Jamás doña Facundia Parlaembalde daba tregua a la sin hueso. Quiero decir que no dejaba descansar la lengua: hablaba y hablaba sin interrupción. Cierto día notó que tenía dificultades para oír. Va con su médico, que la conocía de mucho tiempo, y le dice: “-Doctor, siento que no oigo bien. ¿A qué se deberá?”. “-Quién sabe, doña Facundia -responde el médico-. Ha de ser falta de práctica”...Un individuo, extremadamente alto, entró al baño del restaurante a hacer pipí. El hombre tenía un tic que lo obligaba a hacer visajes, gestos variados y a girar la cabeza a todas partes. Estaba haciendo lo que había ido a hacer cuando ve a su lado a un chaparrito que hacía también pipí, y que como él hacía visajes, gestos variados y vueltas de cabeza a todas partes. “-¡Ora, caón! -se enoja el tipo alto-. ¡No me remede!”. “-¡Pos no me salpique!” -responde el chaparrín-… Jactancio, presumido galán, se presentó ante don Poseidón a fin de pedirle la mano de Susiflor, su hija. Con grave gesto pregunta el señorón: “-¿Y está usted seguro, joven, de que puede hacer feliz a mi hija?”. “-¿Que si la puedo hacer feliz? -replica con gran suficiencia el tal Jactancio-. ¿Hubiera visto anoche cómo la dejé!”... “-¿Le han dado resultado las píldoras para el sueño que le receté?” -pregunta el médico a su paciente-. “-No, doctor -dice él-. Lo único que hacen es dormirme una parte, y para colmo la menos indicada”... Se necesitaba dinero para ampliar la iglesia, y el párroco convocó a una reunión con sus feligreses. Fueron los señores más notables, los pilares de la comunidad, acompañados por sus esposas. Y, para embarazo general, asistió la más prominente madama del pueblo, la dueña de la más conocida casa de mala nota en la ciudad. Cuando el señor cura dijo que necesitaba 20 mil pesos para echar a andar las obras la madama se puso en pie: “-Yo ofrezco esa cantidad” -dijo sin vacilar-. Un murmullo de disgusto corrió entre los asistentes. “-Hija mía -dice el sacerdote con cierta pena a la mujer-. Tomando en cuenta el origen de ese dinero no sé si lo pueda aceptar”. “-Acéptelo, padre -dice sin molestarse la madama-. Y si quiere añadirle algo hágalo, porque de todos los hombres que aquí están usted es el único que no ha contribuido para integrar la suma”... Se casó el hijo mayor de don Martiriano. Al poco tiempo se fue a quejar con él. “-A mi mujer no le gusta el sexo -le dice-. Solo quiere hacerlo una vez al mes. Parece una monja”. “-Si a esas vamos -responde don Martiriano tristemente-, entonces yo me casé con una santa”... El administrador del hospital dice al señor que le pedía informes: “-Nuestra tarifa es de 6000 mil pesos diarios la cama”. “-¡Óigame, no! -protesta el individuo-. En otras ocasiones he pagado 6000 mil pesos por una cama, pero la de ustedes está vacía”... Doña Gorgolota compró una cama muy elegante, de esas que tienen un poste en cada esquina. A su marido Capeletio no le gustó la cama, pero se resignó a dormir en ella a pesar de que le molestaba ver aquellos altos postes frente a sí. Esa misma noche doña Gorgolota tuvo un ingrato despertar: sintió una tremenda patada en el trasero, se vio volando por el aire y luego cayó en el suelo a buena distancia de la cama. “-¿Qué te sucede, Capeletio? -pregunta al mismo tiempo hecha una furia y asustada-. ¿Por qué me pateaste en esa forma?”. “-Perdóname, Gorgolota -responde con mucha pena Capeletio-. Es que soñé que era pateador de futbol americano y tenía que anotar el punto extra”.... Inepcia, joven secretaria, empezó a perder la línea de la cintura. Muy apurada le dice a su jefe: “-Me dijiste que crecería en este trabajo, pero no me dijiste de dónde”... En aquel restaurant-bar las meseras iban en “topless”, lo cual significa que no llevaban prenda alguna que las cubriera de cintura arriba. Un salaz parroquiano le dice a la que mostraba las más ubérrimas, ebúrneas y muníficas prendas pectorales: “-Quiero dos docenas de ostiones, chula. Pero, por favor, tráigamelos de uno en uno”... FIN.