Por Catón
Columna: De política y cosas peores
La autonomía no es para proteger delitos...
2013-04-24 | 09:27:15
Susiflor, muchacha de pueblo, le dijo a su mamá: “Mi amiga Dulcilí se va a casar el mismo día que yo, y como no tiene confianza con su madre quiere que le des algunos consejos para la noche de bodas’’. Inquirió la señora: “¿Y tú no quieres que te dé esos consejos?’’. “No –declinó Susiflor-. Ya ya llevo varios meses ensayándola’’...
El agente de tránsito alcanzó en su motocicleta a la conductora que iba con exceso de velocidad. Era Bustolina Grandchchier, joven mujer de exuberantes encantos pectorales. “Señorita -le dijo-, generalmente se acostumbra que me den una mordida. En este caso, sin embargo, haré una excepción: se la voy a dar yo a usted’’...
Himenia Camafría, madura señorita soltera, tenía un gato al que amaba con ternuras maternales. Cierto día el minino enfermó de constipación. El veterinario le recetó un purgante. Tres días después regresó Himenia con el médico. “El laxativo no le hizo ningún efecto a Michilín’’ -gimió acongojada. “Le daré una purga más fuerte’’ –dijo el facultativo. Tampoco en esta ocasión obró el medicamento, de modo que Himenia volvió con el veterinario, y este prescribió un depurador aún más poderoso. Tampoco surtió efecto. Himenia, desesperada, acudió de nueva cuenta al consultorio del veterinario.
El hombre, impaciente ya, tomó una purga para caballo, y tras quitarle la etiqueta al frasco le indicó a Himenia: “Désela toda al gato hoy en la noche’’. Al día siguiente, preocupado por lo que había hecho, llamó por teléfono a Himenia. “¿Le hizo efecto la purga a su gatito?’’. “Bastante, doctor -respondió ella gemebnda-. Le hizo efecto 40 veces vivo, y 85 veces ya muerto’’...
Llegó el marido a su casa en horas de la madrugada, y se sorprendió al ver luz en la recámara. Su señora estaba tendida en la cama, exhausta y agotada, con el cabello y las ropas en desorden. “¿Qué sucedió, Clorilia?” –le preguntó asustado. “Entró a la casa un hombre –respondió ella-. Se llevó varias cosas, y me hizo objeto de sus peores instintos de lujuria”. “¡Qué barbaridad! –se consternó el esposo-. ¡No debí haberte dejado sola tanto tiempo!”. “Eso fue lo que le dije al hombre –añadió la señora-. Él había venido nada más a robar”…
Muchas materias estudian los alumnos de la UNAM. Algunos aprenden además dos cosas: la ilegalidad y la impunidad. Saben que pueden atentar contra la institución, contra sus estudiantes y maestros, contra sus instalaciones, que al cabo al final todo se arreglará. Tal es uno de los mayores males de nuestro país: aquí todo se puede arreglar.
La Universidad Nacional sufre continuamente graves daños por causa de dos palabras que se entienden mal: una es “autonomía”; la otra es “represión”. Autonomía no es extraterritorialidad; la Universidad no es un Estado dentro de otro Estado. De ningún privilegio medieval gozan quienes asisten a ella que los exima de cumplir las leyes que a los demás ciudadanos nos obligan.
El empleo de la fuerza legítima contra quienes ahí ejercen violencia y cometen delitos no es represión, es cumplimiento de su deber por parte de las autoridades, una de cuyas obligaciones es la salvaguarda del patrimonio universitario y el cumplimiento de las actividades de la institución. Prudencia no debe ser sinónimo de lenidad.
Desde ese punto de vista son valiosas las palabras del exRector José Sarukhán: “La autonomía no es para proteger delitos; es para defender la libertad de cátedra, de pensamiento, de ideas; pero no significa extraterritorialidad”. Es inconcebible que unos cuantos majaderos encapuchados estorben la labor de la más grande e importante casa de estudios del País.
Con ellos no debe haber “arreglos”, pues de ese modo no tardarán en volver a hacer desarreglos. Y mejor cambio de tema, porque ese último juego de palabras me salió infumable…
Un recién casado hablaba de las virtudes de su flamante mujercita. “Es muy rápida en la cocina -decía con orgullo-. Prepara la comida en un abrir y cerrar de latas’’...
Curvilia, muchacha generosamente dotada por la naturaleza, fue con el doctor a que le hiciera un examen general. El galeno le pidió que se quitara la ropa, y luego procedió a hacerle una exhaustiva auscultación. Al terminar le dijo: “Señorita, con la mayor pena me veo obligado a decirle algo que no le quisiera decir’’. “¿Qué es, doctor?’’ -se angustió ella. Le dice el doctor con un suspiro de tristeza: “Vístase’’... FIN.


Mirador
Armando Fuentes Aguirre
Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que está entre ateos, dio un sorbo a su martini -con dos aceitunas como siempre- y prosiguió:
-Mucho tiempo se gasta en discusiones sobre religión. En esas disputas generalmente hay demasiado calor, pero muy poca luz. No entiendo por qué dos personas civilizadas pueden enfrentarse y reñir a propósito de si tal profeta o tal apóstol quiso decir esto o lo otro. Quizá cuando dijo eso el tal apóstol o profeta no estaba movido por el Espíritu, sino por un dolor de estómago, o se hallaba de mal humor porque no había comido.
-Creo que lo mejor -siguió diciendo Jean Cusset- es hablar menos de religión y practicarla más. Las obras buenas son el mejor argumento de la fe. Las disquisiciones no sirven para vestir a un pobre, para dar compañía a un solitario, para aliviar los dolores de un enfermo. Demostremos nuestra fe en Dios haciendo el bien a sus criaturas. Cuando alguien piensa que solamente él posee la verdad, y quiere imponerla a otro, incurre en grave culpa de soberbia. Un vaso de agua dado en nombre de Dios a aquel que tiene sed vale más que mil largos debates, que a más de largos siempre acaban mal.
¡Hasta mañana!...

MANGANITAS
POR AFA
“…Un grupo de porros tomó la rectoría de la UNAM y destrozó instalaciones…”.
Después de ese cuartelazo
que ninguno impedir pudo,
hay que cambiar el escudo:
“Por mi raza hablará el mazo”.

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