Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Ni tan buenos, ni tan santos
2016-04-15 | 09:04:18
Don Jobilio, señor de franciscana mansedumbre, tenía problemas con su socio, un bribón a quien cuadraba bien el adjetivo que en Alvarado se usa para motejar a los de su ralea: hijueputa. El vil sujeto -Insidio era su nombre- abrió la caja fuerte del negocio y se llevó todo el dinero y documentos cobrables que había ahí. Después dejó en ceros la cuenta que en el banco tenían los dos conjuntamente. Luego, un buen día muy malo, don Jobilio se enteró de que el tal Insidio había vendido a ocultas el negocio propiedad de ambos, y tras hacerlo dispuso en su beneficio del producto de la venta. No acabaron ahí los abusos del fementido socio: esa noche don Jobilio llegó a su casa y lo encontró haciéndole el amor a su mujer en el lecho conyugal. El lacerado exclamó con acento quejumbroso: “¡Ah, Insidio, Insidio! ¡Un día vas a llegar demasiado lejos!”. (Bien dice el expresivo refrán charro: “Caballo demasiado grande tira a penco; mujer demasiado coqueta tira a puta, y hombre demasiado bueno tira a pendejo”. Por eso en su celebrado poema “If.” escribió Rudyard Kipling: “Si eres bueno con todos, pero no demasiado”)... Con acento solemne dijo el médico: “Señora: su esposo se ha salvado”. “¡Dios mío! -se consternó la mujer-. ¡Ya vendí su ropa!”... Monseñor Aureliano Tapia Méndez, nacido en Jacona, Michoacán, pero que en Monterrey cumplió su ministerio, era dueño de una cultura enciclopédica que lo llevaba a ser gratísimo conversador. De él decía mi querido tío don Refugio García, Caballero de Colón: “Es una luminaria de la Iglesia”. Y mi amigo Hiram Estévez, ajefista, decía de él: “A pesar de ser cura es un talento”. Solía el padre Tapia comentar sabrosamente los lapsus linguae en que incurrían sus feligreses al hacer las lectura de la misa. Uno debió leer: “Hubo un varón en tierras de Ur.”. Al hacerlo vaciló: “Hubo un varón en tierras de. de. de la Universidad Regiomontana.”. Otro, en vez de decir: “Primera epístola de San Pablo a los corintios”, leyó: “Primera epístola de San Pablo a los coreanitos”. Pues bien: de los coreanitos hay que decir que en su país carecen de tres cosas: tierra suficiente, mano de obra barata y cercanía con los Estados Unidos. Esas tres cosas las han hallado en México. Y bienvenidos sean, a condición de que no abusen de la hospitalidad que se les brinda. Algunos tienden a exigir más de lo que deben, y para eso no vacilan en violar la ley. Es emblemático el caso de la empresa Kia en Nuevo León. Los coreanos obtuvieron de un gobierno débil, ansioso por mostrar algún fruto, concesiones que se apartaban notoriamente de la legalidad y que llegaron al extremo del absurdo, como ésa que los exentaba de pagar las multas por las infracciones de tránsito que cometieran. Tan inmoral fue ese gobierno al conceder tales ventajas como los representantes de la empresa que, codiciosos, las impusieron al margen del derecho. Un buen negocio se hace entre iguales, sin que en ninguno de los contratantes haya dolo o lesión. Los coreanos necesitan más a México que México a los coreanos. Cualquier trato con ellos debe hacerse a partir de esa
consideración, poniendo por encima de todo el decoro del país y la exigencia del respeto a sus leyes. No seamos como don Jobilio, demasiado buenos, para que no se nos aplique aquella sonora sentencia de la charrería. Bustolina le dijo a Libidiano: “Fumas mucho. Me vas a provocar cáncer de mama”... El jefe de los caníbales le envió un mensaje al encargado de las misiones, a quien preocupaba el peligro que sus misioneros podían correr entre los antropófagos. Le dijo: “Pueden venir cuando quieran. Somos hervívoros”. En su respuesta lo corrigió el de la misión: “Querrá usted decir ‘herbívoros’”. “No -replicó el caníbal-. Hervívoros. Antes de comer carne humana la hervimos”... Una buena esposa perdona siempre a su marido cuando está equivocada... Don Poseidón y doña Holofernes, gente buena y sencilla del norte, fueron a una playa. Ella probó el agua del mar. “¡Está salada!” -exclamó sorprendida. Le sugirió su esposo: “Ponle azúcar”. Ella vació en el mar un sobrecito y luego volvió a probar el agua. “Sigue salada” -dijo. Le indicó don Poseidón: “Menéyale”. FIN. Ojo: Dice “Cuando está equivocada”, no “cuando está equivocado”.

MIRADOR ›armando fuentes aguirre
John Dee fabricó un reloj de arena que marcaba la duración de un día. Hizo otro que señalaba una hora. Y uno más que que vaciaba su arena en un minuto. Luego dio forma a un calendario perpetuo en el cual aparecían los años, los meses, las semanas y los días con sus noches. Construyó también un ingenioso mecanismo que daba a conocer el principio y el fin de las estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. Sucedió que de pronto el filósofo dejó de hacer sus relojes y sus calendarios. En cierta ocasión alguien le preguntó por qué. Respondió él: -Me enamoré. Desde entonces ya no me importa el tiempo. ¡Hasta mañana!...
MANGANITAS ›por afa
“La chica le dijo a su papá que la habían tronado en la escuela”. Según luego me enteré el buen señor, cejijunto, le preguntó a su hija al punto: “Dime: te tronaron ¿qué?”.

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