El aspirante a alcalde de un pequeño lugar de mi natal Coahuila pronunciaba un discurso de campaña. Sentado entre los oyentes estaba su padre, humilde hombre del campo, anciano. Dijo con campanuda voz el candidato: “Provengo de la cultura del esfuerzo. Aquí donde me ven, soy hijo de ese campesino que está ahí. Mírenlo: vestido casi con harapos, calzado con huaraches, cubierto con un viejo y roto sombrero de palma; hombre simple, ignorante, analfabeto, pobre…”. “¡Pero que te pide pura chingada, cabrón!” –le gritó con enojo desde su silla el viejo… Lo mismo les pido yo a los partidos políticos, dicho sea con el mayor respeto. Me preocupa, sin embargo, que por cosas de politiquería pueda descarrilar el Pacto por México. Importante acuerdo es ése por el cual los partidos principales se comprometieron a trabajar en colaboración para sacar adelante las reformas que necesita ese país, tan urgido de reforma. Pienso que algunos opositores del Pacto están cayendo en el error de verlo como cosa de Enrique Peña Nieto. Se equivocan. Es cosa de México. Y sin embargo hay quienes ponen el interés personal o de facción por encima del bien común, y quieren que ese arreglo fracase. Ahí tienen ustedes a Calderón y López Obrador, ayer irreconciliables enemigos, hoy coincidentes en la tarea de atacar el Pacto y de ponerle en el camino piedras. Bien dicen los norteamericanos: la política hace extraños compañeros de cama. Les pido, pues, a los enemigos de ese acuerdo que piensen en los muchos buenos frutos que de él pueden emanar. No repitamos la vieja y conocida historia de los cangrejos mexicanos, que se estorbaban unos a otros, y así nunca salían del balde en que se hallaban; a diferencia de los cangrejos extranjeros, que formaban una escala para ayudar a salir a sus compañeros, y luego los que ya estaban fuera estiraban a los que había quedado dentro a fin de librarlos también. Tarea de todos es la de salvar a México. El Pacto puede ser una útil herramienta para lograr ese propósito común. Opositores: por favor no jodan… Narraré ahora una serie de inanes chascarrillos que despejen el ambiente después de la anterior perorata de política… La víspera de su boda le sucedió a aquel chico un insólito accidente: una taza de agua hirviendo le cayó en la entrepierna, y la parte que más iba a necesitar en la luna de miel sufrió leves quemaduras. El médico le aplicó un ungüento ahí; le puso unas gasas, y luego le improvisó una especie de huacal con tablitas, para que no sufriera rozaduras. Con esa protección llegó el galán a la noche de bodas. Al empezar la ocasión le dijo su novia con solemne voz: “Quiero que sepas, Leovigildo, que soy virgen”. “Yo también –replicó él-. Mira: todavía la traigo en el empaque original”… El juez interrogaba al acusado del delito de injurias: “¿Es cierto que le mentó usted la madre al demandante aquí presente?”. “Eso es mentira, señor juez –respondió el tipo-. Mire usted: él y yo estábamos trabajando juntos. Le sostuve un clavo para que lo pusiera en su lugar, y él, en vez de darle el martillazo al clavo, me lo dio a mí. Entonces le dije: ‘¡Cielo santo, Manolín! ¡Que me has dado con el martillo en el dedo! Duele un poquitico, pero son cosas que suceden. No te guardo ningún rencor. Olvida lo sucedido. Sólo te ruego que en el futuro tengas más cuidado’. Eso le dije, señor juez. ¿Quién iba a pensar en mentarle la madre?”… Una linda muchacha hacía fila ante una ventanilla. Capronio, sujeto ruin, bellaco alagartado, le tocó el hombro y le preguntó: “Perdone, señorita: ¿ésta es la cola?”. Respondió ella: “Sí, señor”. “Me sorprende usted –le dijo entonces con fingido asombro el majadero-. Siempre pensé que estaba más abajo”… El señor Paskudniak hizo un viaje turístico a Italia. En Nápoles se le acercó un individuo sospechoso y le dijo al oído: “Fotos de mujeres desnudas”. “Retírese” –le contestó el viajero. Insistió el sujeto, que otra vez le musitó en voz baja: “Fotos de mujeres desnudas”. “Déjeme en paz “–se irritó el otro. No se dio por vencido el importuno. Le volvió a decir por lo bajo: “Fotos de mujeres desnudas”. “Está bien –suspiró entonces el señor Paskudniak dándose por vencido-. ¿Cuántas quieres? Precio especial por mayoreo”… Afrodisio Pitongo le dijo a un amigo: “Estoy organizando una orgía en mi departamento. ¿Te gustaría participar?”. “Me interesa –respondió el otro-. ¿Cuántos vamos a ser?”. Responde el tal Pitongo: “Si traes a tu mujer seremos tres”… FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Esta flor es la más bella del mundo, la de colores más hermosos y perfume más sutil.
Nadie la ha visto jamás. Ninguno la conoce. Se sabe, sin embargo, que existe, y que es la más hermosa flor que se pueda imaginar.
Tiene un misterio: el día que la vean ojos humanos se marchitará, y desaparecerá en seguida. Por eso los monjes que viven en las cercanías del Anapurna –al parecer ahí crece tan grande maravilla- cierran los ojos cuando van por la montaña. No quieren que esa flor se extinga.
Tienen razón al hacer eso.
La belleza perfecta es la que nadie ve.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS.
Por AFA.
“… Le encuentran paquetes de dinero al ex Tesorero de Tabasco…”.
La nota tiene una falla
que se debe señalar:
tal dinero, a no dudar,
era sólo la morralla.