Por Catón
Columna: DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
2013-03-16 | 21:28:23
Meñico Maldotado, joven varón con quien se mostró ávara la naturaleza, logró por fin que Pirulina, muchacha pizpireta, accediera a ir con él a un discreto motelito. Cuando Meñico se presentó al natural ante la sabidora chica, ella le preguntó, desdeñosa: “¿A quién crees que vas a satisfacer con eso?”. Sonriente y ufano le contestó Meñico: “¡A mí!”... Susiflor estaba en una fiesta. De pronto se levantó de su asiento y fue uno por uno con todos los hombres presentes. A todos les decía: “No; no voy contigo a tu departamento''. Ellos se sorprendían, pues no le habían hecho ninguna sugerencia. También se asombró la anfitriona. Le preguntó: "¿Por qué haces eso?''. Respondió Susiflor: “Estoy rechazando de antemano cualquier posible invitación, ahora que todavía estoy sobria''... Después de examinar a su joven paciente el médico le dijo: “Su parte varonil va a crecer 4 pulgadas, y a engrosar 2”. “¡Eso es fantástico!” –se alegró el muchacho. “No –le aclaró el facultativo-. Es elefantiasis”… En la comida con invitados dijo don Poseidón, granjero acomodado: "Los cultivos se ven faltos de fuerza. Mañana les voy a poner estiércol de chiva". Terminada la comida una hija del vejancón le dijo a su mamá: "Me dio pena con los invitados. Deberías enseñar a mi papá a no decir 'estiércol' sino ‘abono’, o 'fertilizante' ". "Hija -suspiró la señora-. A estas alturas es imposible enseñarle algo nuevo a tu papá. Me tardé casi 30 años para hacerlo decir 'estiércol de chiva' en vez de la frase que usaba antes"... Pepito tenía apenas tres añitos. Cierto día su papá llegó de un viaje y se espantó al ver frente a su casa un carro de bomberos, una patrulla de Policía y una ambulancia de la Cruz Roja. Entró, asustado, y halló la sala llena de bomberos, policías y enfermeros. Entre todos estaba su esposa, que al verlo le anunció feliz: "¡Tu hijo ya sabe hablar por teléfono!"... Babalucas se compró un vochito de modelo antiguo. Le dijo a un amigo: “Voy a ponerle sombrero de copa, y barba''. "No entiendo -se desconcertó el amigo-. ¿Cómo que le vas a poner barba y sombrero de copa?”. "-Sí -explica Babalucas-. Con eso el vocho va a parecer Lincoln''… Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, visitaba una vez al año el Hospital de la Milicia. Con eso cumplía su misión de voluntaria. En la visita de ese año vio a un joven soldado herido de una pierna. Le preguntó: "¿Qué te sucedió, desventurado joven?''. "Una granada, señora'' -respondió penosamente el muchacho. "¿Estalló?'' –dijo doña Panoplia. "No, señora -respondió el soldado-. Llegó arrastrándose y se soltó mordiéndome''… Doña Uglicia, me da pena decirlo, era más fea que un coche por abajo. Debido a eso su marido no hacía mucho aprecio de ella. Tal desdén hacía que la señora anduviera siempre llorando lastimeramente. Alguien le dijo a doña Uglilia que quizá un consejero familiar podría servir para evitar la ruina de su matrimonio. El esposo de la infeliz mujer, aunque de mala gana, aceptó ir con ese terapeuta. El profesional interrogó primero a doña Uglicia, y se enteró por ella de que su marido no tenía concurso carnal con ella desde hacía varios años. Habló, pues, con el hombre y le dijo: “Señor: su esposa sufre y llora por falta de amor. Una mujer como ella debería tener sexo por lo menos dos días en la semana”. “¿Qué días sugiere usted?” –preguntó el individuo. “Cualesquiera –respondió el especialista-, con tal de que sean dos. Podrían ser, por ejemplo, miércoles y sábados”. Dijo el sujeto: “El miércoles sí se la puedo traer, pero el sábado tendrá ella que venirse en autobús, porque ese día juego al dominó con mis amigos”… Jactancio, sujeto pretencioso, se casó con una maestra de matemáticas. La noche de bodas le dijo lleno de vanidad: "Ahora sí, mi vida, vas a conocer el auténtico máximo multiplicador''. Y así diciendo dejó caer la bata que lo cubría. La muchacha vio la parte alusiva y comentó: "Veo que está reducido a su mínima expresión''... Don Cornulio se compró un perico. Tiempo después uno de sus amigos le preguntó: "¿Qué fue de aquel loro que compraste?''. Contestó don Cornulio, disgustado: "Le retorcí el pescuezo, por grosero. Cada vez que me veía me gritaba: ‘¡Tu mujer te pone los cuernos! ¡Tu mujer te pone los cuernos!’''. Dice el amigo: "Entonces no lo mataste por grosero. Lo mataste por espía''... FIN.
 Entradas anteriores
 Lo Más Visto
 Lo Último

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018