Por Catón
Columna: DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
2013-03-23 | 21:09:06
Don Añilio, provecto caballero, le comentó tristemente a un amigo: “Mi mujer dice que en todos nuestros años de matrimonio solo estuve interesado en una cosa. ¡Y ya no puedo recordar cuál era!”… Babalucas asistió al lanzamiento de un cohete en la NASA. Por el altavoz se escuchó la cuenta regresiva: “Diez, nueve, ocho, siete seis…”. Babalucas le dice en voz baja a su vecino: "¿No que son tan inteligentes? Ese indejo está contando al revés"... Don Vetulio y doña Talonia formaban una pareja sumamente colorida: él era un rabo verde, y ella parecía de la zona roja... Don Martiriano, esposo de doña Jodoncia, le contó a un amigo: "Mi señora fue a jugar boliche con unas amigas. Jamás había agarrado una bola, y en su primer tiro tumbó 10 pinos". "¿Hizo chuza?”" -se asombró el otro. "No precisamente –aclaró don Martiriano-. Ocho de los pinos eran de la mesa vecina, y los otros dos de la siguiente"... Pedancio, el cochero del pueblo, tenía a honra ser el hombre más borracho de toda la región. Como el buen Padre Arsilio, párroco del templo del lugar, le había dicho que el vino era su mayor enemigo, quería acabar con él. Cierta noche se quedó dormido en el pescante de su coche de caballos después de una de sus cotidianas borracheras. Cuando despertó a la mañana siguiente se vio con las riendas en la mano, pero sin caballos. Se frotó los legañosos ojos, y llamó a un muchachillo que andaba por ahí. Le dijo: "Ve a mi casa y pregunta si estoy ahí". El chamaco, que ya lo conocía, dijo para sí: "Don Pedancio trae su acostumbrada pítima". Y así diciendo hizo como que iba a cumplir el encargo, pero se fue a jugar a otra parte. Mientras esperaba, el cochero, todavía bien borracho, razonaba en su interior: "Si ese tal Pedancio está en su casa, entonces ya soy dueño de este carro. Pero si no está, entonces Pedancio soy yo, y ya me robaron los caballos"... Después de examinar al agotado señor le dijo el médico: "Sufre usted, don Languidio, agotamiento general. Necesita renunciar a la mitad de su actividad sexual". La esposa del amarrido señor estaba ahí, y le preguntó al facultativo: "¿A cuál mitad debe renunciar, doctor? ¿A la mitad en la que piensa o a la mitad de la que habla?"... En una isla desierta vivían seis marinos que habían llegado ahí luego de un naufragio. Uno de ellos era alto y fortachón; los otros cinco eran bajitos de estatura, débiles y escuchimizados. "A ver –les dice el fortachón con siniestra sonrisa-. ¿A quién de ustedes le toca hoy ser Reina por un Día?"... Cuatro pieles rojas entraron en un elegante restaurante de Nueva York. El encargado los miró con una ceja levantada. Les preguntó, altanero: "¿Tienen ustedes reservación?''. "Sí -respondió uno de los indios-. En Arizona''... En aquellos años don Chinguetas, marido de doña Macalota, iba por la calle y se topó con una manifestación de hippies. Uno de ellos le dio una flor y le dijo: "Haz el amor, no la guerra''. "Yo hago las dos cosas –contestó don Chinguetas-. Soy casado''… En el baile de graduación de la prepa uno de los que recibían su diploma le pidió aquellito a una compañera suya. Ella, indignada, rechazóla salaz proposición. Pasaron los años y aquella muchacha llegó a ser presidenta de su país. La noche en que tomó posesión de su alto cargo se efectuó en la casa de gobierno un baile de gran gala. A él asistió aquel compañero suyo. La invitó a bailar y, para sorpresa de la señora presidenta, volvió a hacerle la misma proposición: otra vez le pidió aquellito. Ella se indignó, y llamó a los guardias presidenciales para que echaran fuera al individuo. Mientras era llevado en vilo por los forzudos agentes el tipo le dijo a la presidenta con admiración: "Un mérito tengo que reconocerte: el éxito no te ha cambiado"... Doña Panoplia de Altoopedo, señora de buena sociedad, se jactaba ante sus amigas del elevado sueldo que le pagaba a su cocinera. “Gana tan bien –les dijo –que no tiene que hacer la comida: todos los días nos lleva a comer en un buen restorán”… Gorgolota era considerablemente gorda; muy robusta; tenía un corpachón de enormes proporciones. Contrajo matrimonio con Tilico, desmedrado joven. Al empezar las acciones de la noche de bodas ella le preguntó, molesta, a su flamante marido: "¿Por qué consultas tanto el reloj?''. "No es reloj –contestó él-. Es brújula''... FIN.
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