Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Dedicatoria a los maestros
2013-06-14 | 21:52:37
Mister Al Kanfor cumplió 90 años, y su hijo lo internó en una casa de reposo para ancianos, llamada “La antesala del Edén”. En el primer día de la estancia ahí de mister, Al, una enfermera, advirtió que el recién llegado se inclinaba en su silla de tal manera que podía caer. Acudió prontamente y lo enderezó. Poco después, sentado en una banca del jardín, el señor volvió a irse de lado. Un guardia advirtió aquello y se apresuró a enderezarlo nuevamente, para que no cayera. Lo mismo sucedió esa noche: después de cenar, en el cuarto donde los ancianos solían ver la tele, el valetudinario caballero volvió a inclinarse en el sillón, y la encargada de la sala corrió a ponerlo otra vez derecho.
Al día siguiente el hijo de mister Al Kanfor fue a visitarlo, y le preguntó qué le parecía su nueva casa. “No está mal –respondió el anciano genitor-. Las instalaciones son muy cómodas; la comida es buena… Lo único malo es que no dejan que te eches un aire”. (Nota del autor: Me dirijo a quienes forman el eficiente personal de “La antesala del Edén” y les pido respetuosamente, pero con energía, que permitan a los ancianos liberar sus aires. Recuerden lo que dijo Rabelais en el latín macarrónico que usaba: “Peditum retentum venenum est”. No hago la traducción, por obvia. Tomen en cuenta, igualmente los empleados de aquella casa de retiro, el sabio proverbio popular que advierte contra las corrientes de aire. Dice: “Aire por atrás, nomás el que sale es bueno”)…
En efecto, eso de los aires no es para tomarse a la ligera. El doctor Ken Hosanna auscultó a la chica, que muy preocupada había ido a consultarlo. Después de concluir su examen la tranquilizó. “No está usted embarazada –le dijo-. Lo que trae es un aire atorado”. Tiempo después la muchacha se topó en la calle con el facultativo y le informó, ceñuda: “El aire que usted dijo hace ocho meses ahora llora y mama”…
El inolvidable Chaparro Tijerina contaba de aquel charro de pueblo que, jinete en su alazán tostado, le paseaba la calle a su dulcinea. Por fin ella apareció en la reja, y el charro se acercó a saludarla tocándose el ala de su sombrero jarano. En ese preciso instante el caballo -¡maldito animal inoportuno, así te lleven los demonios!- soltó un estentóreo ruido estomacal que hizo que la muchacha, avergonzada, cerrara de golpe los postigos y se recluyera de nuevo en sus habitaciones. Días después, en el agostadero, el caballo, poseído por urentes rijos, se acercó a una hermosa yegua y piafó ante ella para darle a saber sus intenciones. Corrió el charro a la escena, presuroso, y ante los animales dejó escapar un ruido semejante. Con rencoroso acento le dijo a su caballo: “¡Pa’ que veas lo que se siente, desgraciado!”…
En ocasión distinta doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, fue a visitar a su amiga Gulia Sotuer en la casona de la hacienda pulquera que había pertenecido a sus ancestros, y que ella había convertido en hotel boutique con el nombre de “Bábara Dry Inn”. Ese nombre, Bábara Dry, es uno de los muchos que el pulque ha recibido en la Ciudad de México. También se le ha llamado “pullman”, “pulmón” y “Babilonia”. Doña Gulia envió a su postillón a que fuera en el tílburi a recoger a su amiga en la estación del tren. Camino ya de la hacienda, la incivil acémila que tiraba del ligero carruaje soltó un estruendoso cuesco tan sonoro que hizo pensar a quienes habían quedado en la estación del ferrocarril que había ocurrido otra explosión como la que sacudió en 1907 a la población de Nacozari de García, según se enarra en el popular corrido “Máquina 501”. Doña Panoplia, que es toda circunspección y compostura, enrojeció hasta la raíz de los cabellos por causa de aquella ventosidad apocalíptica, y dijo llena de turbación: “¡Qué pena!”. “¡Haiga cosas! -exclamó con asombro el auriga-. ¡Yo creí que había sido la mula!”…
Los anteriores cuentecillo, todos sobre el mismo tema, me sirven de introducción para enviar una sonora trompetilla o pedorreta a los maestros de la CNTE de Oaxaca, que piden pan, y luego que les dan piden “Pan y pan y pan; pan y pan y medio; cuatro medios panes, y cuatro panes y medio”. ¿Cuántos panes son? (Nota, este acertijo no es aplicable a los malos maestros de Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Chiapas y demás infortunadas entidades donde tiene presencia la CNTE. Ellos, ya lo sabemos, no admiten las evaluaciones. Sale la trompetilla: ¡ptrrrrrrrr!)… FIN.

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