Por Catón
Columna: DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
2013-03-19 | 21:35:54
Dulcilí, muchacha ingenua, le confesó a su mamá que la noche anterior había tenido sexo con su galán ocasional. “¡Santo Cielo! –se alarmó la señora-. ¿Y tomaste alguna protección?”. “Sí –respondió muy orgullosa Dulcilí-. Le di un nombre falso”… Comentó don Martiriano, el sufrido esposo de doña Jodoncia: “Tengo un impedimento del habla”. “¿Cuál es?” –preguntó alguien. Suspiró don Martiriano: “Mi mujer”… La señora le dijo al psiquiatra en una fiesta: “Me gustaría que examinara usted a mi marido. Les habla a sus plantas”. Acotó el analista: “Muchas personas les hablan a sus plantas”. Y dice la señora: “¿Por teléfono?”… Después del funeral uno de los dolientes se despidió de la viuda. Le dijo. “Buenas noches”. Con voz triste respondió ella: “Tardaré algún tiempo en tenerlas otra vez”…Los dos papas que precedieron a Francisco fueron admirables; Juan Pablo por su gran atractivo mediático; Benedicto por su alta calidad intelectual. Ambos, sin embargo, guardaron cierta distancia de su grey. Inspiraban respeto, admiración, pero les faltaba cercanía con la gente. De sus acciones y palabras no derivó una inspiración que llevara tanto a los jerarcas de la Iglesia como a la feligresía a asumir una actitud concreta bajo el influjo de su pastor. El nuevo Papa me ha sorprendido. Su sencillez y su llaneza están haciendo de él un hombre carismático, si bien no tan espectacular como Juan Pablo sí en cambio más humano. La humildad que en él se advierte contrasta con los ceremoniales vaticanos, y seguramente traerá consigo cambios que acercarán más a la Iglesia al espíritu original del cristianismo. Al mismo tiempo los fieles se sentirán movidos por la conducta de Francisco, y el ejemplo de sencilla bondad del Papa será imitado por muchos en su vida diaria. El nuevo Pontífice da la impresión de que sigue siendo un sacerdote cercano a sus feligreses; un párroco muy próximo a sus parroquianos. Quizá este hombre que no pretende ser carismático tendrá por eso mismo un gran carisma. En unos cuantos días el Pontífice que pide ser bendecido antes de bendecir se ha ganado el cariño de la gente común. Su afabilidad, su amabilidad, han conquistado después de haber sorprendido. No cabe duda: habemus Papam… Era una pareja muy colorida: él estaba siempre en la nota roja; ella en la sección amarilla… Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, fue con su esposo don Sinoplio a un safari en África. Un elefante salió de la espesura y atrapó con la trompa a la mujer. La levantó en alto y la iba a estrellar contra el suelo. “¡Dispara! ¡Dispara!” –le gritó desesperadamente doña Panoplia a su marido. “No puedo –respondió él-. Los elefantes están en vías de extinción”… Babalucas iba a tener una cita con la chica vecina. Su mamá le preguntó con inquietud: “¿Llevas alguna protección?”. “Sí, mami –respondió el tontiloco-. Traigo mi navaja”… Rosibel, la secretaria de don Algón, le dijo que estaba a disgusto: “¿Por qué?” –le preguntó el ejecutivo. Contestó Rosibel: “Lo veo a usted muy cariñoso con su esposa”… Decía un señor: “En estos tiempos hay una gran promiscuidad sexual. La única manera de evitar el sexo es casándote”… Don Languidio Pitocáido fue con su hijo médico. Le dijo: “Estoy teniendo problemas para mostrarle mi amor a tu mamá. ¿Me entiendes?”. “Claro que sí, padre –sonrió el muchacho-. Son cosas de la edad”. “Tu mamá tiene la misma edad que yo –rezongó don Languidio-, y ella no tiene ningún problema”. “Es diferente –replicó el joven médico-. En tu caso, padre, hay unas inyecciones que pueden darte vigor y fortaleza. Con una serie de 10 te sentirás mejor. Son caras –cuestan 5 mil pesos la serie-, pero valen la pena; te darán buen resultado”. Pagó el señor el tratamiento. Luego de algunos días Pitocáido regresó por una segunda serie de inyecciones, y le dio a su hijo 10 mil pesos. “Nada más son 5 mil” –le aclaró el muchacho. “Ya lo sé –replicó don Languidio-. Los otros 5 mil pesos los manda tu mamá para que una tercera serie de inyecciones”… Susiflor le contó a una amiga su experiencia en la noche anterior: “Mi novio empezó a besarme apasionadamente; a acariciarme con caricias encendidas”. Pregunta con inquietud la amiga: “¿Y lo pusiste en su lugar?”. “No –contesta Susiflor-. Lo puse en el mío”… FIN.

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