Por Raymundo Jiménez
Columna: Al pie de la letra
* ¡TOMAAAAAAÁS…!
2010-09-26 | 21:18:49
El primer político “duartista” que parecía tener boleto seguro para la siguiente administración –si es que, como todo indica, el próximo miércoles 29 el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ratifica la validez del triunfo del ex candidato del PRI, Javier Duarte de Ochoa– era Tomás Ruiz González, ex subsecretario de Ingresos, ex director de Banobras, ex diputado federal priísta y ex dirigente nacional del Partido Nueva Alianza.
En efecto, en una comida con radiodifusores del estado organizada el miércoles 21 de julio, Duarte anunció que Ruiz sería a partir de ese instante el encargado de coordinar los trabajos relacionados con la transición administrativa entre el régimen del gobernador saliente Fidel Herrera y el suyo que iniciaría a partir del 1º de diciembre próximo.
“Le he pedido al licenciado Tomás Ruiz González, un destacado veracruzano con gran trayectoria en la administración pública y particularmente en el área financiera, que a partir de hoy inicie los trabajos”, expresó el candidato del PRI pese a que todavía no era validado formalmente como Gobernador electo por el Tribunal Electoral del Poder Judicial del Estado.
.“Tomás –remarcó Duarte– posee las mejores credenciales y el mayor prestigio en su ámbito profesional, además de mi absoluta confianza.” Y refirió que “ésta es la primera de una serie de encomiendas que iré haciendo públicas en las próximas semanas a destacados veracruzanos y veracruzanas” que obviamente estarían llamados a colaborar con él en su administración.
Y aunque para ese entonces ni siquiera imaginaba la devastación que en los siguientes dos meses traerían las tormentas tropicales y el huracán “Karl” para las regiones de la Cuenca del Papaloapan, Minatitlán, Tlacotalpan, el puerto de Veracruz, Boca del Río, La Antigua, Cotaxtla, Medellín, Jamapa, Paso de Ovejas y Puente Nacional, entre otros 60 municipios afectados más, Duarte anticipó que “nos esperan tareas de gran trascendencia que requieren de una intensa intervención de la gente: apelaremos a la gran fuerza de los veracruzanos organizados para promover y ejecutar muchos proyectos de desarrollo, numerosas acciones –grandes y pequeñas– capaces de cambiar la calidad de vida de comunidades enteras.”
Ahora, ciertamente, no es el mismo panorama que Duarte tenía casi tres semanas después de la reñida elección del pasado 4 de julio, cuando ante los concesionarios de la radio en Veracruz expresaba optimista que en la entidad había mucho por hacer en los próximos días y que ya había asumido compromisos de gran envergadura con toda la ciudadanía veracruzana.
Y es que después del paso demoledor del huracán “Karl”, evidentemente no se puede hablar del mismo Veracruz.
Es obvio que las prioridades del próximo gobierno comienzan a ser otras y es muy posible, también, que el siguiente gobernante se vea obligado a modificar su diseño de administración, en el que irremediablemente también debe ponderar a su equipo de colaboradores.
 Por ejemplo, si se estima que la reconstrucción va a costar entre 50 mil y 70 mil millones de pesos, y si la Federación sólo apoya con los recursos del Fondo para Desastres Naturales (Fonden), esto quiere decir que el gobierno del estado tendrá que entrarle con el 40 o 50 por ciento del costo, lo que significa que buena parte del presupuesto estatal de los próximos dos o tres años será para reconstruir la entidad, lo que lógicamente reducirá las partidas de todos los programas habituales. Mucha de la acción gubernamental del estado tendrá que ser para programas asistenciales y de combate a la pobreza, fortaleciendo los programas sociales y a la próxima gestión de la Secretaría de Desarrollo Social y Medio Ambiente estatal. Por lo consiguiente, las dependencias del Ejecutivo del estado tendrán que ser más eficientes para traer recursos federales para obras de infraestructura y programas prioritarios, es decir, para elaborar proyectos ejecutivos, para gestionar, para ejercer los recursos y para comprobarlos con transparencia ante la Federación. El gobierno del estado deberá continuar incrementando sus niveles de competitividad, que permitan atraer inversiones productivas generadoras de empleos. Será necesaria, también, la intervención coordinada de los tres niveles de gobierno en las regiones del estado, para lo cual deberá fortalecerse al Comité de Planeación para el Desarrollo de Veracruz (Copladever) y apegarse a lo que establece la Ley de Planeación. En concordancia, con esta normativa, podría requerirse la participación de la sociedad a través de Consejos Regionales de Desarrollo Social, constituidos a partir de una Ley Estatal de Desarrollo Social que desde luego tendría que promulgarse. Por motivos de austeridad, el nuevo gobernante deberá ponderar la conveniencia de disminuir los cargos burocráticos de alto sueldo, como subsecretarios y asesores, y hasta eliminar algunas Comisiones y Consejos que ocupan una importante cantidad de recursos de gasto corriente. A estas alturas, Duarte de Ochoa ya debe tener claro que su gestión, a la que corresponderá afrontar estos escenarios –pues a la de Herrera Beltrán sólo le restan escasamente 64 días–, deberá ser profesional y experta, o sea, una administración que será calificada mediante indicadores de desempeño, como ya se establece en la normativa federal y estatal desde el año 2011.
Por eso, para “tumbar” a Tomás Ruiz de la confianza del gobernador electo se requiere de la comisión u omisión de actos realmente graves por parte del encargado de la transición administrativa, pues hasta ahora sus enemigos –algunos pertrechados desde el círculo más íntimo del incipiente duartismo y otros ubicados en el expirante fidelismo– sólo le han disparado intrigas que no han hecho mayor mella en el ánimo del virtual sucesor de Herrera Beltrán.
Y es que, primero, a Ruiz González pretendieron exhibirlo con la versión desmentida por el propio Duarte de que lo habían sacado con “cajas destempladas” de la Sefiplan cuando días después de recibir públicamente la encomienda de Javier dizque se apersonó en la oficina del secretario Salvador Sánchez Estrada para ver lo relativo a la entrega-recepción; y, ahora, lo han involucrado en un escándalo en un restaurante porteño, en plena emergencia por el huracán “Karl”.
Ciertamente, en esta vida –y sobre todo en la administración pública– nadie es indispensable, y el gobernador electo tiene mucho aún de dónde escoger. Pero Duarte también sabe que el arranque de su gobierno no será fácil y que al menos en este primer tramo deberá echar mano de los mejores operadores políticos y financieros que le ayuden no sólo a gestionar y optimizar recursos para reconstruir toda la zona devastada de Veracruz sino a para enfrentar también y al menos paliar los problemas y rezagos sociales que ya venía arrastrando el estado desde antes de las inundaciones.
Pero, claro está, Tomás Ruiz también debe entender que no se puede ser tan “calabaza” y mucho menos yucateca, pues corre el riesgo de irse de bruces y caer de la carreta duartista mucho antes de que llegue diciembre.

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