Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Plaza de almas
2016-03-01 | 09:43:26
Creo en Dios. Supongo que alguna vez no creí en Él, pues ninguno de los que estaban cerca de mí creían. Mis cuatro abuelos eran ateos, lo mismo que mis padres y mis hermanos. Su ateísmo era tan ciego como la fe de los creyentes. Para ser ateo de verdad el ateo debe ser ciego, y también sordo. No ha de ver más allá de lo que se ve, ni oír a nadie que crea. Yo tuve la fortuna -o la desgracia, no sé bien- de haber leído. Los libros me enseñaron a creer. ¿Cómo no tener fe después de haber leído a San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, a Dostoiewsky y Tolstoi, a Bernanos y Claudel? De mis lecturas aprendí que toda reflexión acerca del universo lleva por fuerza a pensar en una primera causa creadora, no creada, a admitir la existencia de un principio inasible para la mente humana que lo mismo se puede llamar Dios que con cualquier otro nombre. Luego tuve la desgracia -o la fortuna no sé bien- de ver cómo actuaban algunos ateos. Parecían no darse cuenta de que para ellos el ateísmo era una religión igual que la de los creyentes. Eran creyentes al revés, muchos de ellos tan fanáticos como el más religioso de los hombres de religión. En cierta ocasión asistí a una conferencia en la cual el disertante desafió a cualquiera de los presentes a probar científicamente la existencia de Dios. Era como si un hombre de fe retara a un científico a probar teológicamente la existencia del átomo. Otra vez fui con mis padres a una reunión de amigos suyos. Salió el tema de Dios. (¿Por qué los ateos hablan tanto de Dios? ¿Será porque en su mismo nombre, “ateos”, está la idea universal de Dios?). Uno de los que estaban ahí, algo borracho ya, se plantó en medio de la sala y dijo: “Si Dios existe envíe ahora mismo un rayo que caiga sobre mí”. Yo iba a hacer la broma de apartarme de su lado con fingida alarma, pero me contuve, pues pensé que la ocurrencia no gustaría a nadie, y a mis papás menos que a nadie. El rayo no cayó, naturalmente -los rayos sólo caen naturalmente-, y los asistentes premiaron con aplausos la boutade del ebrio. Yo consideré aquello una exhibición risible. No quiero decir que ahí me hice creyente por oposición. Le fe no me llegó, como a San Pablo, al modo de un cegador relámpago. Me fue iluminando poco a poco, igual que la luz del sol al mundo en cada amanecer. Soy creyente, lo repito. Desdeño las enseñanzas de los cientificistas de hoy, cuyas doctrinas son tan elementales como las simplonas tesis decimonónicas del positivismo. No acepto la idea de que todo lo espiritual acaba con la muerte. Creo en un mundo trascendente; afirmo la inmortalidad del alma; reconozco la existencia un Dios creador, fuente de la vida y origen de eso a que damos el nombre de amor. Él es la Vida. Es el Amor. A veces, debo decirlo, siento nostalgia de la razón pura. Quisiera ser como mis padres, que todo lo hacían pasar por el tamiz del pensamiento lógico. Los ateos no dudan. Son habitantes de la certidumbre. En cambio yo, hombre de fe, tengo dudas que me
atormentan de continuo. Pero creo, y seguiré creyendo hasta el último día de mi vida. Soy un hipócrita, lo sé, pues oculto mi fe a los demás. Voy a misa sin que lo sepa nadie, ni mi esposa. Le digo que salgo a trotar cuando en verdad acudo a la primera misa en el templo de los franciscanos, lejos de la colonia donde vivo. Ahí comulgo diariamente. Lo hago en forma vergonzante, pues llevo lentes negros para no ser reconocido por alguno. ¿Cómo puedo dejar que se sepa que creo en Dios si estoy rodeado por ateos? Mis hermanos, amigos y colegas lo son; mi mujer también. Si supieran que soy creyente se decepcionarían de mí; me descalificarían. Soy gran engañador, entonces, pero me es imposible dejar de representar la farsa que cada día represento. Temo un tropiezo en mi carrera; no puedo renunciar a la posición que ocupo. Mírenme: un creyente obligado a ocultar su fe, como los cristianos de las catacumbas. Y ni siquiera puedo vivir mi verdad porque soy director de la Facultad de Ciencias y quizá pronto me harán líder nacional del Partido Comunista. FIN.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018