Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
De Política y Cosas Peores
2013-06-05 | 10:55:08
Silencio libros

de política y cosas peores
por catón

Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, salió muy molesto de la librería. En ese momento iba pasando un conocido suyo, que al verlo le preguntó: “¿Por qué se te ve así, tan enojado?”. Responde Afrodisio, hosco: “Vi en el escaparate un libro que se llama ‘Las 100 mejores posiciones’.Inmediatamente entré a a comprarlo. Y resultó ser un libro de ajedrez”…
El baisano Jalil nunca aprendió a pronunciar bien el español, la lengua de su patria de adopción. Cierto día llamó aparte a su nieto, que por esos días se iba a casar, y le dijo estas palabras que dejaron al chico turulato: “En el matrimonio, hijo, los dedos del hombre son muy importantes”. “¿Por qué, abuelo?” –acertó a preguntar el muchacho.
“Mire –respondió el señor-. El anular le servirá para que lleve usted el anillo de casado. Con el índice le señalará a su esposa los objetos que quiere que le traiga. Con el pulgar contará los billetes de la venta diaria. El meñique, estirado, mostrará su buena educación cuando tome la taza del té o el café…”.
“Abuelo –preguntó el muchacho muy interesado-. ¿Y el dedo de en medio?”. “Ése –respondió don Jalil-, es el más importante de todos. Es el dedo…”. El chico creyó oír que su abuelo había dicho: “el dedo vaginal”. “Con él -siguió don Jalil- marcará usted las teclas de la caja registradora. Pero, más importante aún, el dedo vaginal, humedecido, le servirá para…”. “¿Para qué, abuelo?” –inquirió ansioso el muchacho. Concluyó el baisano: “Para pasar las páginas del libro que esté leyendo: bágina una, bágina dos…”…
Aquel señor invitó a un diputado: “Vamos a comprar libros”. Respondió el político: “No, gracias. Ya tengo uno”…
Otra señora se dirigió al encargado de la librería: “Busco un libro que se llama ‘El marido perfecto’”. Le informó el empleado: “Está en el estante donde dice: ‘Ficción’”…
Dulcilí, muchacha ingenua, le dijo a Libidiano, su galanteador: “Nunca tendré secretos contigo. Quiero ser como un libro abierto para ti”. “¿De veras?-se entusiasmó el salaz sujeto-. Y ¿cuándo te abres?”…
La revista Playboy es una benemérita publicación que muchos ven y casi nadie lee. En el Playboy apareció una de las novelas más influyentes de la época moderna: Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. La obra es una defensa apasionada de los libros, esos grandes depósitos de humanidad.
De ellos dijo W. H. Auden: “El buen libro no es el que nosotros leemos: es el que nos lee a nosotros”. Fahrenheit 451 leyó el odio que los gobiernos autoritarios sienten por el libro y por todo aquello que pueda educar a los hombres en la verdad, el valor que los hace libres.
No es ése el único enemigo que los libros tienen. Bradbury mismo declaró que hay algo peor que quemar un libro: no leerlo. Y en México no leemos. Las bibliotecas se ven generalmente más vacías que casa de mala nota en lunes.
Los libreros –algunos quedan todavía- saben que vender libros es casi tan difícil como vender hielo en la Antártida o predicar el Evangelio en la Zona Rosa de la Ciudad de México.
No incurrirá en hipérbole quien diga que en nuestro país hay más escritores que lectores. Todo mundo está escribiendo una novela; muy pocos están leyendo alguna. También nosotros quemamos los libros con nuestra falta de amor por ellos.
En las bibliotecas se mira este letrero: “Silencio”. Pensamos que está dirigido a quienes llegan a ellas. No: es para los que están ahí. Quiero decir, para los libros. Desde sus plúteos nos piden a gritos que los leamos, que los llevemos a nuestra casa a conversar con ellos.
Y nosotros pasamos de largo, indiferentes, y los libros siguen clamando en vano con desesperación. Por eso los bibliotecarios les ponen ese letrero admonitorio: “Silencio”.
Aun sabiendo leer somos analfabetos; de nada nos sirven los libros; igual podríamos quemarlos. Hoy se cumple un año de la muerte de Ray Bradbury. En su homenaje pondré aquí algunas frases suyas…
“Como escritor, mi trabajo consiste en ayudarlos a ustedes a ser felices”… “Debes saber cómo aceptar el rechazo, y cómo rechazar la aceptación”… “A veces me desconcierta la ciencia moderna. ¿Para qué clonar gente cuando puedes ir con ella a la cama y hacer un bebé?”…
“Tenemos demasiados teléfonos celulares. Tenemos demasiada Internet. Tenemos demasiados aparatos. Debemos liberarnos de los aparatos”... “Primero me crió mi madre, y luego las bibliotecas”… FIN.


mirador
armando fuentes aguirre
Un hombre se angustiaba al ver cómo caía, tan aprisa, la arena del reloj que marcaba el tiempo que le quedaba de vida.
Cada grano, pensaba, era un día más que se le iba, un día menos por vivir.
Conforme el hombre envejecía la arena del reloj caía con mayor celeridad. El infeliz, angustiado, recordaba con cuánta lentitud caía la arena en un principio.
Finalmente cayó el último grano. El hombre cerró los ojos un momento. Ese momento era la muerte. Entonces una mano dio vuelta a su reloj. El hombre abrió los ojos un instante. Era el instante de su nacimiento.
¡Hasta mañana!...


manganitas
por afa
“…Tendremos mayor trato comercial con China…”.
Quizá en manera extremada
un cierto crítico opina
que si no nos compra China
nos llevará la chinada.

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