Inmediatamente después de las elecciones el gobierno federal ha decidido enfrentar las protestas magisteriales no con la fuerza de la razón sino con la de la represión. El gobierno federal apostó a que la detención de los principales líderes del magisterio oaxaqueño provocaría el desmembramiento de las protestas y la desorganización de los maestros. Y que serviría como un ejemplo para el resto del movimiento en el país. Sin embargo, el efecto ha sido todo lo contrario. Tan solo en Oaxaca los bloqueos carreteros y otras formas de protesta ya no las realizan los profesores sino la población de diversas comunidades y sectores. Ha habido muestras de solidaridad de intelectuales y personalidades del mundo político y cultural a nivel internacional y nacional. Por su lado MORENA alista una Marcha en Defensa de los Maestros de México para el 25 de junio, que hará volver a las calles al movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador, quien desde su aprobación denunció que el motivo principal de la reforma educativa era laboral y no pedagógico. ¿Por qué siguen movilizándose los maestros de México y por qué se genera tanta solidaridad en su entorno a pesar de la embestida mediática y represiva del gobierno? Las razones son de fondo. El magisterio pasó, de puntal del Estado para llevar a cabo su obra educativa, cultural, social y política, a ser sólo un instrumento de uso electoral y control sindical. Junto con ello, de ser un sector con remuneraciones adecuadas a su perfil, hoy batalla con las retribuciones más bajas del medio profesional. Por otro lado, las condiciones materiales con la que deben ejercer su magisterio los maestros son cada vez más difíciles. Sólo faltaba la puntilla, la llamada Reforma Educativa, cuyo propósito básico era (y es) deshacerse del compromiso que el régimen tenía con el magisterio nacional de darle estabilidad en el empleo, último resquicio de ese pacto que en la práctica operaba entre los maestros y el Estado, desde el surgimiento del régimen revolucionario. Para los gobiernos neoliberales es necesario liberar al mer
cado de todas las ataduras que impiden el libre funcionamiento de la ley de la oferta y la demanda. El mercado de trabajo no escapa a esta necesidad. Por ello el impulso de la reforma laboral. Pues bien, el mercado de trabajo de los maestros, que representa más de un millón de plazas en el país, estaba “obstruido” por ese acuerdo de estabilidad en el empleo que existía entre el Estado y el magisterio nacional y que había permitido que en esa alianza los maestros, a través del sindicato, apoyaran electoralmente al PRI en los comicios estatales o nacionales. Hoy ese pacto fue traicionado por el Estado, pues a pesar de las declaraciones del presidente de la República y de su secretario Nuño de que no se atenta contra los derechos de los maestros, en la práctica la reforma educativa tiene como efecto inmediato poner a disposición del mercado de trabajo, a corto y mediano plazo, las plazas de los maestros. Esta traición fue el detonante para que la inconformidad de los maestros se volviera nacional y se haya manifestado, subterránea o expresamente, en los pasados comicios del 5 de junio. EL gobierno de Peña Nieto cree que reprimiendo va a vengar la derrota sufrida en las urnas o a mantener a raya la fuerza de la inconformidad. No entiende la dinámica social, que está conformada por cientos de miles de vasos comunicantes en donde, a pesar de la lejanía de las decisiones que se toman en la cúpula del poder, los ciudadanos finalmente se enteran y perciben los efectos de las malas decisiones de los gobernantes. En Veracruz, por lo que se ve, el magisterio se cobró el 5 de junio la traición del gobierno y votó en su mayor parte en libertad. Al aprobar la reforma educativa y porfiar en ella, el régimen ha resquebrajado el pacto histórico con el magisterio. Los maestros no han hecho sino liberar también su voto y orientarlo hacia la opción que mejor les parezca. Ahora será importante que esa orientación sea útil para la transformación real de Veracruz. Los ciudadanos tienen la palabra.
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