Por Catón
Columna: DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
2013-04-02 | 09:56:09
Por Catón

Todo el día aquel marido estuvo pensando en lo mucho que su esposa hacía por él, y en lo poco que se lo agradecía. Así, aquella noche llegó a su casa con un ramo de flores y una caja de chocolates. “¡Te quiero, mi vida! -le dijo con amor a su mujer al tiempo que la abrazaba, cariñoso-. Sé que he sido injusto contigo, pero desde ahora pondré a tus pies todas las cosas bellas de este mundo. Arréglate: voy a llevarte a cenar, y luego al teatro”.
Ella se soltó llorando. “¡Qué malo eres! –le dijo con acento gemebundo a su marido-. El niño se cayó, y tuve que llevarlo con el doctor. Quemé con la plancha mi mejor vestido. Se descompuso la lavadora. Se me fue la criada. ¡Y ahora tú vienes borracho!”...
En la conversación de sobremesa la señora sostenía una tesis por demás extraña. “Pienso -decía- que los equinos tienen más sentido común que los humanos”. “¿Por qué?” –preguntó alguien, sorprendido. Explicó la señora: “No sé de ningún caballo que se haya arruinado apostando en las carreras de hombres”...
Después de tres años de ausencia en alta mar el joven marinero recibió noticias de que su barco regresaría a puerto. De inmediato le envió un mensaje a su novia: “Tan pronto regrese nos casaremos, Susiflor. Pero vacúnate contra el tétanos, porque voy algo oxidado”...
El Padre Arsilio, cura párroco del pueblo, iba en su automóvil de modelo antiguo, y vio a Bucolia, lozana rancherita que trabajaba en una casa por el rumbo al que él se dirigía. El buen sacerdote detuvo su vehículo y la invitó a subir. La muchacha aceptó agradecida.
Cuando llegaron empezó a manifestarle con vivas palabras su agradecimiento. “Ni lo menciones -le dijo el Padre Arsilio amablemente-. Ni lo menciones”. Ya en la casa Bucolia les contó a sus patrones: “Encontré al señor cura en la carretera, y me subió a su automóvil”. Inquirió la señora: “¿Y luego?”. Responde muy seria la muchacha: “Lo que pasó luego el Padre me pidió que no lo mencionara”...
Estuve hace unos días en Piedras Negras, ciudad fronteriza de mi natal Coahuila. Igual que todas las poblaciones de frontera Piedras Negras ha sufrido los embates de la violencia. Sus laboriosos habitantes, sin embargo, siguen cumpliendo sus tareas de cada día, y realizan acciones de bien para contrastar el mal.
Se advierte un notable progreso en la ciudad, y un espíritu de superación. Me tocó inaugurar los festejos del 25 aniversario del Instituto Don Bosco, prestigiada institución donde los salesianos cumplen la misión que les fijó su fundador, educar a los niños y a los jóvenes poniendo en ellos valores espirituales que en el futuro normarán su vida.
Gratísima experiencia fue esa para mí, que le agradezco a don Francisco Juaristi Septién, mi editor en Piedras Negras desde hace muchos años, por cuyos buenos oficios fui invitado a compartir esa significativa ocasión. Los habitantes de Piedras Negras son gente cordial, amable y generosa, y me llenaron de muestras de bondad y afecto. Ciertamente me quedaron ganas de regresar a esa bella ciudad. Lo haré –créanmelo- a la menor provocación…
La chica encargada del elevador era de muy buen ver y de mejor tocar. Sus ubérrimos encantos proclamaban sin palabras la generosidad de la Naturaleza. Subieron al ascensor tres personas: dos damas y un caballero. Dijo la primera señora: “Al segundo piso, por favor”. Pidió la segunda: “Al tercero”. Habló el caballero: “A mí lléveme entre el quinto y el sexto, si es tan amable, y ahí detenga el elevador”...
Don Wormilio, un pobre señor, sospechaba que no gozaba de mucho respeto en su casa. Confirmó sus temores cierto día que llamó por teléfono a su esposa, y le contestó su hijo más pequeño. Don Wormilio alcanzó a oír que el niño preguntaba: “Mami, es mi papá. ¿Estás o no estás?”...
La mujer que daba la conferencia era una vehemente feminista. “Díganme –se dirigió, retadora, a los varones que estaban en el auditorio-: si no fuera por la mujer ¿dónde estaría el hombre?”. Respondió una voz masculina desde el fondo: “En el Paraíso Terrenal, echado abajo de un árbol, comiendo fresas y rascándose los éstos”... FIN.


Mirador
Armando Fuentes Aguirre

Jean Cusset, ateo siempre con excepción de las veces que se siente feliz, porque entonces necesita alguien a quien darle las gracias, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-No se puede probar científicamente la existencia de Dios, del mismo modo que no se puede probar teológicamente la existencia de los protones y los electrones. Sin embargo Dios existe, y posiblemente los protones y los electrones existan también.
-Lo que sucede -siguió diciendo- es que al parecer Dios gusta de jugar a las escondidas con los hombres, y sólo se les ha ido revelando lentamente. Cada descubrimiento que los hombres hacen, ya sean las grandes cosas que con los microscopios pueden verse o las pequeñas que con los telescopios se pueden ver, es como si el hombre encontrara a Dios oculto atrás de un microorganismo o de algún astro.
-Por eso -dijo Jean Cusset- quienes no contemplan el universo de lo creado jamás encontrarán a Dios. Porque no juegan con Él a las escondidas.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini. Con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...


MANGANITAS
POR AFA


“…Siguen las divisiones en el PAN…”.
Con pugnas, y dividido,
un pésimo ejemplo dan.
La verdad es que ese PAN
se ve bastante partido

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