Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
El amor por México
2016-04-04 | 09:36:17
Apenas pasó la luna de miel el marido le dijo a su mujercita: “Vamos ahora a fijar las reglas del juego en esta casa. Yo soy el jefe. Llegaré a la hora que se me dé la gana, y si no quiero venir en toda la noche no vendré”. “Está bien -respondió la mujercita con dulce y suave voz-. Pero debes saber que si no estás aquí a más tardar a las once de la noche me sentiré autorizada a llamar a uno de mis exnovios para que te supla”... Dijo Ovonio: “Yo no tengo problemas de dinero. Problemas de falta de dinero sí”... Comentó Susiflor: “Mi mamá siempre me ha dicho que todos los hombres son iguales, pero el otro día fui a un club nudista y me di cuenta de que no es así”... Don Algón invitó a una muchacha a cenar. Esperaba pasar después con ella un agradable rato. La chica pidió los platillos más caros de la carta, el vino más costoso, y casi agotó el menú con su voracidad. “¿Así cenas siempre, linda?” -le preguntó don Algón, amoscado. “No -respondió la muchacha al tiempo que se acercaba otro plato. Nada más cuando estoy en mis días y no puedo hacer otra cosa más que comer”... El conde Drácula se presentó en el velorio de un señor y preguntó por la esposa del difunto. “¿Para qué la quiere?” -quiso saber un receloso familiar. Replicó el conde: “Me gustaría un poco de sangrita de la viuda”... Un amigo de don Martiriano oyó que su tremenda mujer, doña Jodoncia, le decía ‘maje’. Le preguntó, indignado: “¿Por qué permites que te llame así? Es una falta de respeto que no debes tolerar”. El oprimido esposo trató de justificarse: “Estás equivocado. Me dice ‘Majestad’, pero abreviado”... Los problemas de México no deben quitarnos el amor a México. Pocos tiempos tan difíciles recuerdo como los actuales. Y vaya que recuerdo muchos tiempos difíciles. A todas partes a donde voy -y voy por todas partes- siento desánimo en la gente, y siento también irritación. Por más que el Presidente diga una y otra vez que también hay cosas buenas, los ciudadanos no las ven: miran sólo la corrupción, repetida una y otra vez, y la falta de resultados ante las graves carencias nacionales. El tiempo de le va acabando a la administración, y muy pronto el elemento oficial habrá de concentrarse en el esfuerzo para ganar la próxima elección presidencial. No hemos de esperar ya un golpe de timón que cambie el rumbo de las cosas y dé un nuevo perfil a quienes nos gobiernan. Aquellas reformas espectaculares que al principio del sexenio se anunciaron, y cuyos incipientes resultados fueron motivo de esperanza, se fueron difuminando al paso de los meses, y han terminado por ser casi un recuerdo. La impunidad reinante y la ilegalidad indignan a la ciudadanía. Hemos de recordar, empero, que ni la casta política ni los partidos políticos son México. La fortaleza de nuestro país está en su gente, en la gente común que cada día se afana en ganar el pan y en labrar un futuro mejor para sus hijos. Ellos, los hombres y las mujeres que forman eso que antiguamente se llamaba el pueblo, constituyen la mayor fuerza del país. Ellos harán que vengan días mejores. Atribulada, gemebunda, Dulcilí les informó a sus padres que estaba un poquitito embarazada. “¡Ira de Dios! -exclamó el genitor, que en su juventud había leído a Salgari-. ¿Cómo pudo pasarte eso?”. Respondió la muchacha: “Por autosugestión”. “¿Por autosugestión?” -repitió el señor sin entender. “Sí -explicó muy
apenada Dulcilí-. Un muchacho que tiene auto me sugestionó”... El golfista le dijo a su compañero: “Aquella señora que está allá es mi suegra. Debo esforzarme en hacer un buen tiro”. Acotó el otro: “Está muy lejos. No creo que le pegues”... Una muchacha extranjera conoció a un joven deportista mexicano. La conversación y trato entre ellos condujo pronto a una intimidad mayor, y una noche se hallaron ambos en trance de consumar el más antiguo rito natural. Vestían los dos atuendo deportivo, y él se despoja con prontitud del suyo. La muchacha fija la mirada en la parte de mayor interés de su galán, y al ver aquella región se asustó mucho, pues vio en ella, tatuadas, cuatro letras: AIDS. “¿Qué significa eso?” -preguntó al mismo tiempo con temor y enojo. “No te inquietes -la tranquilizó él. En un minuto más vas a leer ‘Asociación Internacional de Surfistas’”. (No le entendí)... FIN.

MIRADOR ›armando fuentes aguirre
Me habría gustado conocer a Joshua Billings, leñador. Nativo de Illinois, vino al mundo en 1818 y salió de él plácidamente el día que cumplió 90 años. Lincoln lo conoció en su juventud, y lo trató bastante. Dijo de él: “Después de Shakespeare, Josh Billings es el más grande conocedor de la naturaleza humana que ha existido”. Solía Billings anotar en hojas de papel para envolver, con torpes trazos y gruesas faltas de ortografía, pues era casi analfabeto, los pensamientos que se le ocurrían. Un día escribió éste: “There ain’t much phun in medisin, but there’s a lot of medisin in phun”. Eso, en desmañada traducción, significa: “No hay mucha risa en la medicina, pero hay mucha medicina en la risa”. Me habría gustado conocer a Joshua Billings. Sabía que el buen humor aleja los humores malos, y que la risa es gran medicamento para curar tristeza y soledad. ¡Hasta mañana!... MANGANITAS ›por afa
“El nuevo alcalde le reclamó a su antecesor que sólo había dejado 20 pesos en la tesorería municipal”. El otro respondió así: “Lo que me dices no encaja. ¿20 pesos en la caja? ¡De veras que no los vi!”.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018