Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2013-03-22 | 22:11:24
Amadino Nervio, poeta municipal, volvió a su pueblo después de larga ausencia. “Dime –le preguntó a un amigo-: ¿qué fue de aquella hermosa joven de nombre Dulzaina Meliflor, etérea ninfa más bella que una dríade, más hermosa que una hurí, más célica y armoniosa que una náyade? ¿Qué fue de su belleza, digna de ser cantada por Petrarca, Boscán o Garcilaso? Recuerdo su nívea frente que tenía la blancura de las cumbres de los volcanes de mi patria. Evoco sus mejillas rósea, sus dientes perlinos, su cuello de gacela, sus ebúrneos hombros, sus senos de paloma, su cintura cimbreante de palmera, su grupa de potra arábiga, sus bien torneadas piernas semejantes a las columnas que sostenían el templo de Jerusalén, y sus pies chiquititos como un alfiletero en cuya felpa rosa clavó el poeta su enamorado corazón. Dime di: ¿Qué fue de aquella muchacha celestial?”. Le informó con ruda estolidez el individuo: “Se casó’’. Y exclamó consternado el vate: “¡No mames, güey!’’. Los latinos usaban una frase aplicable a todo aquello que comienza bien y acaba mal. “Desinit in piscem”, decían. La frase pertenece a Horacio; es la primera parte de uno de sus hexámetros sonoros. Al hablar de la sirena escribió: “Desinit in piscem mulier formosa superne”. Termina en pez una mujer que en su parte superior es bella. Los mexicanos estamos viviendo en estos días una especie de primavera pública. Importantes reformas que por mezquindad de los partidos estuvieron detenidas durante dos sexenios parecen fluir ahora con eficacia y rapidez. Ciertamente eso nos alegra, pues todo estaba estancado en el país, y ya se sabe que un estancamiento así es retroceso. Esperemos que esto que tan bien comienza no tenga mal final, para que vengan más cambios que traigan bien a la nación… En el aula un muchacho eructaba de continuo. Le preguntó, molesto, el profesor: “¿A qué esos regüeldos, ineducado joven?”. Respondió el muchacho: “Le diré la verdad, maestro. Teníamos examen de Historia, y yo hice una chuleta o acordeón con notas para usarlas disimuladamente. Pero usted se acercó a mí, y me  tragué el papel a fin de que no me descubriera. Eso es lo que motiva mis eructos’’. “Espero que esto le sirva de lección, jovencito -lo amonestó con severidad el profesor-. La Historia siempre se repite’’… Capronio le dijo a su robusta esposa: “Tienes una personalidad eléctrica’’. “¿De veras?’’ -preguntó ella muy halagada-. “Sí –confirmó el ruin sujeto-. Pareces refrigerador’’... “¡A mí no me engañas, Teodorico! –le reclamó la esposa a su marido con furibunda voz-. Vi que recibiste una carta en un sobre perfumado. Cuando la leíste te pusiste pálido, y las manos te temblaron. ¡No me mientas! ¡Es una carta de mujer!’’. “Está bien, querida -respondió con apagada voz el hombre-. No puedo mentirte. Sí es una carta de mujer, y sí me puse pálido y me temblaron las manos al leerla. Es de esa señora a la que le compras ropa, y que me exige que le pague lo que le debes’’... Un pobre tipo llegó al consultorio médico. En su rostro se veía un gesto de dolor, y llevaba las dos manos vendadas. La enfermera le preguntó, compasiva: “¿Artritis y sus complicaciones?’’. “No -respondió el individuo con apagada voz-. Blocks de concreto y hágalo usted mismo’’... Subió al taxi una señora. Al verla el taxista se quedó estupefacto: la pasajera iba completamente en peletier, vale decir sin ropa, y llevaba una pasita de uva en el ombligo. “Le extrañará verme así -explicó la mujer antes de que el chofer pudiera manifestar su asombro-. Lo que sucede es que pertenezco a un club nudista. Esta noche tenemos nuestro baile de disfraces, y yo voy disfrazada de panqué. Por eso lo de la pasa en el ombligo’’. El taxista, que como todos los de su noble oficio estaba acostumbrado a ver muchas rarezas, no hizo ningún comentario. Pero sucedió que al llegar al club la mujer descubrió azorada que se le había caído la pasita. Se puso a buscarla y no la halló. El del taxi se aplicó a buscar también, inútilmente. “¡Qué calamidad! -exclamó la mujer-. No podré entrar en el baile. Sin la pasita mi disfraz de panqué no está completo’’. “Haga una cosa, señora -le sugirió el taxista-. Entre usted caminando de espaldas, y diga que va disfrazada de telera, birote o pan francés’’... FIN.

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