Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Plaza de almas
2016-02-16 | 10:05:37
El texto que ahora sigue debería llamarse “Suspiros por el suspiro”. ¿Habrá alguien que suspire todavía? Muchas cosas de ayer han desaparecido ya: el baúl o castaña; aquella alta garrocha que servía para quitar las telarañas de los techos; la bacinica, con perdón sea dicho... ¿También desaparecieron los suspiros? Antes la gente suspiraba con frecuencia, especialmente las mujeres. De súbito perdían la mirada en el confín del mundo y luego exhalaban un suspiro. Para que un suspiro fuera en verdad suspiro debía ser por fuerza un hondo suspiro, un profundo suspiro. Así eran los suspiros de todas las que suspiraban. Suspiraba hondamente doña Rosita la Soltera en la preciosa evocación lorquiana; suspiraba a profundidad la salmantina de rubios cabellos y ojos que parecen pedazos de cielo cuando evocaba a su seminarista de los ojos negros; suspiraba a fondo doña Inés al escuchar las untuosas y ardientes palabras de don Juan: “... Mira aquí a tus plantas pues, / todo el altivo rigor / de este corazón traidor / que rendirse no quería, / adorando, ¡vida mía! / la esclavitud de tu amor...”. (¡Carajo, con eso hasta yo suspiro!). El diccionario de la Academia da una feísima definición de esa palabra tan hermosa. “Suspiro: Aspiración fuerte y prolongada seguida de una espiración, acompañada a veces de un gemido, y que suele denotar pena, ansia o deseo”. Esa anatómica descripción es muy prosaica, y no ayuda a entender el lírico acto de suspirar. En mi opinión el suspiro es, sobre todo, expresión de nostalgia. Una canción hermosa es “Yes, I remember it well”, de la comedia musical “Gigi”, cantada de modo magistral en la película por Hermione Gingold y Maurice Chevalier. Esa canción debe obligadamente acabar con un suspiro. En efecto, después de recordar, a suspirar. Los suspiros solían ser muy poéticos, y también bastante musicales. Oigamos suspirar a Gustavo Adolfo Bécquer: “Los suspiros son aire y van al aire, / las lágrimas son agua y van al mar. / Dime mujer: cuando el amor se olvida / ¿sabes tú a dónde va?”. En la tertulia sabatina de doña Panchita, romántica señora de mi ciudad, Saltillo, alguien recitó esos versos. Estaba ahí el papá de las Mequínez, hombre de condición rupestre. Al oír la pregunta final contestó muy serio: “Seguramente a la chingada”. “Perdónenlo -dijo apenada una de las hermanas-. Es de rancho”. Escuchemos ahora este suspiro en forma de bello madrigal. Lo suspiró el mexicano Luis G. Urbina, conocido por sus amigos como “El viejecito” por su aspecto senil y bondadoso: “Era un cautivo beso enamorado / de una mano de nieve que tenía / la palidez de un lirio desmayado / y el palpitar de un ave en agonía. / Y sucedió que un día / aquella mano suave, / de languidez de lirio, / de palidez de cirio/ de palpitar de ave, / se acercó tanto a la prisión del beso / que ya no pudo más el pobre preso / y se escapó. Mas con voluble giro / huyó la mano hacia el confín lejano. / Y el beso, que volaba tras la mano, /rompiendo el aire se volvió suspiro”. He recordado estos versos de memoria,
de modo que algún error podría haber en la reproducción, como en muchas. El compositor norteamericano Herman Hupfeld (1894-1951) escribió su canción “As time goes by” para el film “Everybody’s welcome”, estrenado en 1931. Nadie recuerda esa película. Sin embargo es imposible olvidar “Casablanca”, con Ingrid Bergman y Humphrey Bogart (1942), en que la canción apareció otra vez, y de ahí a la eternidad. Digamos una vez más, por cierto, que ni Bogey ni la Bergman dijeron nunca en la película aquella famosa frase que se atribuye ya a uno, ya a la otra: “Play it again, Sam”, “Tócala otra vez, Sam”, al pedir al pianista Dooley Wilson la interpretación de aquella suspirosa canción: “You must remember this: / a kiss is still a kiss, / a sigh is just a sigh. / The fundamental things apply / as time goes by...”. ¿Intentaré traducir lo intraducible? “Debes recordar esto: un beso es siempre un beso; un suspiro es solamente un suspiro. Al paso del tiempo las cosas fundamentales cuentan...”. Un suspiro sería el mejor colofón para esas líneas. Quizá no lo merezcan las que yo escribí. FIN.

MIRADOR ›armando fuentes aguirre
Se casaron la víspera del Día del Amor y la Amistad. La suya fue una hermosa boda. No sólo las mamás de los novios la gozaron: los papás también. A las 7 de la tarde del siguiente día los recién casados ocuparon la suite nupcial del hotel de playa donde pasarían su luna de miel. A eso de las 11 de la noche ella le dijo a él: -¿Lo hacemos ya? No contestó el muchacho, y siguió en lo suyo. A las 2 de la mañana ella volvió a preguntar: -¿Lo hacemos ahora? Tampoco en esta ocasión respondió él. Cuando a las 5 de la madrugada brilló la primera luz del alba ella le preguntó otra vez con ansiedad: -¿Lo hacemos ahora? Con irritación inquirió él: -Hacemos ¿qué? Clamó ella, desesperada: -¡Ya te lo dije! ¡Dormir! ¡Hasta mañana!... MANGANITAS ›por afa
“...Una joven esposa se quejó de que tenía en su casa un problema de mantenimiento.”. Dijo, triste, la mujer: “El problema referido consiste en que mi marido no me puede mantener”.

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