A veces nos olvidamos que los perjuicios causados por la aplicación de la política neoliberal no sólo afectan a nuestros pueblos latinoamericanos, a quienes se ha impuesto una apertura comercial indiscriminada, desregulaciones económicas y enormes cargas financieras, todo por la necesidad del capital internacional de reconstituir su tasa de ganancia, en decadencia por lustros. La política instaurada con mayor vehemencia desde el triunfo de Ronald Reagan en 1980 dio como resultado una mayor extracción de beneficios para el sector financiero norteamericano y un constante deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores estadounidenses. Con el rompimiento abrupto de fronteras y una reconfiguración de la división internacional del trabajo, muchos consorcios asentados en los corredores industriales de los Estados Unidos se instalaron fuera de sus fronteras y aprovecharon los diferenciales tremendos de salarios para obtener enormes ganancias en los nuevos países donde se asentaron. Y aunque no se trasladaran fábricas, las nuevas inversiones se dirigieron ahí donde el capital podía obtener mayores beneficios, es decir, en donde podían pagar diez veces menos por la fuerza de trabajo. La economía de casino en que se ha convertido la economía mundial afectó directamente el crecimiento económico de todos los países, incluyendo el estadounidense. Con pérdida de empleos la mano de obra se desvaloriza. Y con el flujo continuo de migrantes que se mueven hacia donde pueden ofertar mejor su fuerza de trabajo, sin importar las barreras que se impongan, se genera una competencia mayor y, por lo mismo, una sobre oferta de mano de obra barata. El resultado ha sido brutal para los trabajadores norteamericanos que sólo esperaban un líder que pudiera representarlos para rebelarse contra el sistema. Es triste y decepcionante que la alternativa que encontraron las masas trabajadoras tenga como apellido Trump y no Sanders. Que la inconformidad y exasperación haya llegado a tal punto que se encuentre un redentor de derecha, misógino, racista, depredador, en vez de una alternativa humanista, solidaria y racional, como la que prefiguraba Bernie Sanders. La oligarquía norteamericana, al cerrarle el paso a esta propuesta, entregó en charola de plata el triunfo a Trump. La rebelión en la granja ocurrida en el país vecino (expresión tomada de la novela del mismo título de George Orwel) marca un hito para el desenvolvimiento económico mundial y la manera como se resuelvan los problemas geopolíticos en el mundo. Las consecuencias de lo ocurrido el pasado 8
de noviembre se irán perfilando poco a poco en la medida que se haga el traspaso de poderes y Trump negocie con las cúpulas republicanas y demócratas lo que puede y lo que no puede hacer. Trump, como Hitler en su momento, logró traducir la desesperación de vastos sectores de trabajadores y ubicar demagógicamente a los culpables de la crisis imperante: el grueso de trabajadores inmigrantes que “les roban el empleo a los trabajadores norteamericanos” y los musulmanes “terroristas”, para empezar. De ahí que proponga un modelo nacionalista, proteccionista, para los próximos años. Los lemas preferidos de Trump de regresar a Estados Unidos los empleos que se fueron a otros países, cerrar las fronteras a nuevos migrantes, invertir un billón de dólares en infraestructura, implica una subversión de los principios económicos que han imperado en los últimos años. El proteccionismo a ultranza (amenaza con elevar los aranceles, revisar el TLC, no firmar el Acuerdo Transpacífico) y la orientación de las inversiones al mercado interno significará un sacudimiento del modelo económico actual que modificará los términos en que se ha venido manejando la economía. Ello significará voltear hacia el mercado interno, lo que de lograrse elevará en algo los salarios; por lo mismo, se romperá el esquema de bajo crecimiento que ha imperado aún a costa del crecimiento inflacionario, algo que será perjudicial para las ganancias del sector financiero. Por otro lado, se tendrá que rediseñar nuevos modelos de acuerdos comerciales y variantes en las políticas económicas de los países periféricos como el nuestro. Muchas cosas tendrán que analizarse todavía. Lo más importante, como dijo Andrés Manuel López Obrador, será confiar preferentemente en nuestras propias fuerzas, en nuestra soberanía y en la firmeza como definamos juntos el futuro. Alguna vez le escuché decir a Andrés Manuel que la mejor política internacional es la política interna. Para poder aplicar una política soberana se requiere fortalecer primordialmente la situación interna. Por ello es necesario redoblar los esfuerzos para que en México la rebelión electoral por venir se traduzca en un cambio verdadero, humanista, solidario. Afortunadamente en México y en Veracruz ya se ha trabajado durante muchos años esta alternativa. En el próximo Congreso Extraordinario de MORENA a llevarse a cabo el 19 y 20 de noviembre se presentará su versión actualizada. Ya daremos cuenta de ello. Los lectores tienen la palabra.
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