Por Catón
Columna: De política y cosas peores
De política y cosas peores
2013-04-04 | 09:28:02
“No llore, comadrita –consolaba el compadre a la viuda en el velorio-. Pasará el tiempo, y ya verá usted que encontrará a alguien que llene el enorme vacío que mi pobre compadre dejó”. “¡Óigame! –se enojó ella-. ¿Cómo sabe usted que es tan enorme?”…
La joven recién casada se quejaba con su desconcertado maridito. Le dijo llorosa y gemebunda: “Ya llevo dos semanas diciéndote que no me vayas a comprar nada para mi cumpleaños ¡y todavía no me compras nada!”...
Don Pacífico iba por la calle cuando escuchó un fuerte vocerío. Sucedió que un loco furioso había escapado del manicomio. Al voltear una esquina don Pacífico se topa con el orate. El loco fue hacia él y empezó a perseguirlo.
Inútilmente trató de escapar el aterrado señor: el alienado lo seguía cada vez más de cerca, le pisaba los talones, lo iba ya a alcanzar. Don Pacífico, desesperado, apresuró todo lo que pudo la carrera y se metió en un callejón. ¡Horror! ¡Era un callejón sin salida! El loco al verlo sin escapatoria, se acercó a él paso a paso, amenazante.
Don Pacífico, aterrorizado, de espaldas contra la pared, lo veía venir. Llegó el loco, le puso una mano en el hombro y le dijo con una sonrisa de triunfo: “¡Encantado!”.
(¡El pobre demente recordaba el juego de los encantados, que había jugado en su niñez! A pesar del susto que te llevaste, don Pacífico, agradece tu buena fortuna. ¡El loco macana pudo haberte dejado encantado en otra forma!)...
La chica recién casada estaba feliz. Le dijo a su mamá, satisfecha y orgullosa: “¡Mi marido me da todo lo que le pido!”. “Hija mía -acotó la señora-. Eso significa que no le estás pidiendo lo suficiente”...
El futuro suegro hablaba muy serio con su yerno. “Ovonio -le dijo-. He oído insistentes opiniones en el sentido de que no es usted muy trabajador, sino antes bien holgazán e irresponsable. Como quiero lo mejor para mi hija he decidido darle a usted la mitad de mi negocio. Así podrá dedicarse a la administración de la parte que le corresponde”.
“Mire, don Algón –respondió con franqueza el pretendiente-. La verdad es que no soy bueno para administrar empresas. No creo que podría trabajar en eso”. El viejo se atufó. “Y entonces –le preguntó molesto- ¿qué sugiere? ¿Qué va usted a hacer? ¿Con qué va a mantener a mi hija?”. Propuso Ovonio, imperturbable: “Le vendo mi parte”...
Grave mal de nuestra vida nacional, uno de los que mayormente irritan a los ciudadanos, es el enorme número de diputados y senadores que sufrimos. Esos señores y señoras forman una casta privilegiada que poco hace y mucho cuesta. Somos un país pobre con políticos ricos.
Es imposible pensar que de los partidos surja alguna iniciativa tendiente a conseguir que los contribuyentes no deban seguir manteniendo a tantos mal llamados “representantes populares”, muchos de los cuales ni siquiera tuvieron que ganar una elección para gozar los altos emolumentos que reciben y los muchos gajes que disfrutan.
Sólo la presión de los ciudadanos hará que desaparezca esa absurda situación que deriva de situaciones del pasado que ya no deben pervivir…
Se estaba casando una hija de don Poseidón, labriego acomodado. En la ceremonia religiosa el sacerdote le preguntó al novio: “¿Aceptas por esposa a Rosilí?”. “Acepto” -respondió el muchacho. Se oyó la voz del viejo: “Más te vale, caborón”...
La esposa de Babalucas le dijo: “Me contaron que en la fiesta de doña Panoplia de Altopedo incurriste en una majadería, y que ella se mortificó bastante. ¿Qué fue lo que dijiste?”. “¡Te juro que nada! –protestó con vehemencia Babalucas-.
Ella contó que había logrado acabar con los ratones en su casa de campo poniéndoles vidrio molido en los agujeros, y yo lo único que hice fue preguntarle quién le detuvo los ratones”...
En el asiento triple del avión quedaron juntos un sujeto, la exuberante morena que lo acompañaba y una señora de madura edad.
Apenas despegó el avión la morenaza se le trepó al sujeto, y ante el asombro de la dama vecina la pareja se entregó a consumar un apasionado acto de amor erótico-sensual lleno de jadeos, resuellos, gañidos, rebufos, acezos, resoplidos, ayes y pujidos.
Terminado el ardoroso trance la muchacha se desplomó en su asiento, se acomodó la ropa, y volviéndose hacia la azorada señora le preguntó con mucha cortesía: “¿Le molesta si me peino?”... FIN.


Mirador
Armando Fuentes Aguirre

A los 20 años de su edad John Dee hizo tallar en lapislázuli una especie de medalla con las letras C S S M L dispuestas de arriba hacia abajo y las letras N D S M D de izquierda a derecha, de modo que la tercera S quedaba en el centro de la cruz que con aquellas dos líneas se formaba.
Esas letras eran las iniciales de las palabras de un dístico latino que el mismo Dee escribió: Crux sacra sit mihi lux, / non draco sit mihi dux. Tales versos se pueden traducir así: “Sea la santa Cruz mi luz a fin de que no caiga yo bajo el imperio del demonio”.
La medalla acompañó a John Dee a lo largo de su vida. Pocos días antes de morir la entregó a la mujer que lo había amado.
-Tus brazos -le dijo- fueron esa cruz santa que me puso al amparo de todo lo maligno.
Besó la medalla. Ella también se la llevó a los labios. Fue ese beso el último que se dieron el filósofo y la mujer que con su amor lo protegió del mal.
¡Hasta mañana!...

MANGANITAS
POR AFA

“…Productos chinos invaden el país…”.
“En un bosque de la China
una china se perdió…”.
Y en México apareció
con negocios y oficina.

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