Por Raymundo Jiménez
Columna: Al pie de la letra
Adiós a los bufones
2011-01-10 | 21:32:25
De todos los gobernadores que ha tenido Veracruz, quizá nadie como Fidel Herrera Beltrán trató de manera más irreverente a sus colaboradores y subalternos.
Ni los presidentes municipales se escaparon de su escarnio, pues algunos de ellos debieron tolerar que los motejara con sobrenombres que obviamente solían provocar la hilaridad de los acompañantes y cortesanos del mandatario en turno.
Apodos como “La Esmeralda”, “El Fabiruchis”, “La Beba”, “Cabeza de Lata”, “El Chilis Willys”, “El Perico”, “El Chupón”, etcétera, etcétera, etcétera, que Herrera Beltrán impuso a secretarios de despacho, alcaldes y diputados deberían ser parte ya del anecdotario de la picaresca política veracruzana, sin embargo ha trascendido que entre algunos miembros del nuevo gabinete duartista –herencia, por cierto, del fenecido régimen de la Fidelidad– aún subsiste ese estilo de trato denigrante hacia otros funcionarios estatales de primer nivel.
Ayer, por ejemplo, el gobernador Javier Duarte de Ochoa tuvo que salir a desmentir las versiones acerca de las presuntas fricciones personales que se vienen dando entre el secretario de Comunicaciones, José Guillermo Herrera, y el subprocurador encargado del despacho de la Procuraduría General de Justicia del Estado, Reynaldo Escobar Pérez, los cuales mantienen rencillas desde que ambos militaban en el Partido Convergencia, donde se disputaban la querencia del líder fundador Dante Delgado Rannauro.
El gobernador fue entrevistado la mañana de este lunes 10 luego de poner en marcha el reinicio de clases del ciclo escolar 2010-2011 en la escuela primaria “Acela Servín Murrieta” de la Unidad Magisterial de esta ciudad capital.
Duarte, a quien por cierto Fidel Herrera dejó muy mal parado en una de las conversaciones privadas que le fueron grabadas clandestinamente al ex gobernador y que fueron filtradas al noticiero radiofónico de Pedro Ferríz de Con en la recta final de las campañas por la gubernatura en el proceso electoral de 2010, respondió ayer a los reporteros que “esto de los pleitos internos es parte de la rumorología y de la cultura política veracruzana”, mas insistió en que “siento un gran equipo de trabajadores del gobierno (…), traemos a un buen equipo unido y cohesionado que estamos dando resultados”.El joven titular del Poder Ejecutivo del estado aseguró que su gobierno es muy sensible a las necesidades de los veracruzanos y que está actuando en consecuencia y haciendo su mejor esfuerzo para dar resultados a la sociedad. “Lo más importante, más allá de que nos caigamos bien o mal, están los resultados para Veracruz”, remató sobre el tema.
A Duarte, como el mítico nazareno, sólo le faltó parafrasear esa cita evangélica de que aquellos que tengan oídos para oír, que escuchen: el sexenio de la bufonería ya quedó atrás; que en la presente administración, para congraciarse con el gobernante en turno, no es necesario relatar el mejor chiste ni contar los más sabrosos chismes de recámara o demostrar mucho ingenio para apodar a un compañero de gabinete, sino que lo que lo único que cuenta a partir de ahora es dar los resultados para el “estado próspero” que la esperanzada sociedad veracruzana aguarda.
Si acaso alguien no se ha percatado todavía que desde el 1º de diciembre de 2010 el que gobierna Veracruz es Javier Duarte de Ochoa y no Fidel Herrera Beltrán, más valiera que reaccione a tiempo porque no sea que en una de esas le vayan a decir “bye” o “ciao”, que se oyen muy diferente pero que a final de cuentas significan lo mismo.
Y es que el primer mensaje que mandó Duarte de que su administración no iba a seguir en la misma línea de la frivolidad ni del populismo ramplón lo envió precisamente en el momento en que dio a conocer la integración de su gabinete la noche del 30 de noviembre, al nombrar en la Secretaría de Gobierno al ex panista Gerardo Buganza Salmerón, también proveniente de las filas de la oposición como el ex convergente Reynaldo Escobar, pero con una imagen política y personal mucho más seria y respetable que el simpático y dicharachero ex alcalde de Xalapa.
A Buganza le encanta el vino de mesa y es un experto catador, pero hasta ahora no se le ha visto ebrio ni haciendo desfiguros en lugares públicos. Es criticado por ser un hombre profundamente religioso, creyente y practicante del cristianismo católico, lo cual lo ha obligado a ser fiel a sus creencias, entre ellas cumplir los votos del matrimonio.
Por eso el secretario duartista de Gobierno –al igual que su joven jefe–, tampoco se exhibe en público con “novias” casuales. Ambos, por convicción, les guardan fidelidad a sus cónyuges.
Precisamente el día en que Duarte dio aquella conferencia de prensa luego de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación confirmó la validez de su elección como gobernador de Veracruz –evento organizado el 26 de octubre del año pasado en la sede del Colegio de Periodistas, en la ciudad de Xalapa–, el equipo del mandatario electo, por instrucciones directas, se dio a la tarea de bloquear el acceso al atiborrado auditorio a unas guapísimas edecanes que portaban una minifaldas muy provocativas; desde entonces, algunos duartistas anticiparon que en el próximo sexenio no habría más “tráfico de carne” como el que abiertamente se dio en el de la Fidelidad, lo que motivaba el justificado enojo de la señora Rosa Borunda de Herrera.
Y es que en la administración anterior muchas jóvenes guapas –y otras no tan frescas ni tan bellas– no sólo recibieron a costa del erario del estado lujosos automóviles último modelo, casas en exclusivos fraccionamientos residenciales, viajes al extranjero, voluminosos contratos de obra pública, jugosos sueldos sin devengar, etcétera, etcétera, etcétera, sino que también fueron promovidas a relevantes cargos administrativos o de elección popular.
Quizá por su cercanía y lo sabios consejos del arzobispo de Xalapa, Hipólito Reyes Larios, es que el gobernador Duarte no ha sucumbido aún a esta tentación, pero esperemos que el jerarca de la Iglesia católica y sus presbíteros sigan orando por el joven mandatario estatal y sus colaboradores para que no desvíen el camino ni desvirtúen el mandato que el pueblo veracruzano les confirió.
Y si acaso algún funcionario del gobierno duartista todavía siguiera con el diablo fiel adentro –exhibiéndose en restaurantes con “novias” sexenales y en estado de ebriedad, o denigrando a sus compañeros de gabinete con motes que sugieren alguna tendencia a la homosexualidad–, el mandatario veracruzano haría bien en solicitar los servicios del sacerdote Alvarito Fernández Ávila, el sucesor del finado padre Martín del Campo como exorcista del Arzobispado de Xalapa, si es que no le puede decir “bye” o “ciao” por sus amarres con el todavía poderoso demonio rojo de la Fidelidad.

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