modo, la piratería es un homenaje que el que piratea rinde conscientemente al pirateado. En efecto, al piratearlo reconoce que su obra vale y que su nombre pesa, pues solo se piratea lo que se va a vender.
Por estos días hay campañas políticas en Saltillo. Algún partido –no quiero saber cuál, ni me interesa- ha pergeñado y repartido volantes con mensajes injuriosos contra los candidatos a alcalde, lo mismo del PRI que del PAN. Y para encabezar esos libelos sus autores han usado el nombre de esta columna, y mi firma. Obvio es decir que no soy el autor de esos burdos engendros villanescos. Igualmente declaro una vez más que no manejo twitter, ni facebook, y que no tengo portal ni blog alguno en internet, por más que algunos inmorales utilicen mi nombre y mi imagen, en forma indebida e ilegal, al amparo de ese nocivo anonimato que propician las redes llamadas sociales, tan insociales a veces, tan suciales, si me es permitida la expresión.
Yo lo que digo, lo digo a través de mis columnas. Lo demás es cosa falsa, apócrifa, como esos sucios volantes que se están repartiendo en mi ciudad y que se hacen aparecer como obra mía. Son obra, sí pero de ésas a que se refería la señora de pueblo cuando anunciaba ceremoniosamente a sus invitados: “Con permiso. Voy a mear, y pué que obre”...
El cura recién llegado / al pueblo a misa llamó, / y a los fieles predicó / con tono escandalizado. / “Hijos míos: llegué ayer, / y frente a la iglesia, ¡aquí!, / ¿qué creen ustedes que vi? / ¡A hombre follar con mujer! / Después -¡que el mundo se asombre!-, / del templo al lado derecho / vi, con la calle por lecho, / ¡fornicar a hombre con hombre! / Y aunque la lengua me muerdo / no me puedo contener, / pues luego, en el lado izquierdo, / ¡miré a mujer con mujer!”. / Pepito, que eso escuchó, / dijo inquieto por demás: / “¡Qué bueno que no fue atrás! / ¡Me habría visto a yo con yo!”… FIN.

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