Un médico le comentó a su amigo: “Le hice a mi esposa una operación de cirugía plástica”. “¿De veras?” -se interesó el amigo-. “Sí -explica el médico-. Le cancelé todas sus tarjetas de crédito”...
Al regresar una señora de su caminata matutina vio que una vecina suya corría apresuradamente hacia su casa. Le dijo: “Para rebajar no necesitas ir tan aprisa”. Contestó la otra: “Para rebajar estoy haciendo la dieta de los 8 litros de agua. Esta es una emergencia relacionada con la dieta”...
Dos secretarias hablaban acerca de sus respectivos jefes. “El mío es muy comprensivo -comentó una-. Cuando hago bien mi trabajo me da unas palmaditas en la espalda”. Dice la otra: “Mi jefe no tiene pretensiones tan altas”...
Un cubano residente en Miami compraba todos los días el periódico; echaba una rápida mirada a la primera plana, y luego lo arrojaba sin más en el bote de la basura. El encargado del puesto, que había notado aquello, le preguntó lleno de curiosidad: “Perdone, señor: ¿qué es lo que busca usted en el periódico?”. “El obituario” -respondió el individuo. Le dice el puestero: “El obituario viene en la página 5”. “Ya lo sé -respondió el cubano-. Pero cuando muera alguien que yo me sé, su obituario vendrá en la primera plana”...
El elegante lord inglés y su hijo entablaron conversación con un americano en el coche bar del tren. “¿Conoce usted Londres?” –le preguntó el inglés joven al norteamericano. “¿Que si conozco Londres? -respondió el tipo-. Estuve en la ciudad dos años, en tiempos de la guerra.
Ahí pasé algunas de las mejores noches de mi vida”. “¿Qué dice?” –le preguntó a su hijo el lord, que era algo sordo. “Dice que conoce Londres” –le dijo el muchacho en alta voz. Luego volviéndose hacia el americano, le preguntó: “¿De casualidad cuando estuvo usted en Londres conoció a lady Highrump?”. “¿Que si la conocí? –se entusiasmó de nuevo el estadounidense-.
¡Precisamente con ella fue con quien pasé aquellas noches memorables!”. “¿Qué dice? ¿Qué dice?” -volvió a preguntar el lord. Le contestó el muchacho: “Dice que conoce a mamá”...
La chica se dio mañas para que Babalucas, que es tan tonto, la llevara en su automóvil a un apartado y romántico paraje llamado El ensalivadero. Ahí le dijo con voz apasionada: “¡Dime una palabra del corazón!”. Babalucas se inclinó sobre ella y le musitó al oído: “Arritmia”...
La señora le comentó a su marido después de la fiesta: “Mi mamá estuvo feliz. Me dijo que por poquito se muere de la risa con los chistes que contaste”. “¡Haberlo sabido! -exclama el tipo, desolado-. ¡Sé otros mejores!”...
El cliente le preguntó a la encargada del departamento de regalos: “¿Qué me sugiere para un amigo mío, soltero, de 50 años, que lo tiene todo?”. Sin vacilar respondió ella: “Le sugiero una muchacha de 40 años, y soltera también. Soy yo”...
Los novios se presentaron ante el sacerdote recién ordenado. “Padre -le pidieron-, queremos que nos case”. “Lo siento mucho –respondió él-. Me hice la promesa de que jamás oficiaré en ningún matrimonio”. “¿Por qué?” -se asombraron los novios. Explicó el curita: “En el seminario me enseñaron que no debo participar nunca en juegos de azar”...
“¡Rápido, Avicenio! –le ordenó el doctor a su ayudante-. ¡Vaya a dar respiración artificial a la joven paciente del 14! ¡Yo iré mientras por el oxígeno!”. Cuando el doctor llegó al cuarto se fue de espaldas al ver que el tal Avicenio y la muchacha estaban entregados a eróticos deliquios de voluptuosa pasión incandescente.
“¡Oiga, Avicenio! -exclamó. ¡Le dije que le diera respiración artificial a la paciente!”. “¡Así empezamos, doctor!” -respondió el tipo entre agitados jadeos, resuellos sibilantes, sofocos contenidos, ansiosos acezos, estentóreos respolidos, quejos ahogados, fatigosas respiraciones y anhelosos ayes y suspiros...
Don Añilio, señor de edad más que madura, hizo que le dibujaran un corazoncito “ahí”. Quería ver si le daba un paro cardíaco. (No le entendí)... FIN.