Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Vicios y virtudes
2013-06-10 | 22:22:29
Este amigo mío tiene una teoría, simplista como casi todas las teorías políticas, sociales y económicas. (En cambio las teorías científicas no son simplistas: son simplemente simples, pues se basan en la naturaleza, y la naturaleza, cuya complejidad parece infinita, es muy sencilla). Mi amigo reconoce que su teoría, al fin creación humana, puede estar equivocada. Es muy posible: los hombres nos equivocamos y hay quienes dicen que los dioses también. (Quizá el Creador debió haber hecho una fe de erratas: “Donde puse: ‘Hombre’ debí haber puesto: ‘Nada’”).
Últimamente mi amigo se ha visto inclinado a renegar de su teoría, pues cada vez advierte más evidencias que la contradicen. En un tiempo ilustró su tesis con una fabulilla. Dice que estaban conversando cinco perros: un perro europeo, un perro norteamericano, un perro africano, un perro cubano y un perro mexicano. Comentó el perro mexicano: “Anoche tuve hambre, de modo que me puse a ladrar. Llegó la familia, me dio comida, y pude ya dormir”. Preguntó el perro europeo: “¿Qué es ‘hambre’?”. Preguntó el perro africano: “¿Qué es ‘comida’?”. Preguntó el perro cubano: “¿Qué es ‘ladrar’?”. Y preguntó el perro norteamericano: “¿Qué es ‘familia’?”.
Simplista la teoría, ya lo dije, y simplista también el cuentecillo. En todo caso mi amigo afirma que en Estados Unidos hay vicios privados y virtudes públicas, en tanto que México se caracteriza por tener vicios públicos y virtudes privadas. Eso quiere decir que los habitantes del país del norte viven una vida cívica ejemplar, pero su vida de hogar y de familia es en lo general desbaratada. Por el contrario, México tiene una desastrada vida pública –ilegalidad, corrupción, impunidad, indiferencia de los ciudadanos por los asuntos de la comunidad-, pero los mexicanos nos la hemos arreglado para conservar valores familiares que nos dan fortaleza y nos ayudan a soportar nuestras carencias y dificultades. Los estadounidenses viven bien de la puerta de su casa para afuera, y mal de la puerta de su casa para adentro. Nosotros al revés: nuestra vida de hogar está llena de buenas cualidades, pero como ciudadanos somos un desastre.
Asistí en cierta ocasión a un congreso internacional de universidades. Ahí se trató el tema de cuánto le cuesta a cada país hacer de cada uno de sus habitantes un buen ciudadano. El costo variaba: 100 mil dólares; 50 mil; 10 mil. Yo pensé –no lo dije- que en México hacer de cualquier mexicano un buen ciudadano cuesta aproximadamente 30 pesos, que es lo que pagamos para cruzar la frontera con los Estados Unidos. Tan pronto estamos allá nos volvemos ciudadanos ejemplares: no tiramos basura en las calles; obedecemos las señales de tránsito; cumplimos rigurosamente la ley. En cambio en nuestro propio país hacemos lo que nos da la gana, porque acá la ley es letra muerta, y la civilidad también.
Desde luego mi amigo no está casado con sus ideas –de hecho no está casado con nadie; por eso puede darse el lujo de teorizar-, tan es así que después de casos como el de Genaro Góngora Pimentel está punto de echar por la borda su teoría. Ese señor es hoy por hoy el individuo más execrado del país, más aún que los políticos más corruptos y los más nefastos delincuentes. El calificativo menos duro que he oído en relación con ese sujeto es el de “miserable”. Lo merece, ciertamente.
Cualquiera puede incurrir en el desvío en que él cayó. Vivimos todavía en un país de tradición machista, donde las aventuras extraconyugales de los hombres han sido malamente toleradas. Pero Góngora actuó con sevicia y crueldad -a más de con sordidez de abyecto avaro- en el trato con su expareja y sus infortunados hijos. Su infamia y su ruindad son imperdonables, lo mismo que la prepotencia con que llevó a cabo su venganza, pues usó su poder y su influencia para encarcelar a la madre de sus hijos, y luego para sacarla de prisión “en el momento procesal oportuno”, cuando el peso de la opinión pública cayó sobre él.
Indignémonos -¿qué otra cosa se puede hacer en estos tiempos?-, pero preguntémonos también si la villana conducta de Góngora Pimentel no es un reflejo nauseabundo de lo que son nuestra vida pública y nuestra sociedad. El que esté libre de culpa que lance la primera teoría… FIN.

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