Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Crueldad mental
2016-02-20 | 10:03:25
Una señora le comentó a su vecina: “¡Qué frío hacía anoche! Salí, y tardé casi media hora en lograr que arrancara mi automóvil”. “Sí que hacía frío -confirmó la otra-. Yo no salí, y tardé más de una hora en lograr que arrancara mi marido”. El conferencista hablaba acerca de las antiguas costumbres en algunos países de oriente. “Cuando un hombre moría -dijo- su viuda era quemada viva en la hoguera funeral para que lo acompañara por toda la eternidad”. Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, exclamó sinceramente conmovido: “¡Pobre cabrón!”. Sonó el timbre de la puerta y la abrió doña Jodoncia, la esposa de don Martiriano. Le dijo el que había llamado: “Soy exterminador de insectos”. Preguntó doña Jodoncia: “¿Y viene por mi marido?”. El zoológico del pueblo recibió un canguro. Como sabía que esos marsupiales dan saltos muy elevados el director hizo ponerle una cerca de 3 metros de altura. Al día siguiente el canguro fue encontrado vagando por el parque. Lo regresaron a su lugar y le pusieron una cerca de 5 metros de alto. Por la mañana el canguro andaba otra vez afuera, muy feliz. El director ordenó que la cerca fuera de 10 metros. Inútil: de nuevo el canguro se escapó. Desesperado el encargado llamó a un especialista en canguros. Le preguntó: “¿Cuántos metros de altura debe tener la cerca para que el canguro no se salga?”. Respondió el experto: “Podrían hacerla de 50 metros de alto, pero sería mejor que alguien cerrara la puerta”. Doña Macalota, nueva rica, le dijo al novio de su hija: “¡Qué guapo eres! ¡Pareces artista de Halloween!”. “De Hollywood, mamá, de Hollywood’’ -la corrigió la muchacha. Himenia Camafría, madura señorita soltera, se presentó en la administración del hotel y le dijo furiosa al gerente: “¡Voy a demandar al hotel!”. “¿Por qué?” -se preocupó el hombre-. “Por crueldad mental” -replicó ella. “¿Crueldad mental? -se asombró el gerente-. No entiendo”. “Claro que sí -precisó Himenia-. ¡Me dieron la habitación que está al lado de la suite nupcial!”. Me gusta mucho ir a todas las ferias del libro que hay en el país, pero la del Palacio de Minería en la Ciudad de México tiene un encanto muy particular. No es tan grande como la de Guadalajara o la de Monterrey, pero el recinto que le sirve de sede es tan hermoso, y tan bello el centro histórico de la Capital, que eso le da a la Feria de Minería un carácter distintivo y un atractivo especial. Mañana, domingo 21, presentaré ahí, a las 13 horas, mi más reciente libro: “Cuentos de todos (y de otros también)”. En él pongo relatos contrastantes. En una página viene un relato pícaro, travieso, sicalíptico, y en la siguiente aparece otro acerca de la vida o del amor, que a fin de cuentas -y de cuentos- vienen a ser la misma cosa. Hay en las páginas de este libro motivos para reír y ocasiones para reflexionar. Al presentarlo contaré chascarrillos desquiciantes y diré cosas acerca de mi vida y de lo que aprendido a lo largo de los años, no sé si bien vividos, sí sé que bien gozados. Ignoro si este será mi último libro, pero es uno de los que más he disfrutado al
escribirlo. Tengo la esperanza de que me acompañarás en la presentación. Ahí te daré las gracias por ser uno de mis cuatro lectores. Una señora dijo: “Practico el nudismo”. Alguien le preguntó: “¿Cuántos hijos tiene?”. Respondió ella: “16”. Acotó el otro: “No es que practique usted el nudismo, señora; lo que pasa es que su marido no le da tiempo de vestirse”. Un borrachín se acercó a la patrulla de policía y le dijo con tartajosa voz al oficial: “¿Ha visto usted a alguien que al hacer pipí produzca burbujitas de color azul y rosa que suben por el aire?”. “Nunca he visto eso -contestó el policía, receloso-, y no creo que tal cosa sea posible”. El ebrio sacó un billete de mil pesos y dijo: “Le apuesto estos mil pesos míos contra cien de usted a que yo hago pipí así”. El oficial aceptó la apuesta, y el temulento procedió a hacer de las aguas en un costado de la patrulla. Le dijo el policía: “Perdió usted. Lo hace igual que todos”. El borrachito, jubiloso, le entregó los mil pesos. “¿Por qué se alegra tanto?” -le preguntó el oficial. Explicó el beodo: “Le aposté 10 mil pesos a mi amigo a que le meaba la patrulla”. FIN.

MIRADOR ›armando fuentes aguirre
Seríamos mejores si conociéramos la sabiduría de nuestros antepasados indígenas. Cuando entre los antiguos mexicanos una mujer iba a dar a luz, su trance era llamado “combate” o “lucha”. Al empezar el trabajo de parto la comadrona entonaba el mismo canto de los guerreros antes de comenzar una batalla. Si el suceso se realizaba felizmente la misma partera cantaba el himno de victoria de los guerreros vencedores. Si la mujer moría su alma volaba a la región donde habitaban los guerreros muertos en combate. Muy sabios eran nuestros ancestros: no pretendían hacer de la mujer otro guerrero como el hombre. Sabían que la mujer tiene sus propias batallas qué combatir. Y sabían también que esas batallas de la mujer son más importantes que las del hombre, pues son las hermosas batallas de la vida. ¡Hasta mañana!...
MANGANITAS ›por afa
“.Hay mucho sexo en el cine.”. El comentario no falla si alguno declara que la mayor parte se ve afuera de la pantalla.

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