Por Catón
Columna: DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
2013-05-05 | 21:12:34
Un hombre de negocios norteamericano visitó Nuevo Vallarta y se enamoró del sitio. Le envió un mensaje a su socio: “Este lugar es maravilloso. Ven, y trae a mi esposa y tu amiguita”. Con otro mensaje respondió el amigo: “Tu esposa y yo llegaremos mañana. Pero dime: ¿cómo te enteraste de lo nuestro?”… El guerrero maya Pek llevó a la linda princesa Nikté atrás de la pirámide, y ahí la convenció con untuosas palabras seductoras de que le hiciera entrega de la impoluta gala de su doncellez. Consumado el amoroso trance le dijo con una gran sonrisa: “¡Felicidades, Nikté! ¡Ya no eres candidata a que te arrojen viva al cenote de las vírgenes!”… Doña Macalota le comentó a don Chinguetas: “Pienso que mañana el coche no va a querer arrancar”. “¿Por qué?” –se extrañó él. Responde la señora: “Tiene agua en el carburador”. “¿Agua en el carburador? –repitió el marido con burlón acento-. ¿Por qué piensas que tiene agua en el carburador? ¡Tú qué sabes de eso! Pero, en fin, déjame revisarlo. ¿Dónde está el coche?”. Responde con manso acento doña Macalota: “En vez de frenar aceleré. Está en la alberca”… Leo en una nota de periódico: “Barack Obama se robó el corazón de los jóvenes mexicanos”. No lo dudo: el corazón de los jóvenes -ellos y ellas- es fácil de robar, ya sea por una linda chica o un guapo galán, o por un buen artista. En su su discurso antes las muchachas y muchachos el Presidente de los Estados Unidos actuó con la destreza de un consumado show man. Les dijo lo que ellos querían escuchar; halagó a nuestro país; se mostró simpático y sencillo. Pero en sus palabras no hubo sustancia verdadera. Hubo, sí, buenos propósitos que ciertamente serán de difícil cumplimiento. Diga lo que diga el mandatario estadounidense, la verdad es que la inmensa mayoría de sus conciudadanos, y la casi totalidad de los políticos, tanto demócratas como republicanos, comparten el estereotipo que en su nación se tiene acerca de la nuestra: un país donde priva la inseguridad derivada de la violencia criminal, y cuya pobreza lleva a millones de migrantes a tratar de cruzar la frontera ilegalmente. Consideremos la visita de Obama, y sus declaraciones, como gestos de buena voluntad, pero no esperemos muchos frutos de su breve estancia aquí. Los presidentes de la nación vecina están sujetos a muchas ataduras, más aún que los nuestros de la época moderna, y será menester que Obama venza muchas resistencias antes de conseguir siquiera una pálida reforma migratoria que beneficie a México y a los mexicanos. Al decir esto no hablo como pesimista: hablo como escribidor que de vez en cuando logra tener un leve atisbo de la realidad… Un viajero manejaba por un camino rural y aplastó al gallo de una granja. Pensó que si le ofrecía al granjero un gallo de la misma calidad podría compensar su imprudencia. Le dijo: “Señor: me gustaría reemplazar a su gallo”. “Por mí puede hacerlo –replicó el sujeto-. Pero no sé si las gallinas lo acepten”… El recién casado felicitó a su flamante mujercita: “¡Qué rica comida, Susiflor! ¿La compraste tú misma?”… El joven Picio era más feo que un coche por abajo. Iba a ingresar en la Universidad. Su papá lo llevó aparte y le habló así: “Hijo mío: en el lugar a donde vas estarás rodeado de preciosas chicas. Pensando en eso te compré algo en la farmacia”. Y así diciendo le entregó un paquetito. Preguntó Picio: “¿Son condones?”. “No –le contestó el señor-. Son píldoras antidepresivas. Ninguna de esas preciosas chicas querrá salir contigo”… Lady Loosebloomers trataba con excesiva complacencia a Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de los faisanes. Le permitía llegar tarde a su trabajo; lo dejaba ir y venir a su antojo; jamás le pedía cuenta del cumplimiento de sus obligaciones. Eso molestaba mucho a su marido, Lord Feebledick, que aún conservaba el sentido de la disciplina adquirido en Eton. Constantemente le decía: “Esposa: le das demasiadas libertades a ese joven”. Cierto día milord llegó a su casa después de terminada la cacería de la zorra, y al entrar en la alcoba conyugal sorprendió a Lady Loosebloomers en apretado abrazo de fornicio con el pelirrojo mancebo. Le dice Lord Feebledick a su mujer: “¿Lo ves? No estaba yo equivocado. ¡Le das demasiadas libertades a ese joven!”… FIN.

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