Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Hay que cuidar el árbol
2013-05-30 | 21:42:09
Se casó el joven futbolista. La noche de bodas se desconcertó, pues por más que se esforzaba no podía llegar a la anhelada meta de la consumación matrimonial. “-¿Qué sucede, Rosilí?” -pregunta lleno de confusión a su flamante mujercita: “-Estás fuera de lugar” -responde ella-...
El doctor examina a la señora. Luego llama aparte al marido y le dice en voz baja: “-No me gusta nada el aspecto de su esposa”. Con voz igualmente baja responde el marido: “-Ya somos dos, doctor”...
Le dice una señora a otra: “-En su juventud mi marido podía jugar dos partidos consecutivos de futbol. Era todo fibra, todo músculos”. “-¿Y todavía conserva ese cuerpo de atleta?” -pregunta la otra-. “-No -contesta la señora-. Solamente le quedaron los pies”...
La señora va con el siquiatra. “-Doctor -le dice-. Tengo un problema muy grave. Baquilio, mi marido, es un borracho”. “-Yo puedo quitarle lo dipsómano -le asegura el analista-. “-Bueno -responde la mujer-. Pero también me gustaría que le quitara lo hedo”...
Propongo a mis cuatro lectores que nos apresuremos. Tomemos nuestra cámara fotográfica o cualquiera de los modernos artilugios con los cuales se puede ahora tomar fotografías y retratemos un árbol, cualquier árbol. Lo digo porque en México los árboles están en vías de extinción, y es necesario dejar testimonio gráfico de que alguna vez los hubo en este país.
Quizá los hijos de nuestros nietos conocerán los árboles sólo por fotografía. A todas partes a donde voy en mi incesante peregrinar por el territorio de la Patria –hermosa frase- oigo quejas de cómo los taladores están arrasando las selvas y los bosques, y convirtiéndolos en páramos.
Pocos amigos tan buenos tiene el hombre como el árbol. Sin él la vida sería imposible. No solo son los árboles adorno y belleza del paisaje: son elemento indispensable para el sostenimiento de esta casa común que es el planeta en que vivimos.
En otros países, sus habitantes han aprendido a aprovechar los árboles y a renovarlos. Nosotros en cambio, estamos acabando con nuestros árboles, y en su lugar creamos eriales y desiertos.
La ignorancia y la ambición de unos, la negligencia o corrupción de otros se combinan para destruir esa riqueza. Cuidemos del árbol. Eso es cuidar de nosotros mismos y de nuestros descendientes…
El rudo general decía en una conferencia: “-Fui militar durante 50 años. Combatí en cuatro guerras; anduve por los cinco continentes, y nunca me sucedió nada malo”. “-¡Qué suerte tiene! -dice en voz baja un recluta a su vecino de asiento-. ¡Le tocaron puras muchachas sanas!”…
¡Irresponsable! -le grita muy indignada su señora-. ¡Mira no más a qué horas vienes! ¡Ya has de haber perdido la raya!”. El borrachito se baja la ropa y volviéndose de espaldas muestra a su esposa la parte posterior. “-No, viejita -le dice-. Mira, todavía la traigo”...
Terminó el ardoroso trance de pasional libídine y erotismo incandescente. Todavía en el fingido tálamo donde la lid de amor tuvo palestra el enamorado galán declara su esperanza de volver a encontrarse con la chica. “-Rosibel -le dice-, me gustaría verte más”. Ella, sin entender, responde muy confusa: “-Pero, Vehemencio, ¡si ya no tengo más que me puedas ver!”...
Aquel viejito hizo que le dibujaran un corazoncito “ahí”, para ver si le daba un paro cardíaco... FIN.

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