Por Catón
Columna: DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
Cuidado con Don Goyo…
2013-05-15 | 22:18:38
Don Astasio llegó a su casa después de su jornada de 8 horas de trabajo como tenedor de libros. Colgó en el perchero su saco, su sombrero y la bufanda que usaba aun en días de calor canicular, y luego se dirigió a la alcoba a descansar un poco antes de la cena. No pudo hacerlo. En el lecho conyugal estaba su esposa, doña Facilisa, en urente trance de libídine con el joven y lacertoso repartidor de pizzas.
Fue don Astasio al chifonier donde guardaba una pequeña libreta en la cual solía apuntar inris para zaherir a su mujer en tales ocasiones. Al regresar le espetó a su mujer un adjetivo de gran peso: “Piscapocha”. Ese vocablo, según Santamaría, equivale a piruja, ramera, pelandusca. Antes de que doña Facilisa pudiera contestar, el joven repartidor le dijo a don Astasio: “Le suplico que no me distraiga, caballero. Si no llego en 30 minutos la pizza será gratis”…
Se celebró en Las Vegas la Convención Nacional de Personas Anoréxicas y Bulímicas. El atractivo principal de la cena de gala fue un pastel saliendo de una chica…
Babalucas entró en un establecimiento que le pareció de comida rápida, y con tono imperioso le ordenó al encargado: “Dame una hamburguesa con queso”. “Señor mío –respondió atufado el hombre-. Está usted en una biblioteca”. “Ah, perdone –se apenó el tontiloco-. Me da una hamburguesa con queso, por favor”…
Mami -le preguntó la pequeña a su mamá-. ¿Qué es una lesbiana?”. Contestó la mujer: “Pregúntale a tu papá. Ella sabe”…
Dos amigos se encontraron en la calle. Uno le dice al otro: “Vengo de recoger mis análisis clínicos”. “¿Ah sí? –se interesó el otro-. Y ¿cómo saliste?”. Contestó el primero: “El doctor piensa que tengo sonrisa simpática, y me recomienda: ‘Sé feliz’”. El amigo, extrañado, le pidió los análisis; les echó una ojeada, y en seguida le indicó: “No leíste bien. Aquí dice: ‘Cirrosis hepática’ y ‘Sífilis’”. Los análisis, en efecto, deben interpretarse bien.
Don Abundio, que por sus muchos años y su conocimiento de las cosas ocupa el importante cargo de “Esperencia” en el Potrero de Ábrego, hizo el largo viaje hasta Saltillo a fin de hacerse unos análisis. De regreso en el rancho le pregunté cómo le había ido. Me contestó: “Pos dice el médico que dizque traigo alta presión”. Añadió luego, pensativo: “Y sí ha de ser, porque me ando echando unos truenotes brutos”.
No sé absolutamente nada de sismología –ciencia muy movediza debe ser-, pero pienso que los análisis de los sismólogos, por más que estén fundados en datos de la realidad, son para ser tomados en la misma manera que los pronósticos del tiempo: cum grano salis, vale decir con ciertas reservas, con el cuidado que se toma ante las cosas que no poseen absoluta certidumbre.
Sin embargo ahora que al Popo le ha dado por echar unos truenotes brutos ninguna precaución sale sobrando para proteger a quienes viven cerca de Don Goyo. Ya se sabe que en tratándose de los volcanes lo mismo puede no suceder nada que suceder todo. Recordemos la erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era.
No estuve ahí, pero me dicen que aquello fue una cosa tremenda. Y sin embargo más de 3 millones de personas habitan en sus cercanías. Yo digo que al igual que el agua, que por donde pasó una vez puede volver a pasar otra, los volcanes que alguna vez hicieron erupción pueden volver a hacerla sin previo permiso de la autoridad. Así que mucho cuidado con Don Goyo…
Una mujer solitaria puso un aviso en los periódicos. En él ofrecía su mano y su fortuna a un hombre que reuniera tres condiciones: que no la golpeara, que nunca se fuera de su lado y que fuera muy bueno en la cama. El mismo día en que salió el anuncio sonó el timbre de la puerta. Acudió la mujer y vio casi al nivel del piso a un hombre que iba en un carrito, pues no tenía brazos ni piernas.
“Vengo por el anuncio” –le dijo el visitante. “¿Ah sí? –se sorprendió ella-. ¿Acaso piensa usted que reúne las condiciones que debe tener el hombre que aspire a desposarme?”.
“Pues le diré –responde el tipo. No tengo brazos, de manera que no podría golpearla. Carezco de piernas, de modo que mal podría irme de su lado…”. Lo interrumpe la mujer: “¿Y lo de ser bueno en la cama?”. Contesta el individuo: “Toqué el timbre de la puerta, ¿no?”. (No le entendí)… FIN.

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