Por Catón
Columna: De política y cosas peores
De política y cosas peores
2013-05-24 | 11:01:59
por catón

Don Languidio, senescente caballero, cometió el error de tomar al mismo tiempo Viagra y un fuerte suplemento vitamínico de hierro. El Viagra le dio buen resultado, pero don Languidio no ha podido hacer nada porque su cosa insiste en apuntar permanentemente hacia el Norte. (Lo contrataron de brújula en el aeropuerto)…
La pobre de Uglilia era más fea que un coche por abajo. En una fiesta de jóvenes proclamó en voz alta: “¡El que me adivine la edad que tengo tendrá derecho a pasar conmigo una noche de placer!”. Respondió uno, por burla: “Tienes mil 500 años de edad”. Y dijo Uglilia al tiempo que se acercaba melosamente al galán: “Bueno; año más, año menos…”
… Jactancio, sujeto presumido, y su amigo Elato, tipo igualmente vanidoso, solían fanfarronear acerca de todo y por todo, tratando de superarse el uno al otro. Cierto día se pusieron a desahogar una necesidad menor a la orilla de un río. Dijo el tal Jactancio como no queriendo la cosa: “¡Caramba! ¡Qué frío está el río!”. De inmediato le contestó Elato: “Deja lo frío. ¡Lo hondo!”…
Himenia Camafría, madura señorita soltera, se quejaba tristemente con su amiguita Solicia Sinpitier, célibe como ella: “En mi juventud me molestaban los hombres que trataban de aprovecharse de mí. Ahora me molesta que ninguno trate de aprovecharse”…
Simpliciano, joven inocente, cortejaba a Pirulina, muchacha con bastante ciencia de la vida. Le dijo: “Quiero unir mi vida a la de alguien que me sea fiel; que me acompañe permanentemente; que esté siempre en la casa cuando llegue yo…”. Lo interrumpe Pirulina: “Qué bueno que me dices eso. Te voy a regalar un perro”…
Don Algón, salaz ejecutivo, tenía dos secretarias. Le dice una a la otra: “Ahora mismo voy a pedirle un aumento de sueldo al jefe”. Le aconseja la otra: “Espera por lo menos una semana. Acabo de salir de su oficina, donde obtuve un aumento salarial, y lo dejé absolutamente sin poder de decisión”…
Hace un par de años fui a Egipto, e hice por carretera, con amigos, el trayecto de Alejandría a El Cairo. El autobús en que íbamos, conseguido en una agencia de viajes, fue escoltado a lo largo de todo el recorrido por dos patrullas policíacas, y hubimos de avenirnos a que un guardia armado con ametralladora fuera en el vehículo con nosotros.
Me pregunto si en un futuro no muy lejano los turistas que visiten ciertos lugares de México deberán someterse a los mismos procedimientos de seguridad. Hemos salido de la lista de los 10 países más visitados, y eso se debe al temor que los viajeros tienen a la violencia criminal que existe aquí, y cuyos efectos son propalados –a veces con exageración- por los medios noticiosos extranjeros.
Ninguna campaña para atraer turistas, por costosa que sea, tendrá buen resultado mientras siga privando esa inseguridad que a nosotros mismos nos atemoriza y nos impide igualmente viajar con tranquilidad por el país. No incurrirá en exageración quien diga que el problema del crimen organizado es hoy por hoy el mayor problema de México.
A resolverlo deben tender todos los esfuerzos oficiales... El hijo adolescente de don Frustracio y doña Frigidia le preguntó a su padre: “¿Qué es el deseo sexual?”. Suspiró el señor: “Hijo: en el caso de tu mamá es algo que empezó en la adolescencia y se acabó con el matrimonio”…
Impericio le dijo a su esposa en la mañana: “Ya casi es hora de que me vaya a trabajar, pero ¿qué te parece si nos echamos un rapidín?”. Responde ella con acritud: “Son los únicos que te sabes ¿no?”…
Don Cornulio le comentó a un amigo: “Mi mujer tiene mucha suerte. Últimamente ha participados en varias rifas, y en todas ha obtenido premios: un coche; un collar de perlas; un finísimo reloj; vestidos, zapatos y bolsas de marca…”. Le pregunta el amigo, con retintín: “¿Y para ti no se ha sacado nada?”. “Sí –replica don Cornulio-. Una vez encontré en la recámara un ajuar completo de hombre: traje, camisa, ropa interior, zapatos, calcetines…
Desgraciadamente nada era de mi talla”… Una curvilínea rubia fue a comprar un automóvil, e insistió en que fuera convertible. “¿Por qué?” –le preguntó el hombre de la agencia. Explicó la escultural mujer: “Porque en ciertas ocasiones necesito más espacio para las piernas”… FIN.

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