Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Encarguese de sus propias relaciones
2013-05-10 | 22:35:10
El viajero de la ciudad le preguntó a Eglogio, ranchero de los Altos de Jalisco, y por lo tanto bien plantado: “¿Cómo hacen ustedes para tener hijos tan sanos y tan fuertes? Los que nosotros tenemos en la ciudad son enfermizos, débiles”. Responde el alteño: “Es que por acá nuestros hijos los hacemos nosotros mismos”… Empédocles Etílez recibió una orden terminante de su médico: no debería beber sino con los alimentos. Le pide al mesero: “-Tráigame un whisky doble en las rocas, unas costillas de carnero y un perro”. “-¿Un perro?” -se sorprende el mesero-. “-Sí, confirma Empédocles-. Alguien se tiene que comer esas costillas”… Hay Día de la Madre –lo celebramos ayer-, y está muy bien. Y hay Día del Padre, y del Niño, y del Maestro, y está bien. Y hay Día del Bombero, y del Médico, y del Policía, y de la Enfermera, y del Telegrafista, y del Soldado, y del Músico, y del Periodista. Y también está bien. A esa nutrida relación, tan incompleta, yo pediría añadir un nombre más: el Día del Prójimo. Nunca nos acordamos de él. Jamás pensamos en “el otro”. El prójimo no existe frente a mí, o al lado mío, compañero en este camino que se llama “vida”, del cual todos somos pasajeros, efímeros viandantes. Si tuviera yo conciencia de “otredad”, si pensara en el prójimo, actuaría de modo que no le hiciera daño, pues en nada me beneficia su perjuicio, o, si gano con él, pobre ganancia es la que se consigue haciendo el mal a otro. Si en el prójimo pensáramos no incurriríamos en acciones fincadas en la exaltación sin reservas del “yo” y en el olvido absoluto del “nosotros”. No nos disfrazaríamos de revolucionarios para mantener como rehén a una comunidad y así favorecer nuestro interés; no ejerceríamos violencias callejeras que lesionan el derecho de la gente a ir a su trabajo o a su hogar, ni en menguado número atacaríamos una Universidad en contra del derecho de una mayoría que quiere estudiar. Yo digo que el ingrediente principal de la política es “el otro”, y que la vida sólo se justifica a través del altruismo. Eso no quita al ser humano su individualidad; antes bien la perfecciona. En este tiempo –y en cualquiera- es imposible la existencia de Robinson Crusoe. El sentido de comunidad nos lleva al sentimiento de la comunidad, y sólo en ella podemos encontrarnos a nosotros mismos, y realizar nuestra plenitud. Sin el prójimo nada soy; con él estoy completo… ¿A qué viene todo esto? No sé. Lo ignoro. Se me ocurrió y lo escribí. Eso es todo… La mujer de Babalucas, Boborronga, dio a luz un hijo, el tercero. “-Ahí le paramos” -sentenció el papá. “-¿Por qué?” -pregunta Boborronga-. Explica Babalucas: “-Leí que uno de cada cuatro niños que nacen en el mundo es chino, y yo quiero puros hijos mexicanos… El dueño del hotelito familiar le dice a su señora: “-El tipo de la habitación 14 llamó para pedir que le mandemos una mujer”. “-¡Este es un hotel decente! -se indigna ella-. ¡Voy a exigirle que se vaya!”. A poco volvió la señora toda desgreñada. Atrás de ella venía el individuo. “-¡Qué mal servicio tienen! -le reclama al señor-. Nomás porque andaba yo muy necesitado me aventé a la vieja que me mandaste, pero a ver si la próxima vez me consigues otra que no sea tan fea y que tenga mejor carácter”… Terminado el primer trance de apasionado amor el novio sintió deseos de ir al pipisrúm. Inclinándose sobre su flamante mujercita le dice con voz dulce: “¿Me permites un segundo, mi amor?”. Responde ella extasiada: “¡Y un tercero, y un cuarto, y un quinto! ¡Todos los que quieras, vida mía!”… FIN.

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