Por Catón
Columna: DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
Tendrá Maduro estrecho margen de acción
2013-04-18 | 09:05:51
Por Catón

En la elección venezolana, Maduro perdió ganando, y Capriles ganó perdiendo. Todo mundo tenía la certeza de que el hijo putativo de Hugo Chávez arrollaría a su adversario opositor, y vino a suceder que el margen de la alegada victoria del chavista fue tan estrecho que hace dudar de la legitimidad de su triunfo.
El resultado de la jornada electoral constituye en verdad una derrota para el candidato oficialista, pues Maduro no solo contó con la figura del desaparecido dictador como elemento de propaganda, sino que tuvo a su disposición todos los recursos del Gobierno. Si es confirmado como presidente, don Nicolás no las tendrá todas consigo, y gobernará con estrechísimos márgenes de acción. Ya se ve que el espíritu cívico está muy lejos de haber muerto en Venezuela…
El Padre Arsilio, igual que Tirso de Molina, apreciado colega a quien admiro y respeto bastante, conocía a las mujeres a fuerza de tanto oírlas en el confesionario. Sabía por lo tanto que hay algunas que son virtuosas porque nunca han tenido ocasión de dejar de serlo, y sabía también que hay otras que podrían ser consideradas virtuosas de no ser por tres pequeños inconvenientes: sus pensamientos, sus palabras y sus obras.
Una de las feligresas del Padre Arsilio, gordita ella, era de envases ingrávidos, por no decir de cascos ligeros. A ningún hombre le negaba nunca un vaso de agua. Y vaya que en el pueblo abundaban los sedientos. “¿Por qué eres así, Crásida?” –le preguntó cierto día el buen sacerdote a la frondosa pecadora.
“Padre –respondió ella-, usted mismo nos ha dicho que la senda de la virtud es muy estrecha. Yo no quepo en ella”. ¡Ah, qué creatividad despliegan los humanos –y las humanas también- para justificar sus culpas! En tratándose de pretextos todos somos grandes inventores. Sólo se es joven una vez, y cuando dejas de serlo tienes que inventar otras disculpas.
Pero advierto que me aparto del relato. Vuelvo a él. Se preocupó mucho el Padre Arsilio, porque se percató de que un buen número de muchachas de su parroquia perdían la flor de su virginidad –si bien no el florerito- en el solitario paraje llamado El Ensalivadero, situado en las goteras del pueblo. El galán llevaban allá a su dulcinea en su automóvil, y las irregulares nupcias tenían consumación en el asiento trasero del vehículo.
El Padre Arsilio empezó a recomendar en sus sermones la adquisición de cochecitos de solo dos asientos, que son más incómodos, es cierto, pero más apegados a las prescripciones de la Santa Madre Iglesia, pero esa publicidad no tuvo éxito: si algún galán compró un automovilito de ésos su novia hubo de confesar después otro tipo de pecados que al buen sacerdote escandalizaron más.
Recurrió entonces el prelado a un recurso extremo. Todas las noches hacía acto de presencia en El Ensalivadero, e iba coche por coche pidiendo a las parejas que no pecaran contra el sexto mandamiento, al tiempo que les hacía piadosas exhortaciones sacadas del libro “Pureza y hermosura”, de monseñor Tihamer Toth.
En cierta ocasión dio unos golpecitos en la ventanilla de la puerta trasera de un automóvil. La bajó el dueño del vehículo. “Hijo mío –le dijo el sacerdote-: vengo a sacarte de la tentación”. “Demasiado tarde, señor cura –contestó el individuo respirando agitadamente-. Ya estoy metido en ella”.
En otra ocasión el Padre Arsilio hacía su ronda nocturna en aquel solitario paraje, tan propicio a los devaneos eróticos, y vio un vehículo estacionado en el sitio más oscuro. Se dirigió hacia él y aluzó su interior con su linterna de baterías. Lo que vio lo llenó de asombro: el galán y la muchacha estaban en el asiento delantero del automóvil, leyendo él un libro y ella tejiendo con gancho.
“¡Los felicito, hijos míos! –les dijo con exultación-. Mientras en los demás automóviles contemplo escenas de libídine, deshonestidad, lujuria, sensualidad, lascivia, salacidad, intemperancia y voluptuosidad, aquí veo que tú, hijo, te dedicas a cultivar tu espíritu por medio de la lectura –“Inter folia fructus”, decían los antiguos: entre las hojas (tanto de los árboles como de los libros) están los frutos-, y tú, hija mía, practicas labores de crochet que otrora fueron adorno y gala de tu sexo.
Dime, hijo: ¿qué edad tienes, que muestras tanta y tan laudable madurez?”. “Tengo 25 años, padre –respondió el muchacho-. A ella le faltan 15 minutos para llegar a la mayoría de edad, y en algo tenemos que ocuparnos mientras tanto”… FIN.


Mirador
Armando Fuentes Aguirre
San Virila era el encargado de sacar el agua de la noria en su convento.
Continua y fatigosa era la tarea. Hora tras hora estaba el frailecito sacando cubo tras cubo con la cuerda.
Cierto día le preguntó uno de los frailes:
-Hermanito: ¿por qué no hace usted uno de sus milagros, para que el cubo saque solo el agua de la cuerda, sin necesidad de que usted tire de él?
Sonrió San Virila y respondió:
-Padre mío: los milagros que uno hace en su propio beneficio no son milagros. El bien solo es verdadero bien cuando se hace a los demás.
Así dijo San Virila, y el ruido que hacía el cubo al bajar a la noria pareció música que acompañaba sus palabras.
¡Hasta mañana!…


MANGANITAS
AFA
“…Conflictos en Venezuela…”.
Mientras Chávez y sus temas
sigan dominando allá,
Venezuela seguirá
eternamente en problemas.

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