Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Se acabó la gasolina
2013-04-28 | 10:23:05
Pepito se quedó dormido en el asiento de atrás del coche de su hermano. El muchacho, que no se dio cuenta de que Pepito estaba ahí, fue en el coche por su novia y la llevó a un romántico paraje. El chiquillo despertó al oír que su hermano le decía a la muchacha: “¡Caramba! ¡Se me acabó la gasolina!”.
Entonces Pepito, inadvertido, fue testigo silencioso de la más tórrida escena de amor que sus infantiles ojos habían contemplado. Al día siguiente el niño invitó a su vecina Rosilita a pasear con él en su triciclo. Se dirigió a la parte de atrás de la casa y detuvo en un protector rincón el viejo velocípedo. “¡Caramba! -le dijo a Rosilita-. ¡Se me acabaron los pedales!”...
Dos señoras estaban platicando. Comentó una: “Le anuncié a mi esposo que lo voy a dejar”. Preguntó la otra: “¿Cuál fue su reacción?”. Responde, pensativa, la primera: “Vives toda la vida con un hombre y no acabas jamás de conocerlo. Hasta ahora supe que Oprimicio puede gritar de gusto, silbar alegremente, cantar lleno de regocijo y echarse maromas de contento, todo al mismo tiempo”...
El joven y famoso pianista le dijo a la fea y vieja dama ricachona: “Madame: me recuerda usted una sonata de Beethoven”. “¿La Appassionata?” -preguntó ella, halagada-. “No, madame –replicó el artista-. La Patética”...
Bucolina, zagala campesina recién llegada de su pueblo a la gran ciudad, fue invitada por Eglogio paisano suyo, que había triunfado en la urbe, a conocer su casa. Después de mostrarle las habitaciones le dijo el orgulloso propietario: “Ahora vamos al jardín, paisanita. Quiero enseñarte mi piscina”. “¡Ay, Eglogio! -se afligió ella-. ¿Ya vas a empezar también aquí con tus peladeces?”...
“Quiero divorciarme de mi esposo” –le dijo la señora al juez. “¡Hay alguna base?” -preguntó éste. “Sí, -respondió la mujer-. Cerca de mi casa hay una base aérea”. “No -objetó el juez-. Lo que le pregunto es si tiene usted alguna causa”. “Claro que sí -contesta ella-. Estoy entregada a la causa de la conservación del medio ambiente”. “No me ha entendido -insiste el juzgador-. Necesito conocer el origen de su acción”.
“La única acción que tengo -explica la mujer-, es una de Teléfonos. Me la entregaron cuando hice el contrato”. El juez, a punto de estallar, le pidió a la mujer: “Dígame por qué quiere usted divorciarse de su marido”. Responde la señora: “Es que no puede sostener una conversación inteligente”...
“Papá es un anticuado –le contó el joven Drácula a sus amigos-. A las mujeres todavía las muerde en el cuello”...
El joven recién casado se quejaba de la vida matrimonial. “¿Por qué te quejas? -se sorprendió un amigo-. Siempre nos has dicho que tu esposa es una perla”. Y lo es -respondió con tono sombrío el muchacho-. El problema es la madreperla”...
Don Senilio, señor de edad madura, llegó a la casa de mala nota a la que iba todos los martes en la noche, y solicitó los servicios de Jobina, una de las chicas del establecimiento. “Está ocupada ahora, don Senilio -le dice Alcaucila, dueña del negocio-. Pero tengo disponibles a Pirujia, Huiloncia y Meretricia”. “No -replicó don Senilio-. Esperaré a Jobina”.
“Quizá tarde bastante -insistió la mujer-. Las otras chicas están también muy guapas”. “Ya lo sé -contestó el carcamal-. Pero Jobina tiene algo que las demás no tienen”. “¿Qué tiene? -se interesó la madama. “Responde don Senilio: “Paciencia”...
Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue a consultar al joven y atractivo médico, y le pidió que le hiciera una exhaustiva revisión. Le ordenó él: “Quítese la ropa”. Inquirió, ruborosa, la señorita Himenia: “¿Ni siquiera me va a invitar a cenar, doctor?”…
Un niñito le dijo a otro: “Mi mami se va a divorciar de mi papi”. “Eres afortunado –replica el otro niño-. Mi mamá no sabe quién es mi papá”…
El tren se detuvo en un pequeño pueblo, y un hombre joven le preguntó al jefe de estación: “¿Aquí vive don Saturnino Escopeta?”. “No lo conozco” –respondió el hombre. Desde el vagón preguntó el hombre: “¿Alguien aquí conoce a don Saturnino Escopeta?”. Nadie declaró conocerlo.
¿Alguno de ustedes –insistió el muchacho- ha oído hablar de don Saturnino Escopeta?”. Todos menearon la cabeza: “No”. “¡Entonces –dijo el muchacho alegremente al tiempo que bajaba del tren con su maleta- aquí es donde se baja y donde se quedará a vivir el hombre que embarazó a la hija soltera de don Saturnino Escopeta”… FIN.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018