Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
De políticas y cosas peores
2016-03-21 | 08:39:02
En el bar del hotel una bella muchacha
bebía sola. Afrodisio Pitongo, hombre
proclive a la concupiscencia de la carne,
le pidió al barman que le llevara una copa
de su parte. La chica rechazó el obsequio,
molesta, y le dijo a su galanteador:
“¿Acaso crees que con una copa puedes
llevarme a la cama?”. Preguntó Afrodisio:
“¿Cuántas se necesitan?”...
El sheriff de aquel pueblo del Salvaje
Oeste tomó el teléfono y marcó el número
4-44-444-444. Le contestó una voz:
“Diga”. Preguntó el sheriff: “¿Están los
cuatreros?”. Un chiste más como éste y
mis cuatro lectores quedarán reducidos
a dos)...
Un astroso individuo entró a una cantina
y le preguntó al tabernero: “¿Hay
caldo de pollo?”. Respondió el hombre:
“Ésta es una cantina, no un restorán.
Aquí no servimos comida”. Se fue el tipo,
pero regresó media hora después. “¿Tiene
caldo de pollo?”. “Ya le dije que no hay
-volvió a decirle el cantinero-.Vaya a un
restorán”.
Se retira el sujeto, pero antes de una
hora estuvo de vuelta. “¿Tiene caldo de
pollo?”. “¡Ya le dije que no! -estalla el de
la cantina-. ¡Y no me moleste más! ¡Si
vuelve a pedirme caldo de pollo le voy
clavaré la pija en el mostrador!”. Salió de
la cantina el individuo. Regresó un par
de horas después. “¿Tiene clavos?”. “No”
-contesta desconcertado el tabernero.
“Entonces -preguntó el tipo- ¿tiene caldo
de pollo?”...
Todos los actos de gobierno deben encaminarse
en estos calamitosos tiempos a
procurar el bien de los mexicanos pobres.
La situación es agobiante para millones
de compatriotas nuestros que sufren cada
vez en mayor medida los efectos de la
pobreza, según se puso de manifiesto en
los pasados días invernales.
Se les llevan a regalar cobijas y despensas,
y eso está bien, pero tales apoyos
ocasionales en modo alguno resuelven
su problema de fondo, que es la carencia
de condiciones mínimas para vivir con
dignidad.
Las evidencias muestran que no se
ha avanzado en el terreno de la justicia
social. Si yo fuera gobernante -Dios me
libre- tendría sobre mi escritorio las
fotografías de un obrero sin trabajo, un
campesino sin esperanza de cosecha, un
padre y una madre angustiados porque
lo que ganan no les alcanza para dar
alimento y educación a sus hijos.
Eso me ayudaría a no dejar pasar un
solo día sin hacer un esfuerzo serio y
consistente en bien de los marginados,
cuyo número va creciendo más y más.
La libertad y la democracia son bienes
valiosos, pero de nada sirven si no los
acompaña la justicia. Y en México el reloj
de la justicia está muy atrasado.
En un bar de Tucson una joven y
atractiva norteamericana entabló conversación
con el hombre que estaba a
su lado. “Soy investigadora -le dijo-, y
he encontrado un dato interesante. Los
mejores amantes de esta región han sido
siempre los indios pieles rojas y los colonos
mexicanos. Pero, perdóneme, no me
presenté. Soy Margo Mead”. Dijo el otro:
“Y yo soy Toro Sentado González, para
servir a usted”...
Cierto señor sufrió un accidente automovilístico
y fue sometido a una cirugía
plástica en el rostro. Tiempo después les
contó sus amigos: “Me pusieron un injerto
de mi propia piel en la cara”. Preguntó
uno: “¿De dónde te tomaron piel para
el injerto?”. “No sé -respondió el señor-.
Pero cada vez que me canso mi cara se
quiere sentar”...
El cuento que sigue no debe ser leído
por personas con escrúpulos morales.
Una dama con mucha ciencia de la vida
conoció a un rudo mocetón de torosa
musculatura, y entró en deseos de refocilarse
con él. Lo llevó a su departamento,
y empleando sutiles artes aprendidas en
muchos trances similares lo puso pronto
en acezante estado de lubricidad.
Ya iba el mancebo a consumar el trance
cuando ella lo detuvo. Le preguntó: “¿No
traes preservativo?”. El muchacho, confundido,
respondió que no. “Yo tengo uno
-dijo ella. Y extrajo de su bolso el artilugio.
El muchacho lo sacó del sobrecito y
procedió a examinarlo fijamente. Luego,
sin decir palabra, empezó a ponérselo a
manera de gorro en la cabeza. Le dijo
la mujer entre asombrada y divertida:
“Ahí no se pone”. “Ya lo sé -contesta el
mocetón-. Lo estoy aflojando”. (No le
entendí)... FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
El padre Soáres charlaba con el
Cristo de su iglesia. Le preguntó:
-¿Escuchaste mi sermón del
domingo?
Le contestó el Señor:
-Perdóname. Tú sabes que no me
gustan los sermones. Tuve que decir
uno cierta vez, en la montaña, pero
compensé a quienes lo escucharon
dándoles de comer panes y peces.
Con eso te quiero decir que un sermón
es inútil si no sirve para aliviar
una necesidad de nuestro prójimo.
-Pero yo hablé muy bien -dijo el
padre Soárez-. Varias personas me
dijeron que estuve elocuentísimo.
-Y tu sermón -preguntó el Cristo-
¿sirvió de algo a tu hermano, o
sirvió sólo para lucirte tú?
-No lo sé -respondió perplejo el
padre Soárez.
-Entonces -le dijo Jesús-, el
próximo domingo en vez de hablar
toca las campanas. Harás un mejor
ruido.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Un señor tenía dolores musculares,
y fue con un yerbero”.
Le dijo el hombre: “El dolor
se lo quitará la ruda”.
“¡Ah no! -rechazó la ayuda-.
¡Mi mujer me deja peor!”.

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